El lado perdido . Sally Green
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Читать онлайн книгу El lado perdido - Sally Green страница 15
—Es una oferta tentadora —agrega Nesbitt—. Pero les dije que si te entregan no volveré a dirigirles la palabra. Hasta ahora eso parece haberlos disuadido.
Hubo un tiempo, hace años, en que Celia no habría pensado dos veces en matarme o dejarme morir, pero ahora sé que no lo haría. También hubo un tiempo en que el comentario de Nesbitt me habría molestado. Ahora exhalo aros de humo mientras los escucho.
Uno de los aprendices masculla algo sobre las condiciones en las que tienen a los prisioneros. Me doy cuenta entonces de que los aprendices, sin faltar alguno, están alrededor de nosotros, escuchando. Me pregunto cuántos de ellos querrían entregarme a cambio de amnistía.
Nesbitt también escucha el comentario y mira hacia los aprendices, luego dice con suficiente fuerza para que todos lo escuchen:
—Claro que podrías entregarte a Soul, Nathan. Sé que te encantaría ayudar a los prisioneros, aliviar su sufrimiento.
—No aliviaría nada —digo, mientras piso el cigarrillo contra el suelo.
Quizá liberaría a los prisioneros, pero lo dudo, y el hecho de que Soul esté en el poder significa que otros sufrirán. Nunca dejará de perseguir a los Brujos Negros o a cualquiera que objete su control del poder.
Puedo imaginarme a los prisioneros que están en las celdas del sótano del edificio del Consejo, algunos en la misma celda donde me tuvieron una vez, antes de ser tatuado. Me dejaron en total oscuridad, encadenado a la pared. Me siento mal por cualquier Brujo Negro que haya entre los prisioneros —son los que sufrirán más al tener que quedarse bajo techo de noche—, pero sé que entregarme no le pondrá fin a la crueldad de Soul.
—Camina conmigo, Nathan. No creo que necesitemos tener público para esto —dice Van, mientras se levanta.
Me incorporo, ella coge mi brazo y nos alejamos del campamento. Gabriel y Nesbitt nos siguen de cerca.
—Soul quiere tenerte, Nathan. Pero creo que te preferiría vivo que muerto. El Consejo te encerró en una jaula y te entrenó para que asesinaras a tu padre. Era un plan bastante retorcido, pero creo que Soul ahora es aún más ambicioso. Creo que quiere convertirte en su esbirro privado, para que asesines a quien él desee.
—¿La gente tiene visiones sobre eso también?
—Hasta donde sé, no. Pero encaja con su plan de controlar a todos los brujos del mundo. Le encantaría que fueras su sicario. Nunca he tenido un encuentro con Soul, claro, pero Celia lo conoce y tengo entendido que tú también. ¿Crees que él querría eso?
Mi instinto me dice que sí.
—Quería darme los tres regalos para mi cumpleaños cuando cumplí diecisiete. Siempre me pareció extraño. Daba la impresión de que era algo personal para él —le digo a Van.
—Sí, creo que se trata de algo personal. No creo que te necesite, pero te quiere a su lado. En parte es su propio ego, en parte —se encoge de hombros—, obsesión. Lograste escapar y te quiere de vuelta. Pero sobre todo anhela el poder.Y cree que poseerte, reafirmará su fuerza.
—Entonces me alegro de que no lo haga.
—Exactamente. Pero, a diferencia de Soul, la Alianza se halla en un estado débil y vulnerable. Celia trabaja duro para mantener la moral alta y entrenar a los pocos reclutas que tenemos, pero por ahora nuestra prioridad es continuar a salvo. Mantener el perfil bajo. No atacar a los Cazadores. Y no arriesgarnos a perderte. Te necesitamos, Nathan. Si falleces, la Alianza fracasará. No puedes arriesgar tu vida persiguiendo a grupos pequeños de Cazadores, no es la manera de derrotar a Soul —Van se detiene y me mira fijamente—. Aunque percibo que ése no es tu objetivo principal en este momento.
Me encojo de hombros.
Ella insiste.
—¿Estás buscando a Annalise?
—¿Tú qué crees? Por su culpa, mi padre está muerto. Por su culpa, la mitad de la Alianza está muerta.
—¿Qué harás si la encuentras? —pregunta Van.
Suelto un bufido.
—¿A qué te refieres, si voy a matarla lenta o rápidamente? Ahora prefiero algo rápido, pero tendré que decidirlo en el momento.
Van inhala profundamente y saca su pitillera de la chaqueta, me ofrece un cigarrillo y coge uno para ella. Fumamos en silencio durante unos momentos antes de que me pregunte:
—¿Puedes usar alguno de los Dones de tu padre?
—¿Sabes?, es de mala educación preguntarle a un Brujo Blanco por sus Dones, y yo soy mitad Blanco, Van.
—Parece que olvido los modales por completo cuando estoy contigo, Nathan —dice, mientras exhala el humo en mi rostro.
Por alguna razón, eso me hace sonreír.
—Estoy trabajando para controlarlos. En mis Dones, quiero decir, no en mis modales.
—¿Con qué resultados? —parece contener una sonrisa.
—Puedo volverme invisible, eso es lo que mejor controlo, y puedo matar lanzando rayos. También consigo exhalar fuego.
Y para demostrarlo, dejo escapar un pequeño aro de humo sin la ayuda de un cigarro.
—¿Y controlar el tiempo?
—Lo estoy intentando, pero es difícil. Aunque ya sabes, los aros de humo tampoco son fáciles.
Sorprendentemente, eso sí la hace sonreír, y luego me lanza un enorme aro de humo y una serie de aros más pequeños.
Aún no estoy seguro de adónde quiere llegar con esta conversación.
—¿Crees en las visiones en las que asesino a Soul, Van?
—No necesito creer en las visiones cuando tengo algo mejor, algo tangible que creo que te dará la posibilidad de aniquilarlo y permitir que la Alianza triunfe —hace una pausa para darle una larga calada a su cigarro y luego prosigue—: Incluso con todos los Dones de tu padre, aún eres vulnerable. Eso lo demuestra su muerte. Más importante que dominar los Dones, necesitas protección. Necesitas algo que te vuelva invencible, algo que te mantenga a salvo. Necesitas el amuleto Vardiano.
—Está bien. Admito que no tengo la menor idea de a qué te refieres.
—Es un objeto antiguo y muy poderoso. Se cree que se remonta a los primeros días de la brujería. Todos los amuletos protegen a quien los posee, pero éste es único. Fue creado por una Bruja Negra llamada Vardia. Por aquel entonces, los Negros y Blancos convivían pacíficamente —Van sonríe, como si ella misma no lo creyera—. Vardia se enamoró de un hombre poderoso, Linus, un príncipe, según dicen algunos; pero además era un Brujo Blanco. Tenía pocos poderes y requería la protección de Vardia. Le dijo que la amaba y ella creó para él ese amuleto. Él ganó muchas batallas con sólo oprimir el artefacto contra su pecho. Peleó contra los más fuertes y nunca lo hirieron. Se volvió cada vez más poderoso. Linus estaba agradecido con Vardia, pero en realidad no la amaba y sabía que nunca lo haría.