Casi Ausente. Блейк Пирс
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—No tengo requisitos alimentarios ni alergias. Tampoco problemas de salud.
Cassie esperaba que su medicación para la ansiedad no contara como crónica. Decidió que era mejor no mencionarla, ya que estaba segura de que sería una enorme señal de alarma.
Maureen garabateó una nota en el archivo.
—¿Qué harías si los niños bajo tu cuidado se comportaran de forma traviesa o desobediente? ¿Cómo lo manejarías? —le preguntó luego.
Cassie respiró hondo.
—Bueno, no creo que haya una única respuesta. Si una niña es desobediente porque corre hacia una calle peligrosa, el abordaje sería distinto a si no quiere comer verduras. En el primer ejemplo sería priorizar la seguridad y apartar a la niña del peligro lo más pronto posible. En el segundo, intentaría razonar y negociar con ella: ¿por qué no te gustan? ¿Es la apariencia o el gusto? ¿Estarías dispuesta a probar? A fin de cuentas, todos pasamos por etapas con la comida y generalmente las superamos.
Maureen parecía satisfecha, pero las siguientes preguntas fueron más difíciles.
—¿Qué harías si los niños te mintieran? ¿Por ejemplo, si te dijeran que tienen permiso para hacer algo que los padres les habían prohibido?
—Les diría que no tienen permiso, y la razón si la supiera. Les sugeriría hablar juntos con los padres y discutir la orden como familia, para ayudarles a entender por qué es importante.
Cassie sentía como si estuviese caminando por una cuerda floja, y esperaba que sus respuestas fueran aceptables.
—Cassie, ¿cómo reaccionarías si estuvieras presente durante una pelea doméstica? Al vivir en el hogar de una familia, habrá momentos en los que los integrantes no se lleven bien.
Cassie cerró los ojos por un momento, apartando los recuerdos desencadenados por las palabras de Maureen. Gritos, vidrios que se rompen, quejas de vecinos enojados. Una silla calzada bajo el inquieto picaporte de la puerta de su dormitorio, la única y débil protección que había podido encontrar.
Pero cuando estaba por decir que se encerraría con los niños en un lugar seguro y llamaría a la policía inmediatamente, Cassie se dio cuenta de que Maureen no podía estar refiriéndose a ese tipo de pelea. ¿Por qué lo haría? Obviamente se refería a una discusión, gritar algunas palabras con enojo o ira; fricción temporal más que destrucción total.
—Intentaría mantener a los niños en un lugar en el que no puedan escuchar —dijo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Y respetaría la privacidad de los padres, me mantendría al margen. Después de todo, las peleas son parte de la vida y la niñera no tiene derecho a tomar partido o involucrarse.
Ahora, finalmente, se había ganado una pequeña sonrisa.
—Buena respuesta —dijo Maureen.
Revisó su computadora nuevamente mientras asentía, como confirmando una decisión que recién había tomado.
—Hay solamente una posibilidad aquí que podría ofrecerte. Una posición con una familia francesa —dijo, y el corazón de Cassie dio un vuelco, para luego hacer un aterrizaje forzoso cuando Maureen agregó—. Su última niñera se marchó inesperadamente luego de un mes, y han tenido dificultades para encontrar su reemplazo.
Cassie se mordió el labio. No sabía si la niñera había renunciado o la habían despedido, pero no podía darse el lujo de que a ella le pasara lo mismo. Con la comisión de la agencia más el precio del pasaje estaba invirtiendo todos sus ahorros en este emprendimiento. Tenía que hacer todo lo posible para lograrlo.
—Es una familia adinerada con un hogar hermoso. No es en la ciudad. Es una mansión en el campo, en un terreno muy extenso. Hay un huerto y un pequeño viñedo (no para uso comercial) y también caballos, aunque no se requieren conocimientos ecuestres para el trabajo. De todas formas, tendrás la posibilidad de aprender a montar a caballo cuando estés allí, si así lo deseas — agregó Maureen.
—Me encantaría —dijo Cassie.
El encanto de la campiña francesa más la promesa de montar a caballo hizo que el riesgo valiera la pena. Y una familia adinerada seguramente significaba mayor estabilidad laboral. Quizás la niñera anterior no había estado dispuesta a intentarlo.
Maureen se acomodó las gafas y apuntó una nota en el formulario de Cassie.
—Ahora, debo subrayar que no todas las familias para las que se trabaja son fáciles. Algunas son un desafío y otras son realmente difíciles. El éxito de este trabajo será una responsabilidad enteramente tuya.
—Haré todo lo posible para lograrlo.
—Abandonar una asignación antes del primer año es inaceptable. Significaría incurrir en una tasa de cancelación considerable, y no volverías a trabajar con nosotros. Los detalles están estipulados en el contrato —Maureen le señaló la página con su lapicera.
—No creo que eso suceda —respondió Cassie con firmeza.
—Bien. Entonces, el último punto que debemos discutir es el cronograma.
—Sí. ¿Cuándo estaría partiendo? —preguntó Cassie.
La ansiedad la volvió a inundar al preguntarse cuánto tiempo más tendría que eludir sus problemas.
—Normalmente lleva seis semanas, pero la solicitud de esta familia es urgente así que lo vamos a acelerar. Si las cosas avanzan como esperamos, estarás volando en una semana. ¿Te parece bien?
—Per…perfecto —tartamudeó—. Gracias, acepto el empleo. Haré todo lo posible para que funcione, y no la voy a defraudar.
La mujer la miró con severidad por un buen rato, como resumiéndola una última vez.
—No lo hagas —le dijo.
CAPÍTULO DOS
En los aeropuertos todo era una despedida, pensó Cassie. Partidas apresuradas, el entorno impersonal privándote de las palabras que realmente quieres decir y del tiempo para decirlas.
Una amiga la había llevado al aeropuerto, y Cassie le había insistido que la dejara allí y no entrara con ella. Un abrazo antes de bajarse del auto era más rápido y fácil. Mejor que un café costoso y una conversación incómoda que se agota mientras la hora de partir se acerca. Después de todo ella viajaba sola, dejando atrás a todas las personas que conocía. Tenía sentido que empezara ese viaje lo antes posible.
Mientras empujaba el carrito del equipaje, Cassie sintió cierto alivio por las metas que había logrado hasta ahora. Había obtenido la asignación, la meta más importante de todas. Había pagado el pasaje de avión y la comisión de la agencia, habían acelerado el proceso para obtener la visa, y había llegado en hora para el check in. Había empacado sus pertenencias según la lista que le habían dado y estaba encantada con la mochila de azul intenso con el logo de “Las Niñeras de Maureen” que le habían regalado, porque no habría tenido espacio en su maleta para poner toda su ropa.
Desde ahora y hasta que aterrizara