Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia. María Isabel Zapata Villamil

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Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia - María Isabel Zapata Villamil Taller y oficio de la Historia

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donde se ha explorado, no ha sido posible encontrar ningún trabajo que aborde el papel que desempeñaron la opinión pública y la prensa en la celebración del centenario de la independencia, en particular en los países que serán tratados. Del mismo modo, no hay registro de un trabajo el cual indague por la organización del significado que se le quiso dar en el momento a la celebración de centenario, como reconstrucción compleja de lo que dicho proceso revistió.

      Con la finalidad de abordar el tema planteado, el punto de partida será la nueva historia intelectual o la historia de los discursos políticos, como se la ha denominado en América Latina. Cabe señalar que esta vertiente tiene su origen en los estudios que versaban sobre la historia de las ideas, e incluso fue producto de la crítica que se le hizo. Asimismo, los historiadores se han referido de diversas maneras a esta nueva forma de afrontar el pensamiento político. Por ejemplo, para John Greville Agrad Pockok los mejores nombres que corresponden a la historia intelectual son la historia del habla o la historia del discurso.29 Esta rama de estudio también es conocida como la historia de los lenguajes políticos, la historia de los conceptos y la historia intelectual. Más adelante, cuando sean abordados los historiadores y las universidades de acuerdo con el surgimiento de dichas denominaciones, habrá mayor claridad en torno a sus orígenes.30

      La vertiente que atañe al presente estudio contiene varios puntos que la separan de la historia de las ideas. Durante mucho tiempo, la idea fue la unidad de análisis utilizada para estudiar el desarrollo y el cambio del pensamiento. No obstante, muchos historiadores se rehusaron a utilizar el concepto de idea como un eje válido para acercarse al cambio cognitivo, ya que lo consideraban demasiado subjetivo.31 En la historia de las ideas, las controversias que se cernieron sobre los significados de los conceptos políticos se reducían a malentendidos en torno al sentido de la política moderna. Esta corriente contemplaba el desacuerdo como la ausencia de correspondencia entre la norma y la práctica; de tal modo, negaba toda imposibilidad de polémica a la que los autores del pasado debieron haberse enfrentado. En tanto, según la práctica de los estudios actuales de la historia de los lenguajes políticos, la polémica no es negada, ni desechada, sino estudiada.32 Simultáneamente, el otro aspecto que distanciaba a la historia de los lenguajes políticos de la historia de las ideas era la consideración histórica de los conceptos y los lenguajes en que aparecen. Así, ese ideal “presente por alcanzar” queda lejano en la historia de las ideas.33

      Como se explorará a profundidad más adelante, Quentin Skinner, uno de los principales estudiosos de la historia de los lenguajes políticos, quien pertenece a la denominada Escuela de Cambridge, pone en primer plano un punto fundamental que separa la nueva historia intelectual de la de las ideas. Para Skinner, tanto las creencias en general de las personas, como las ideas de los filósofos políticos, deben ser contextualizadas en su tiempo de producción; lo anterior no solamente abarca el contexto social, sino además el contexto intelectual en el que surgen dichas ideas.34 De acuerdo con lo anterior, Skinner propuso un método intencionalista; un modelo interesado en cómo y para qué se usaban las ideas, de acuerdo con la reconstrucción de un contexto intelectual.35 Según esa red semántica, se busca descubrir las intenciones del autor.36 En el marco del estudio de dichos contextos, se incluyen los que corresponden al debate, así como las lecturas y los debates gestados en torno a dichas lecturas. Esos contextos intelectuales, los cuales son producidos por las palabras, así como el significado de cada una de ellas y los cambios que estas sufren, se incluyen de igual modo en el estudio de los lenguajes políticos; lo mismo corresponde al análisis de los usos de los significados en sus propios contextos, ya que tales usos pueden verse modificados al cambiar el contexto. Por último, dichas particularidades pueden ser comparadas con nuestros usos de las palabras, y de esa manera es posible señalar de qué modos el pensamiento no es un constructo monolítico.37 Tal relación, que involucra el vínculo entablado entre el pensamiento y el contexto social e intelectual, será uno de los puntos más criticados de la historia de las ideas, en tanto que resultaba notoria su dependencia de la historia social, que casi la había convertido en su producto subsidiario.38 Cabe señalar que la Escuela de Cambridge, organizada en torno a los postulados de John Greville Agard Pocock y de Quentin Skinner, se basó ampliamente en los planteamientos de la obra publicada por Peter Laslett Dos tratados sobre el gobierno civil de Locke, entre muchos otros títulos. En ese estudio, el historiador británico afirmaba que el interlocutor de Locke en las discusiones que rodeaban la obra no era Hobbes, sino Filmer: una persona casi desconocida hoy en día; en consecuencia, argüía que solo en el marco de esa relación es posible entender las ideas planteadas en la obra de Locke.39

      Al desglosar los planteamientos de la Escuela de Cambridge, es también esencial reconocer que esta se distingue por su oposición a aquellos planteamientos que promovían un análisis de los textos postulado de una manera ahistórica.40 En un comienzo, el programa esbozado por Skinner dirigía sus objeciones hacia la tradición de trabajos de historia intelectual de inspiración marxista forjados en el contexto anglosajón. Estas objeciones se centraban específicamente en la forma como se proponía la lectura de obras de filosofía política, en tanto que se las concebía únicamente como expresiones de las transformaciones de la estructura social del momento. Para Skinner, no era posible estudiar las creencias de las personas en general, ni las de los filósofos políticos solo de acuerdo con un contexto social; para él, también debía tenerse presente el contexto intelectual.41 Entre las fuentes del teórico e historiador británico se encuentran la filosofía lingüística del último Wittgenstein42 y los actos del habla de John Langshaw Austin y John Sarle. Igualmente, para el desarrollo de los planteamientos de Quentin Skinner, también fueron importantes las consideraciones de Thomas Kuhn y Clifford Geertz, en la medida en que le permitieron esbozar de qué modo los pensamientos de determinado autor estaban más relacionadas con el conjunto de ideas que tenía que con los hechos objetivos, los cuales lo rodeaban en su época. Por su parte, Pocock construyó sus postulados de acuerdo con nociones claves de Wittgenstein (Sprachspiele), Kuhn (paradigma) y Foucault (discurso).43 Según estos planteamientos, justamente Pocock y Skinner advirtieron el anacronismo que se comete al estudiar la historia de las ideas y trasladarle definiciones conceptuales de nuestro tiempo a documentos históricos.44

      Existen otros lugares en donde se originaron estudios basados en la historia intelectual o de los conceptos. Según Reinhart Koselleck, en la Universidad de Heidelberg surgió la hermenéutica gadameriana, mientras que en la Escuela Fontenay-Saint-Cloud se originó la lexicografía histórica francesa. Desde perspectivas diferentes, ambas escuelas ponían en el centro de la discusión la importancia del lenguaje en la investigación histórica.45 A tono con lo anterior, cabe señalar lo que la Escuela Fontenay-Saint-Cloud, representada por los trabajos que Antoine Prost y Maurice Tournier, formula sobre el lenguaje político, a partir de su metodología cuantitativa.46

      Por su parte, la escuela desarrollada con base en los planteamientos de Reinhart Koselleck, la cual es conocida como historia conceptual, tiene como objeto de estudio el nuevo mundo conceptual que surge de un mundo viejo. Con ese planteamiento, Koselleck hace énfasis en que el cambio de lo conceptual se deriva de él mismo, y no de estructuras externas que lo influencian. Según este autor, los diccionarios históricos ayudan a percibir las continuidades y discontinuidades que se observan en la metamorfosis de un concepto. Sus principales preguntas son ¿cómo viajan los significados a lo largo del tiempo?, ¿cómo deben ser comprendidos hoy los textos del pasado?, y ¿qué tipo de traducción sería más conveniente, una literal o mejor una postulada en términos contemporáneos?47

      En la investigación histórica en general, podemos leer las fuentes de dos maneras. Estas pueden ser evaluadas como resultado de la articulación de los sujetos históricos que actúan según la fuente, o como la constitución lingüística de ciertas estructuras de significado.48 Igualmente, en la investigación histórica puede haber dos tipos de conceptos. Son estos los formados y definidos previamente por las ciencias, por una parte; y, por otra, los conceptos tradicionales, propios del lenguaje de la fuente.49 En el presente caso,

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