El gran libro de la reencarnación. Janice Wicka

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El gran libro de la reencarnación - Janice Wicka Colección Nueva Era

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su nivel evolutivo, para continuar con su aprendizaje existencial.

      Las almas que se niegan a despertar y que se aferran a su pasado terrenal, pasan diversos tormentos y sufren horribles angustias provocadas por sus mismos miedos, errores y creencias, se niegan a perder su identidad, no se reconocen, luchan inútilmente, pierden la memoria egoica e identitaria creyendo que enloquecen, y, sin saber cómo ni cuándo, se ven de pronto como un feto prematuro en el vientre de la que será su madre en el mundo terrenal. Ahí rescatan ciertos recuerdos que irán perdiendo al nacer.

      El Bardo Thodol, el libro tibetano de los muertos.

      Algunos instantes de sus vidas pasadas permanecerán en su mente hasta los siete años de edad, para perderlos definitivamente el resto de su vida, y que solo podrán recuperar en el estado intermedio tras la muerte, donde podrán liberarse, o bien, volver a empezar.

      No todas las almas lo pasan mal en el bardo, algunas aprovechan su estancia para aprender, conocer, comparar, depurar, escoger su nueva vida terrenal y darle un sentido más elevado a su existencia. Estas almas renuncian a buena parte de su ego y de sus identidades, comprenden lo que a menudo es muy difícil comprender en la vida terrenal, y finalmente vuelven a la vida en un nuevo cuerpo y con un destino que les permita evolucionar y ascender en su próxima experiencia de final de vida y regreso al bardo, para seguir aprendiendo vida tras vida, o para liberarse finalmente y entrar al Nirvana.

      La vida es un riesgo, pues se puede ir hacia atrás o hacia adelante en la rueda del destino y perder lo que se había ganado en otras vidas, o dar un paso más en el ascenso espiritual, todo dependerá del nivel de consciencia que se logre en esa vida en particular, que puede sumar o restar, abrir puertas o cerrarlas, evolucionar o involucionar, aceptar o negar, y si bien en el Bardo se pueden depurar algunos errores y retomar consciencia, a veces los daños son irreparables y hay que repetir la misma vida para subsanarlos.

      Quedan las almas elevadas, maestras y guías, que están muy cerca de la liberación espiritual, las cuales, y aunque no están exentas de riesgos, apegos y tentaciones, suelen tener vidas apacibles y productivas, y estancias plácidas en el más allá, ayudando y enseñando a otras almas a crecer y evolucionar, tanto en la Tierra como en el ardo.

      Resurrección y reencarnación, el estilo mediterráneo

      Dentro de las tradiciones mediterráneas escapar con vida del inframundo era tanto como renacer o revivir, porque era tanto como reencarnar en el mismo cuerpo.

      En el cristianismo primigenio, así como en el Antiguo Testamento, resucitar era una forma de reencarnarse gracias a un milagro o intervención divina.

      La cábala va un poco más allá y contempla la resurrección o posibilidad de resucitar, pero también de reencarnarse en distintos planos o reinos del Árbol de la Vida, algo parecido a los cuatro mundos de Platón, espiritual, mental, emocional y físico, aunque en la cábala son unos cuantos más, donde las almas van desde lo más bajo o elemental, hasta lo más elevado, superando a las divinidades terrestres que pecan de egocéntricas y tiránicas al igual que los humanos con poder.

      Hércules tiene que superar doce trabajos para alcanzar su nivel espiritual, lo mismo que Horus, Mitra y Jesús, que mueren y resucitan reencarnándose en sí mismos para dar ejemplo a la humanidad.

      Morir para renacer, ya sea en este plano o en otro, volver a tener un cuerpo físico con el cual moverse y seguir adelante, son requisitos de algunas religiones antiguas y modernas, como sucede en la ordenación de los sacerdotes y de algunas monjas: morir en el mundo para renacer (incluso con otro nombre) en la comunidad religiosa que los acoge.

      No siempre es lo mismo física y realmente, pero en lo simbólico el revivir, el renacer, el resucitar y el reencarnar tienen el mismo componente milagroso de evolución y crecimiento espiritual.

      Desde un punto de vista racional, los dioses son mucho más jóvenes que la humanidad, pero llevan viviendo muchos milenios más que todos nosotros. Tienen fecha de nacimiento y seguramente tendrán fecha de caducidad, pero su memoria sigue viva en el alma humana, reencarnándose constantemente entre las culturas que los vieron nacer junto con las almas de los seres humanos que vuelven una y otra vez a la vida.

      Reencarnación, ¿solo para los dioses?

      Las mitologías del mundo antiguo tenían en muy poca estima a los seres humanos, por ser inferiores, ignorantes, sucios, zafios y desagradecidos, y más de un vez se sintieron tentados a destruirlos del todo.

      En la mitología griega, Zeus lo intenta, pero Prometeo interfiere y salva a la humanidad dándoles el fuego y el entendimiento, aunque por el estado en que está hoy el mundo parece que dichos dones no fueron suficientes para mejorar a los humanos de forma esencial.

      En otra leyenda Pandora es la primera mujer creada por Zeus, primero como una autómata a la que después insufla de alma al ver su belleza, cosa que a Hera, por celos, no gustó nada, con lo que le añadió a Pandora el dudoso don de la curiosidad femenina. Como madre de la humanidad, Pandora cuida de sus hijos, pero un día se le prohíbe abrir una caja, o un ánfora, y la curiosidad le gana: abre la caja y de ella salen todos los males que aquejan hasta el día de hoy a la humanidad, como la misma mortalidad, quedando solo a salvo la esperanza, que más tarde se volverá vacua, ilusa y falsa, con lo que la humanidad se destruirá a sí misma sin que Zeus tenga que tomar la desagradable y difícil decisión de aniquilarla.

      Para algunos esa esperanza contiene la posibilidad de reencarnarse o de resucitar escapando del Averno, como en el caso de algunos héroes y semidioses, aunque la verdadera reencarnación corresponde, adosada a la inmortalidad, solo a los seres divinos que siempre están más allá de la humanidad.

      Quetzalcóatl baja al inframundo y renace para crear una nueva humanidad.

      Osiris revive tras haber sido muerto y despedazado.

      Horus, aunque tuerto, vuelve del más allá.

      Buda renace en todos y cada uno de los Dalai Lama que en el mundo han existido.

      Krishna muere y renace varias veces.

      Cristo resucita al tercer día de morir en la cruz.

      Mitra vuelve de la muerte para salvar a su pueblo.

      Dionisio entra y sale del Averno cuando quiere, llevando y sacando almas para que vuelvan a la vida terrestre.

      Lucifer cae, pero pervive y, a su manera, continúa con el plan divino.

      Incluso Prometeo, aunque de una forma cruel y dolorosa, sobrevive tras su derrota.

      Todos ellos se mantienen en la continuidad de la existencia, de la vida más allá de la vida biológica y terrenal, y tienen el don de trasladar esa inmortalidad espiritual a sus fieles seguidores.

      Las divinidades tienen el don de prolongar la vida, de resucitar a los muertos, de crear nuevas humanidades, de otorgar la reencarnación, de escapar de la nada, de elegir a los salvos y evitarles la condena del juicio final.

      La resurrección y la posibilidad de recuperar un cuerpo físico, en suma, es prerrogativa de los dioses, y solo de ellos depende que los seres humanos continúen existiendo físicamente en este mundo, y espiritualmente en el más allá.

      Los mitos, mitos son, pero encierran lecciones y símbolos, metáforas y sabiduría que se pueden interpretar más allá de las leyendas,

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