Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova
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El sistema no piensa en su propia muerte o la pospone a un futuro milenario sin historia. Desconoce, descalifica, debilita, confunde, enajena a su opositor; lo anula como sistema. Y así como los sabios del rey por buena educación no hablan al rey de su muerte y menos de la muerte de la casa real, así los científicos al servicio de un sistema de dominación y acumulación que se encuentra en situación terminal y que coloca en situación terminal a todos sus vasallos, ni pensar pueden en esa posibilidad, y a su silencio se suman las fiestas y fanfarrias de quienes anuncian que el sistema tiene asegurada la vida, al menos, por un milenio.[2]
En estas circunstancias, la capacidad de pensar y el saber acumulativo son sustituidos por un cúmulo de anécdotas y afirmaciones alejadas de cualquier principio de explicación causal. El ataque concéntrico a la conciencia social, la memoria histórica y la facultad de pensar terminan entonces por reducir las opciones de una existencia fundada en la ciudadanía plena y democrática.
Bajo la acción intemporal de vivir el presente, la capacidad de juicio para evaluar y fijar los elementos del sano sentido común cede paso al nihilismo de un sistema social que elimina del campo de posibilidades las alternativas a su existencia. El neoliberalismo acompasa su quehacer con una construcción utilitaria del tiempo, de las ciencias y del conocimiento fuerte, inhabilitando a este último como una herramienta para la explicación causal de hechos y acontecimientos históricos y políticos. Su nueva arma para luchar contra la memoria histórica y la conciencia crítica es la dictadura del big data.
Por otro lado, el emergente sistema global, bajo el paraguas de la economía de mercado y el neoliberalismo, hace desaparecer la posibilidad de solucionar problemas estructurales afincados en la lógica del capitalismo. Contra esta manera de pensar y actuar, González Casanova se muestra beligerante:
pocas hipótesis tienen tantas posibilidades de ser confirmadas como ésta: la solución a los problemas sociales como problemas científicos y como problemas reales es imposible con el actual sistema de dominación y acumulación capitalista y con la lógica que en él impera. En relación al mismo ya no sólo se plantean las alternativas anteriores de reforma o revolución. Hay otras más que surgen tanto de los nuevos movimientos sociales como de los modelos matemáticos sobre sistemas en transición al caos y en transición del caos a un orden llamado emergente o alternativo. Tanto en los movimientos como en los modelos aparecen lo que en estos últimos se llaman atractores y bifurcaciones en que parecería optarse por uno de ellos, así como fractales y formaciones parecidas que se forjan a las más distintas escalas. La atención a la construcción de alternativas en los movimientos sociales y en los modelos de sistemas habrá de dar cabida a las nuevas estructuraciones de la libertad, la democracia y la justicia social. Con una y otras será fundamental estudiar cuáles son las alternativas que no sólo permitan construir el “buen vivir”, sino preservar la vida.[3]
Bajo un tiempo de oscuridad que atisba el fin de las alternativas, emerge el quehacer teórico y político de González Casanova. Sus reflexiones se convierten en un manifiesto ético-político contra el capitalismo corporativo y depredador; provee de herramientas, argumentos, da sentido y configura una explicación global en la que se perfilan las bases de un pensamiento fuerte, de firmes convicciones democráticas. Es un maestro artesano del pensamiento crítico. Sabe esculpir y manejar las palabras para dotar de sentido político las propuestas liberadoras sin caer en las majaderías y esquematismos vulgares. Defensor del rigor académico, no se deja avasallar por las modas ni cede ante el poder. Así, su obra no tiene fisuras, pero está llena de preguntas, reformulaciones, críticas y, sobre todo, de honestidad. No ha dejado de señalar la amenaza que representa el capitalismo corporativo y sus gobiernos para la construcción de un mundo democrático, apunta los obstáculos del neoliberalismo y señala la necesidad de “precisar y construir nuevos conceptos y lenguajes sobre una democracia plural y universal que aborde la solución a los problemas sociales y ecológicos y que, de hecho, contribuya a la construcción de nuevas formas de comunicación y vida capaces de asegurar la supervivencia del planeta en situaciones menos amenazadoras e inhumanas”.[4]
Por estos motivos, la obra de Pablo González Casanova es patrimonio de la humanidad. Su vocación humanista lo llevan desde la sociología a la ciencia política o a la economía, de la historia a la antropología, las ciencias de la vida, la materia o las llamadas ciencias de la complejidad; por esta razón una antología de su obra se antoja multidisciplinaria. Dado que este primer volumen busca acercar su obra al lector, la selección de trabajos se ha realizado con una perspectiva transversal, cubriendo lo más significativo de su pensamiento en más de medio siglo de labor. Igualmente, se han respetado los tiempos de elaboración categorial y conceptual. En esta perspectiva se busca la comprensión de las coordenadas histórico-sociales y políticas en las que han sido concebidos los textos, con el objetivo de facilitar una lectura epistemológica y sin dejar de lado los problemas y las coyunturas que han obligado al autor a desarrollar nuevas vertientes de conocimiento, adentrándose de lleno en la lucha teórica como parte de la creación de alternativas al neoliberalismo y al capitalismo corporativo.
Las relaciones sociales de explotación, las estructuras del colonialismo interno, así como la lucha por la democracia y el desarrollo, son pilares sobre los cuales descansa toda su obra. En su condición como ciudadano y científico social, asume la responsabilidad ético-política del hombre comprometido con su tiempo y contexto: se enfrenta al poder desde los valores y principios democráticos. En palabras de Wright Mills, González Casanova:
Imputa, a los que tienen poder y lo saben, grados variables de responsabilidad por las consecuencias estructurales que descubre en su trabajo, las cuales están decisivamente influidas por sus decisiones o por sus omisiones. A aquellos cuyas acciones tienen esas consecuencias, pero que parecen no saberlo, les atribuye lo que ha descubierto. Intenta educar y después, de nuevo, imputa responsabilidad. A quienes regularmente carecen de tal poder y cuyo conocimiento se limita a su ambiente cotidiano, les revela con su trabajo el sentido de las tendencias y decisiones estructurales en relación con dicho ambiente y los modos en que las inquietudes personales están conectadas con los problemas públicos; en el curso de estos esfuerzos dice lo que ha descubierto, concerniente a los más poderosos. Éstas son sus principales tareas educativas y son sus principales tareas públicas cuando habla a grandes auditorios.[5]
Toma posición y hace suyo el rigor metódico que debe acompañar al trabajo intelectual donde los sujetos sociales forman parte de proyectos, políticas y decisiones que afectan su vida y su futuro. El compromiso ético-político confecciona su agenda, lo enfrenta a sus pares y obliga a considerar sus postulados como parte de una propuesta democrática, abierta a la crítica y al debate. Es por ello que no se enamora de sus ideas las desarrolla como parte del trabajo intelectual; evolucionan y están al servicio de una ciencia comprometida con los valores de la liberación, la democracia y el socialismo. La necesidad de un mundo alternativo al neoliberalismo obliga a construir un conocimiento donde el saber democrático suponga repensar las tecnociencias y las ciencias de la complejidad. Para comprender los cambios