Descubre a tu ángel personal. Rubén Zamora

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Descubre a tu ángel personal - Rubén Zamora Colección Nueva Era

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días después vi a Uriel por segunda vez en mi vida y creí que era el final, pero no, sólo me preguntó cómo me iba y si recordaba nuestra charla anterior. Le dije que sí, me respondió que determinar la fecha de la muerte no era tan fácil, y que ya llegaría. Le pregunté por Dios y sonrió, para acto seguido mostrarme, en un rincón de la habitación, a “mi dios”. Uriel desapareció y “mi dios”, un ser gigantesco que apenas si cabía en la habitación, extendió su mano izquierda, esbozó una especie de sonrisa y me tomó en la palma de su mano.

      Ahora sé que no estuve a la altura de las circunstancias, pero en aquel entonces era sólo un torpe y engreído adolescente al que no se le ocurrió otra cosa que pedirle dos o tres deseos para alimentar mi vanidad.

      Me hizo una caricia con la mano derecha, como asintiendo y prometiéndome el cumplimiento de mis ridículos deseos. Luego me depositó suavemente en el suelo y desapareció. Esta vez no me maravillé, más bien me sentí algo triste, como decepcionado de mí mismo y de “mi dios”. Me senté a la mesa con papel y lápiz, y escribí lo que mi musa interna, siempre más lúcida y creativa que yo, me dictó:

      Mi dios es un anciano

      de manos grandes

      y mirada lánguida,

      que no puede colmar

      con su bondad

      la codiciosa ambición

      de mi carne,

      la ambiciosa codicia

      de mi alma…

      mi dios.

      Tardé algunos años en darme cuenta de que mi dios no era Dios, sino mi ángel de la guarda, quien, a pesar de los pesares y de mi propia estupidez o inteligencia, de mi aceptación o de mi rechazo, lucharía siempre por mí y sólo por mí desde el nacimiento hasta la muerte física, de la misma manera que su ángel personal lucha por usted.

      El sexo de los ángeles

      El amor puro de un Ser de Luz

      puede ser incomprensible

      para quien vive al amparo

      de las necesidades de su propio cuerpo.

      Los ángeles no son seres sexuados, es decir, ni nacen ni se reproducen de manera sexual, carecen de ombligo y de órganos sexuales, porque no tienen un cuerpo físico tal y como lo entendemos. Según la mitología semítica el arcángel Radueriel es quien los crea o los extrae del semillero del Eterno Continuo, que es todo luz y que está más allá de la comprensión de los seres humanos, e incluso de la comprensión de muchos ángeles y dioses.

      No siempre ha sido así, y en algunas ocasiones han tomado cuerpo físico y se han unido a las hijas y los hijos de los hombres, dejando su semilla y sus descendientes sobre este planeta.

      Tras la última Guerra Celestial, dejaron de poder encarnarse, mezclarse con los humanos y las humanas, y convivir a nuestro lado conservando “sus alas” o cualidades angelicales. Es decir, que si un ángel se encarna en hombre o mujer, se vuelve tan débil, incongruente y contradictorio como los seres humanos.

      Deja de tener un solo cuerpo angelical, puro y bello, y pasa a tener un cuerpo físico, un cuerpo mental y un cuerpo anímico, apartados de su original cuerpo espiritual, que no muere ni desaparece, pero que sí se desconecta temporalmente de su esencia angelical, con lo que gozará de las virtudes, así como sufrirá de los defectos, de cualquier ser humano.

      La sublimación del sexo sacro.

      Ya no será uno sino cuatro, y reirá y enfermará, mentirá y dirá la verdad, será cruel y violento, celoso y vengativo, amoroso y sensible, matará y será asesinado, será mortal, tendrá dudas, perderá la memoria divina, y tendrá que luchar contra sus propios demonios y temores para volver a elevarse como cualquier otro ser humano común y corriente.

      El sexo, la única función fisiológica que no mata si no se practica, es fuente de muchos placeres, pero también de muchos sufrimientos, y a menudo trae más problemas que soluciones.

      El amor entre seres de luz y seres humanos es un clásico de los mitos y las religiones que en el mundo han sido. Para unos amor o sexo sagrado, con éxtasis incluido, como han experimentado desde vestales hasta monjas y santas; o de ansiedad, locura y frustración, rechazo, venganza, celos y despecho, con castigo divino incluido, para varios héroes y heroínas de las diferentes mitologías.

      Por gracia o por desgracia, cuando un ángel cae o se encarna deja de ser propiamente un ángel, y se convierte en un hermano de carne más, es decir, en un ser humano.

      Muchos de los ángeles caídos de la antigüedad pasaron a formar parte de la humanidad, y aquí se quedaron, envejecieron, se reprodujeron y murieron físicamente, para reencarnarse en seres humanos nuevamente hasta que volvieron a alcanzar su condición divina, cuando la alcanzaron, o siguen entre nosotros siendo más humanos que ángeles.

      Todos los seres de la creación, absolutamente todos, llevamos la chispa divina del eterno continuo dentro de nosotros, desde una bacteria unicelular hasta el organismo más complejo.

      Usted puede ser un ángel encarnado perfectamente, pero eso no lo hace ni mejor ni peor que el resto de los seres humanos, ni que el resto de los seres vivos.

      Hay quien asegura tener relaciones sexuales con seres de luz, pero si son relaciones sexuales físicas, seguramente esos seres de luz no son ángeles, sino elementales, demonios, almas en pena, o razas de noche que se encuentran en el limbo entre las realidades espiritual y física, algunos malos y otros peores, o incluso indiferentes a los valores del bien y del mal, pero no ángeles, y mucho menos el ángel de la guarda.

      Por más que se quiera sublimar una relación sexual con seres supuestamente divinos, sigue siendo una relación material, corporal, física y hasta emocional y anímica, pero no espiritual; simple y llanamente porque en el mundo espiritual el sexo tal y como lo conocemos, lo sentimos y lo practicamos no existe.

      Por supuesto que existe el amor espiritual, casto y puro, pero no tiene nada que ver con las hormonas, la química y las reacciones de las emociones y el organismo. Tanto así que la mayoría de los seres humanos no pueden comprenderlo, porque para los humanos el sexo físico, la atracción, la reproducción y la unión emocional con otro ser son motivo y sentido de su vida.

      El mismo concepto de espiritualidad es muy difícil de comprender porque vivimos en un mundo material, sistémico y jerárquico que nos confunde y nos nubla la mirada; haciéndonos creer, por ejemplo, que repetir lo que pasa en el sistema es vivir, sentir, amar y evolucionar. Creemos que el bien y el mal son valores universales, cuando la mayoría de las veces no son más que conveniencias sociales que cambian con los tiempos, las culturas y los contextos.

      Lo espiritual está muy lejos de todo lo material, anímico o intelectual, y ni se gana ni se pierde, simplemente es, como la esencia misma de los ángeles.

      Por tanto, si tienes, o crees que tienes, una relación sexual con un ser de luz o entidad sobrenatural, no es tu ángel de la guarda por santo y bueno que te parezca.

      Súcubos

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