El cuerpo lleva la cuenta. Bessel van der Kolk
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Los niños y los adultos traumatizados tienen muchos síntomas somáticos para los que no se encuentra ninguna base física clara. Pueden incluir dolores crónicos de espalda y de nuca, fibromialgia, migrañas, problemas digestivos, colon espástico o síndrome del intestino irritable, fatiga crónica y ciertas formas de asma.16 Los niños traumatizados presentan una tasa de asma cincuenta veces superior que sus semejantes no traumatizados.17 Varios estudios han demostrado que muchos niños y adultos con ataques de asma fatales no eran conscientes de haber tenido problemas respiratorios antes de los ataques.
ALEXITIMIA: INCAPACIDAD
DE PONER PALABRAS A LOS SENTIMIENTOS
Tuve una tía viuda con un doloroso historial traumático que se convirtió en abuela honoraria de nuestros hijos. Solía venir a visitarnos con frecuencia, unas visitas siempre marcadas por mucha actividad (hacer cortinas, arreglar los estantes de la cocina, coser la ropa de los niños) y muy poca conversación. Siempre estaba dispuesta a complacer, pero costaba adivinar qué le gustaba hacer. Después de varios días compartiendo comentarios amables, la conversación cesaba y a mí me costaba mucho trabajo rellenar los largos silencios. El último día de una de sus visitas, la llevé al aeropuerto y allí me dio un seco abrazo de despedida mientras le caían lágrimas por las mejillas. Sin rastro de ironía, se quejó de que el viento frío del aeropuerto internacional de Logan la hacía llorar. Su cuerpo sentía la tristeza que su mente no podía registrar: estaba despidiéndose de su joven familia, los parientes vivos más cercanos que tenía.
Los psiquiatras llaman a este fenómeno alexitimia, un término griego que significa «no poder poner palabras a los sentimientos». Muchos niños y adultos traumatizados simplemente no pueden describir lo que sienten porque no pueden identificar el significado de sus sensaciones físicas. Pueden parecer furiosos, pero negar que estén enfadados; pueden parecer aterrorizados, pero afirmar que están bien. No ser capaz de discernir lo que sucede en su cuerpo les hace perder la conexión con sus necesidades, y les cuesta cuidar de sí mismos, se trate de comer la cantidad adecuada en el momento adecuado o de dormir las horas necesarias.
Como mi tía, los alexitímicos sustituyen el lenguaje de la acción por el de la emoción. Si se les pregunta «¿Cómo se sentiría si viera un camión viniendo en su dirección a 130 km/hora?» la mayoría de la gente diría «Me quedaría aterrorizado» o «Paralizado por el miedo». Un alexitímico podría responder «¿Cómo me sentiría? No sé, me quitaría del medio».18 Suelen registrar las emociones como problemas físicos en lugar de como señales de que algo merece su atención. En lugar de sentirse enfadados o tristes, experimentan dolor muscular, irregularidades intestinales u otros síntomas para los que no se puede encontrar ninguna causa. Aproximadamente tres cuartas partes de los pacientes con anorexia nerviosa, y más de la mitad de los pacientes con bulimia, se sienten desconcertados por sus sentimientos emocionales y les cuesta mucho describirlos.19 Cuando los investigadores mostraron imágenes de rostros enfadados o angustiados a personas con alexitimia, no podían adivinar qué estaban sintiendo esas personas.20
Una de las primeras personas que me enseñaron acerca de la alexitimia fue el psiquiatra Henry Krystal, que había trabajado con más de mil supervivientes del Holocausto para intentar comprender el trauma psíquico masivo.21 Krystal, que también era superviviente de un campo de concentración, observó que muchos de sus pacientes tenían éxito profesionalmente, pero sus relaciones íntimas dejaban mucho que desear y eran distantes. Suprimir sus sentimientos les había permitido atender a las tareas en el mundo, pero pagando un precio. Aprendieron a silenciar sus emociones antaño abrumadoras y, como resultado de ello, ya no reconocían lo que estaban sintiendo. Pocos de ellos estaban interesados en la terapia.
Paul Frewen de la Universidad de Ontario Occidental realizó una serie de escáneres cerebrales a personas con TEPT que sufrían alexitimia. Uno de los participantes le dijo: «No sé lo que siento, es como si mi cabeza y mi cuerpo no estuvieran conectados. Estoy viviendo en un túnel, en la niebla, pase lo que pase tengo la misma reacción: insensibilidad, nada. Tomar un baño de espuma o quemarme o que me violen es la misma sensación. Mi cerebro no siente nada». Frewen y su compañera Ruth Lanius descubrieron que cuanto más desconectada estaba la gente de sus sentimientos, menos actividad tenía en las áreas de autopercepción del cerebro.22
Como a la gente traumatizada suele costarle percibir lo que sucede en su cuerpo, carece de una respuesta matizada ante la frustración. Reaccionan ante el estrés quedándose «atontados» o bien con una rabia excesiva. Sea cual sea su respuesta, a menudo no pueden decir qué los está alterando. Esta incapacidad de conectarse con su cuerpo contribuye a su bien documentada ausencia de autoprotección y a sus altas tasas de revictimización,23 así como a sus notables dificultades en sentir placer, sensualidad y propósito.
Las personas con alexitimia pueden mejorar si aprenden a reconocer la relación entre sus sensaciones físicas y sus emociones, del mismo modo que las personas daltónicas solo pueden penetrar en el mundo del color aprendiendo a distinguir y a apreciar las tonalidades de gris. Como mi tía y los pacientes de Henry Krystal, suelen mostrarse reticentes a hacerlo: la mayoría parece haber decidido inconscientemente que es mejor seguir visitando a médicos tratando males que no se curan que llevar a cabo la dolorosa tarea de hacer frente a los demonios del pasado.
DESPERSONALIZACIÓN
Un paso más abajo en la escalera del auto-olvido es la despersonalización; es decir, perder la noción de uno mismo. El escáner cerebral de Ute del capítulo 4 es, en su propia blancura, un claro ejemplo de despersonalización. La despersonalización es habitual durante las experiencias traumáticas. En una ocasión, me atracaron por la noche en un parque cerca de mi casa y, flotando sobre la escena, me vi a mí mismo echado sobre la nieve con una pequeña herida en la cabeza, rodeado por tres adolescentes armados con cuchillos. Disocié el dolor de sus puñaladas en las manos y no sentí el menor miedo mientras negociaba tranquilamente para que me devolvieran la cartera vacía. Supongo que no desarrollé un TEPT, en parte, porque sentía curiosidad por esa experiencia que había estudiado tan de cerca en otras personas, y en parte también porque me hice ilusiones de que podría hacer un retrato de mis atacantes para mostrárselo a la policía. Obviamente, nunca les pillaron, pero mi fantasía de venganza seguramente me aportó una satisfactoria sensación de agencia.
Las personas traumatizadas no son tan afortunadas y se sienten separadas de su cuerpo. Una descripción especialmente buena de la despersonalización es la del psicoanalista alemán Paul Schilder, que en 1928 escribió en Berlín:24 «Para las personas despersonalizadas, el mundo parece raro, peculiar, extraño, onírico. En ocasiones, los objetos son de un tamaño extrañamente pequeño, en ocasiones planos. Los sonidos parecen venir de lejos… Del mismo modo, las emociones también sufren una notable alteración. Los pacientes se quejan de que no pueden experimentar ni dolor ni placer. Se han convertido en unos extraños para sí mismos».
Me fascinó saber que un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Ginebra25 había inducido similares experiencias extracorpóreas suministrando suaves corrientes eléctricas en un punto concreto del cerebro, en la unión temporal parietal. En una paciente, le provocó la sensación de estar suspendida en el techo, mirando hacia su cuerpo; en otra indujo la inquietante sensación de