Neofascismo. Chantal Mouffe

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Neofascismo - Chantal  Mouffe

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consideran a sí mismos como sin perspectiva, sin un buen lugar que ocupar. Incluso aquellos que tienen alguna educación, que obtuvieron el bachillerato, comparten esta visión de las cosas: no hay lugar para ellos; no hay lugar, en todo caso, en conformidad con su deseo. O sea que estos jóvenes se ven al margen, a la vez, del trabajo asalariado, del consumo y del porvenir. Lo que les propone entonces la fascización (llamada de modo estúpido, en la propaganda, “radicalización”, mientras que es una pura y simple regresión) es una mezcla entre un heroísmo sacrificial y criminal y una satisfacción “occidental”. Por un lado, el joven se va a convertir en algo así como un mafioso orgulloso de serlo, capaz de un heroísmo sacrificial y criminal: matar a occidentales, vencer a los asesinos de las otras bandas, practicar una crueldad espectacular, conquistar territorios, etc. Eso, por un lado; por el otro, toques de la “buena vida”, satisfacciones diversas. EI les paga bastante bien, en conjunto, a sus asesinos a sueldo, mucho más de lo que podrían ganar “normalmente” en las zonas en que viven. Hay un poco de dinero, hay mujeres, automóviles, etc. Es entonces una mezcla de propuestas heroicas mortíferas y, al mismo tiempo, de corrupción occidental por los productos. Y esa mezcla consistente ha sido siempre una de las características de las bandas fascistas.

      La religión puede ser la salsa identitaria inmejorable de todo este fenómeno, en la medida en que, justamente, es un referente antioccidental presentable. Pero tal como vemos, al fin y al cabo, el origen de los jóvenes importa bastante poco, su origen –se dirá– espiritual, religioso, etc. Lo que cuenta es la elección que hicieron en cuanto a su frustración. Y los van a incorporar a la mezcla de corrupción con heroísmo sacrificial y criminal en razón de la subjetividad que es la suya, y no en razón de su convicción islámica. Se ha podido observar, por lo demás, que, en la mayoría de los casos, la islamización es terminal en vez de inaugural. Digamos que es la fascización la que islamiza, y no el islam el que fasciza. fin nota

      Traducción: María del Carmen Rodríguez

      1 En referencia a los atentados terroristas perpetrados el 7 y el 9 de enero en la sede del periódico Charlie Hebdo y luego el 13 de noviembre, ambos en París (nota de la editora).

      Las derechas y su ideología

      Jean-Yves Camus

      En Europa, desde 1945, la expresión “extrema derecha” designa fenómenos muy diferentes: populismos xenófobos y “antisemitismo”, partidos políticos nacionalistas-populistas, a veces fundamentalmente religiosos. La consistencia del concepto está sujeta a caución en la medida en que, desde un punto de vista más militante que objetivo, los movimientos rotulados con esta etiqueta son interpretados como una continuación, a veces adaptada a las necesidades de la época, de las ideologías nacionalsocialista, fascista y nacionalista-autoritaria en sus diversas declinaciones. Y esto no refleja la realidad.

      En una época en la que no se estiman demasiado las grandes ideologías que predican el advenimiento de un hombre y de un mundo nuevos, los valores de esta extrema derecha tradicional se muestran inadaptados. El culto al jefe y al partido único no convienen del todo a las expectativas de sociedades nacientes, individualistas, en las que la opinión se forja a través de los debates televisados y la frecuentación de las redes sociales.

      Sin embargo, el legado ideológico de esta extrema derecha “a la antigua” sigue siendo fundamental. Es, en primer lugar, una concepción etnicista del pueblo y de la identidad nacional, de la cual se desprende el doble encono por el enemigo exterior –el individuo o el Estado extranjeros– y por el enemigo interno: las minorías étnicas o religiosas y el conjunto de los adversarios políticos. Es también un modelo de sociedad organicista, a menudo corporativista, fundado sobre un antiliberalismo económico y político que niega el primado de las libertades individuales y la existencia de los antagonismos sociales, excepto el que opone al “pueblo” y las “elites”.

      La diferencia consiste en que, formalmente y con mucha frecuencia, estos partidos aceptan la democracia parlamentaria y el ascenso al poder por la única vía del voto en las urnas. Si bien su proyecto institucional continúa siendo confuso, está claro que valoriza la democracia directa por medio del referéndum de iniciativa popular, en detrimento de la democracia representativa. El eslogan del “escobazo” destinado a eliminar del poder a las elites consideradas corruptas y apartadas del pueblo es común entre ellos. Apunta a la vez a la socialdemocracia, los liberales y la derecha conservadora.

      El pueblo es para ellos una entidad transhistórica que engloba a los muertos, los vivos y las generaciones venideras, ligados por un fondo cultural invariable y homogéneo. Lo que induce la distinción entre los nacionales “de raigambre” y los inmigrantes, en particular extraeuropeos, cuyos derechos de residencia habría que limitar, así como los derechos económicos y sociales. Si la extrema derecha tradicional sigue siendo a la vez antisemita y racista, las derechas radicales privilegian una nueva figura del enemigo, a la vez interior y exterior: el islam, al cual están asociados todos los individuos originarios de países culturalmente musulmanes.

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