Una esquirla en la cabeza. Sergey Baksheev
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CAPITULO 14
Hassim. El escape desde China
Hassim, enseguida, tomó muy en serio las palabras del pequeño Shao, acerca del peligro que corría la caravana. El viejo Zhun ya le había advertido sobre algo semejante. El negocio con la pólvora se había hecho y engañar o mentir al experimentado comerciante chino no era posible.
Hacía muy poco que los chinos se habían liberado del poder de los mongoles y los habían expulsado al norte de la gran muralla. Durante muchos siglos la amenaza al imperio celestial vino de allá. Pero ahora, toda China miraba con preocupación hacia el occidente.
Allá había tomado fuerza el despiadado Tamerlán, y nadie sabía hacia donde dirigiría sus ejércitos la próxima vez. Desde tiempos antiguos los gobernantes de un país trataban de conseguir información de las ciudades y países vecinos a través de los comerciantes que transitaban sus tierras. Y frecuentemente, los datos obtenidos los utilizaban para conseguir pérfidos fines militares. Por eso, los poderes de todos los países se relacionaban con los comerciantes extranjeros de una manera cautelosa, sospechando siempre que eran espías.
Hassim sabía perfectamente como una noche, en la ciudad de Otrar, destrozaron una caravana que venía del país de Gengis Kan, considerándolos exploradores enemigos. En ese tiempo, en Asia central, todavía no sabían quién era ese kan Gengis, y pensaron que, de esa manera, lo iban a asustar. Pero eso solo hizo que Gengis se enojara a nivel de ira, y pronto todo Otrar fue cubierto en la sangre de miles de sus habitantes.
Por un momento, Hassim apartó sus pensamientos de preocupación y cariñosamente miró a su camella Shikha resucitada. Que milagro la salvó? El mismo había visto como ella había expirado. Y ahí está ella ahora, llena de fuerza. Solo la lana en las jorobas se encaneció.
El todopoderoso le da, otra vez, una buena señal. En una larga caminata, un camello más, nunca sobra.
Shikha miraba a lo lejos, hacia allá, de donde acababa de llegar junto con Shao. A Hassim le pareció, con asombro, que la mirada de Shikha, normalmente apática e indiferente como en todos los camellos de carga, ahora era aguda y de preocupación. ¿Solo le pareció?
Amanecía. El sol se levantaba sobre el valle. Shaken, el jefe de seguridad, intranquilo por las palabras del chino, ya había dispuesto la preparación rápida para el camino. Había que partir rápido, antes que aparecieran los perseguidores. Pronto estuvo lista la caravana para partir. Mientras esperaban, Shaken observaba a Hassim.
En esos momentos, Hassim siempre recordaba el dicho chino: Inclusive, un camino de mil millas comienza con el primer paso. ¿Cuantos pasos de esos ya había hecho él? Esta vez Hassim decidió quedarse al final de la caravana, para ser el primero para ver la posibilidad del peligro.
Todos esperaban su señal. Shikha estaba a su lado. “Oh, todopoderoso Alá danos la fortuna de salir con bien de China”, pidió en voz baja el comerciante.
Él quiso dar la orden de partida al principal conductor de la caravana, pero en ese momento, Shikha, emitió un quejido que le venía de las entrañas. Ella nunca se había quejado de esa manera. Hassim se volteó. Mirándolo fijamente estaban los grandes ojos preocupados de la camella. De nuevo hizo su extraño quejido y dirigió su cabeza hacia el lado de las montañas. A Hassim le pareció que ella quería decirle algo.
¡El mudo animal trataba de explicarle algo!
Shikha, de nuevo, lo miró particularmente, y de repente, Hassim, olvidándose de las preocupaciones, inmediatamente se sintió muy tranquilo y como si no estuviera en una tierra extranjera peligrosa, sino en su hogar. La camella se volteó y rápidamente se fue caminando hacia las montañas, moviendo las inusuales jorobas. Se alejó sin mirar hacia atrás. Hassim se le quedó mirando, y sin darse cuenta, hizo la señal para que la caravana la siguiera.
El camino trillado tomado por muchos de los caravaneros era por la llanura a lo largo del río. Ahí estaban los pueblos conocidos de Hassim, donde era posible conseguir comida, descansar y conocer las últimas noticias. Más adelante donde el río hacía una curva fuerte había un puente, el cual utilizaban todos los viajeros. ¿No fue de este puente que advirtió Shao? Puede ser que los chinos pensaran que el extranjero Hassim quisiera volar ese puente. Entonces, justo por este camino, los ejércitos chinos iban a perseguir la caravana.
Pero Shikha escogió otro camino; por los pasos montañeros. Por ahí, las caravanas comerciales nunca iban. Hassim no conocía este camino, pero cuando él ordenó a la caravana seguir a Shikha en dirección a la montaña, estaba inusualmente tranquilo y seguro de haber tomado el camino correcto.
Después de algunas horas, la caravana ya subía por la serpentina de la montaña. En una de las curvas, Hassim, como iba de último, miró hacia atrás. Abajo se abría la llanura que hacía poco habían abandonado. En ese lugar ya amanecía, y el conjunto de fogatas apagadas mostraba donde acampó el ejército de jinetes armados. El sol brillaba en sus cascos. Hassim dedujo que estos eran los perseguidores. Ya los caballos estaban listos y entonces los jinetes se lanzaron al galope, hacia el oeste, por el camino caravanero principal.
Rápidamente, Hassim se escondió tras un peñasco, cuidándose de que los chinos no vieran su pequeña silueta.
CAPITULO 15
Encuentro con el brujo
Los hermanos Peregudov, tensos, miraban hacia la oscuridad, sin importarles las picadas de los zancudos. Era obvio que la desagradable y extraña voz los había asustado mucho.
En ese momento, la negra neblina homogénea se puso en movimiento. Algo en ella se balanceo y a la luz, sin hacer ruido, apareció una figura oscura. El aparecido estaba vestido con una burda chaqueta acolchada y abierta, y sobre la cabeza un feo y grande sombrero de fieltro, terminado en punta, y cuya visera le oscurecía el rostro.
El primer pensamiento de Zakolov fue: ¿este es el famoso brujo? ¿Pero como supo mi nombre?
El desconocido se acercó, la sombra en la cara disminuyó y a la luz se mostró un rostro plano, con ojos rasgados y una sonrisa tímida.
No, pensó Tikhon, el brujo debe ser viejo y este, aunque está vestido extrañamente, es joven y sin barba. ¡Espera! A Tikhon le parecieron unos rasgos conocidos en el rostro kazajo. En alguna parte, él ya había visto esa sonrisa tímida, también, saliendo misteriosamente de la oscuridad.
– Soy yo, Murat. – se presentó el desconocido y sonrió más abiertamente.
– Murat?! – Tikhon reconoció al muchacho, el cual había encontrado hacía un año, en el patio del instituto. – Que estás haciendo aquí? —
– Yo vivo aquí, con mi abuelo. – Murat señaló hacia el lado donde estaba la choza.
– Ah, ¿tu abuelo es el brujo? – Tikhon preguntó, en voz baja.
– Que brujo nada. – se ofendió Murat. – Es un anciano sabio, ha vivido mucho, sabe mucho y a veces predice el futuro. Por eso es que la gente lo llama brujo. Pero entre nosotros, los kazajos, el nombre shaman se considera honorable. – Murat respiró hondo y agregó. – Es verdad que con frecuencia lo llaman brujo. —
– Predice el futuro? – preguntó, asombrado, Vlad.
– En