El craneo de Tamerlan. Sergey Baksheev

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El craneo de Tamerlan - Sergey Baksheev

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miró comprensivamente a Dmitri. Un par de meses atrás había defendido al muchacho desgarbado de unos malandros borrachos y desde ese momento se ganó el aprecio del buen ajedrecista que era Dmitri.

      Cuando llegó al tercer año en el instituto, Zakolov ya se había dado cuenta que no tenía contendientes dignos en ajedrez, ni en el instituto, ni en la residencia. Eran pocos los que deseaban perder continuamente y a Tikhon no le gustaban las victorias fáciles. Dmitri Kushnir era el campeón de ajedrez de Tashkent entre los adolescentes. Para jugar con él, Tikhon necesitaba todo el cerebro. Ese ejercicio intelectual lo excitaba y una victoria difícil lo llevaba a un estado de éxtasis.

      Esta vez, en vez de un tablero de ajedrez, Dmitri tenía en la mano un periódico, doblado al tamaño de un sobre. Tímidamente desdobló el periódico y, con un dedo, señaló un artículo grande en la última página del periódico de Tashkent, “Juventud Oriental”.

      – Mira, un artículo de mi hermana. —

      Bajo la columna: “Lo evidente— lo improbable” se destacaba el título:

      LA MALDICION DE LA TUMBA DE TAMERLAN

      La firma en la parte inferior resaltaba: Tamara Kushnir.

      – Tu hermana es periodista? – preguntó Tikhon ligeramente asombrado.

      – Estudia en la facultad de comunicación social de la universidad. Bueno, estudiaba. – Dima añadió, con cierta tristeza. – La expulsaron después de que escribió este artículo…. En cuarto año. Y destruyeron todos los ejemplares del periódico. —

      – Todos? – Tikhon señaló el que tenía en la mano.

      – Fue el único que quedó. Tamara lo tomó de la tipografía. Hizo mucha bulla alardeándose. El tiraje no salió a la venta. Y destituyeron al redactor-jefe. A la casa vinieron a buscar el ejemplar, pero Tamara consiguió disimularlo y conservó el artículo. Tomaron los borradores que ella había hecho y se fueron. —

      – Que hay ahí de sedicioso? Un llamado contra el poder soviético? —

      – No! Que te pasa? Yo no entiendo. Léelo tú. —

      Tikhon se quedó mirando al muchacho preocupado y se imaginó la figura encorvada como un signo de interrogación. Entonces le propuso:

      – Juguemos una partida de ajedrez. Para conspirar. —

      – Ajá. Voy a traer el tablero. – Dmitri se apuró a salir, pero cerca de la puerta se detuvo. – Pero, del artículo, tú no le digas a nadie…. —

      – No te preocupes…. Cerramos la puerta. —

      Tikhon alisó la hoja de papel y se enfrascó en la lectura.

      “Yo iba al encuentro de esta persona y no me imaginaba el misterio que me iba a transmitir. Inicialmente me había hecho a la idea de conversar con el conocido camarógrafo de cine, de Uzbekistan, Malik Kasimov, acerca de tomas fotográficas en el frente de la Gran Guerra Patria3. Como se arriesgaba la vida, en el calor, en el frío, para fijar el rostro de los soldados en la película cuando iban al ataque, en los sangrientos combates con los fascistas, el instante de las victorias y la tristeza de la muerte.

      Sin embargo, desde el mismo principio, la conversación con el camarógrafo, en su casa de Tashkent, cogió otro rumbo.

      – Usted sabe que yo pude evitar la Gran Guerra patria? – Con voz triste me preguntó.

      – Usted pudo detener una guerra que duró cuatro años y que se llevó la vida de decenas de millones de seres humanos? – Me confundió.

      – Si yo hubiese tenido la firmeza y la decisión, la guerra no hubiese comenzado. —

      Después de esas palabras tan intrigantes, yo fui toda oídos. Que historia mítica me contó el laureado en arte de la República Soviética de Uzbekistan, y yo no tenía ninguna base para poner en duda sus palabras.”

      Dmitri Kushnir regresó con el tablero de ajedrez, comenzó a colocar las piezas pero, de pronto recordó y regresando a la puerta, la cerró con llave.

      – Es tu turno de jugar con las blancas. – le dijo a Zakolov y se sentó frente a él.

      Tikhon, quien prefería las partidas abiertas, automáticamente movió hacia adelante el peón del rey y continuó la lectura.

      “Iosif Vissarionovich Stalin tenía en muy alta estima al genio de la guerra y señor de Asia, el emir Timur, mejor conocido por el nombre de Tamerlan. En su libro de historia, Stalin subrayó que, justamente, los ejércitos del emir cojo vencieron a la Horda de Oro, gracias a lo cual, Rusia, finalmente, se liberó del yugo mongol. Entonces el deseo de buscar la tumba del gran guerrero dominó la mente de varias generaciones de científicos. Pero la decisión de la expedición la tomó Stalin personalmente en el año 1941. Además de los historiadores, lingüistas y arqueólogos que estaban en la expedición, fue incluido el conocido antropólogo Guerasimov. A partir del cráneo de Tamerlan, él debía reconstruir el rostro del gran guerrero.

      El grupo expedicionario llegó a Uzbekistan en junio de 1941. Como camarógrafo yo fui con el grupo de científicos. Yo debía filmar todas las etapas del momento histórico.

      En aquel momento nadie sabía exactamente donde estaba enterrado Tamerlan. Unos pensaban que él descansaba en su ciudad natal Shakhrizabz. Allá hay un mausoleo, en el cual, todavía en vida del emir, él ordenó construir una tumba profunda. Pero Tamerlan murió durante un recorrido en China en el año de 1405. Y el jefe de la expedición, el académico Kary-Niazov estaba convencido que al emir no lo llevaron de vuelta a su país sino que lo enterraron en el camino en Afganistan. Sin embargo, Guerasimov insistió en hacer las excavaciones en Samarkanda.

      Existía la teoría de que Tamerlan poseía una colosal densidad de energía negativa. Su biocampo electromagnético de una fuerza enorme le permitió tomar el poder y, en un corto tiempo, conquistar decenas de países, destruir cientos de miles de enemigos y construir el más grande imperio en los espacios abiertos de Asia. Su poder, al igual que su crueldad, no tenía límites. Con la muerte de Tamerlan la energía desapareció y el enorme imperio se dispersó en kanatos separados. Inclusive a su amado nieto, el inteligente Ulugbek, lo ejecutaron, de manera indigna, cortándole la cabeza.

      Pero la energía, por las leyes de la física, no desaparece. Ella se transforma, o….

      Con estas palabras, Malik Kasimov, significativamente, señaló con el dedo hacia abajo.

      O, los restos de Tamerlan conservaron la gigantesca energía mítica.”

      Tikhon Zakolov separó el artículo de sus ojos, ponderó la situación en el tablero e hizo un movimiento con un alfil. Kushnir respondió con un peón y dijo:

      – Por ahora nuestra partida repite la partida española del campeonato del mundo entre Karpov y Korchnoi en Baguio. —

      – Y ahí, quien ganó? —

      – Fue empate. —

      – El empate no me satisface. – Y Tikhon movió la reina hacia adelante de manera agresiva.

      – Esa jugada está contra la teoría.—

      – Nadie

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<p>3</p>

El nombre ruso para la 2ª. Guerra Mundial.