La ¿nueva? estructura social de América Latina. Gabriela Benza
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La expansión económica tuvo un impacto positivo en la creación de empleo y en la evolución de la tasa de ocupación. Según datos de la Cepal, el desempleo abierto disminuyó del 11,4% en 2002 al 6,9% en 2014. Las ocupaciones asalariadas formales, aquellas registradas en la seguridad social, aumentaron. Sin embargo, aproximadamente la mitad de los ocupados no cuenta con cobertura de la seguridad social. Las remuneraciones crecieron, sobre todo en América del Sur. El coeficiente de Gini de la desigualdad de ingresos familiares se redujo de 0,547 en 2002 a 0,491 en 2014, mientras el porcentaje de población pobre cayó del 43,9% al 28,2% entre los mismos años. Ahora bien, desde 2012 y con el cambio en el escenario internacional las mejoras tendieron a menguar e, incluso, estancarse.
El posneoliberalismo y el boom de los commodities ya han terminado. Este libro intenta contribuir al debate sobre el período y hacer una suerte de balance o estado de situación a través de un análisis sistemático de las principales tendencias en dimensiones centrales de la estructura social. Creemos que este análisis permite tener un panorama general de la situación de nuestra América en materia de bienestar, pero también que es necesario para comprender los procesos sociales y políticos que atraviesa la región en la actualidad. Con este fin, en el primer capítulo revisaremos las tendencias demográficas en la mortalidad y la fecundidad, la distribución etaria y espacial de la población, los procesos de urbanización y migratorios, así como las transformaciones en las familias. En el segundo nos centraremos en la distribución de ingresos. Abordaremos la pregunta central del período, sobre la disminución de la desigualdad y sus factores económicos, sociales y políticos. Revisaremos las tendencias en la distribución de ingresos y sus límites, considerando qué sucedió en el mercado de trabajo y con las distintas clases sociales, sexos y grupos étnicos. En el tercer capítulo nos detendremos en tres dimensiones clave del bienestar: la situación educativa, de salud y de vivienda y hábitat, y las políticas de Estado en estas áreas. En las conclusiones realizaremos una revisión general de las tendencias en cada dimensión y sus interrelaciones. Volveremos sobre la pregunta del libro respecto de cuáles son los principales rasgos de la estructura social en la actualidad, y avanzaremos algunas ideas sobre el cambio de época en las sociedades latinoamericanas.
El libro se basa en bibliografía de especialistas en cada tema, así como en datos e informes estadísticos que miran tendencias generales en la región. Una fuente central son los reportes y las bases de datos de organismos internacionales como la Cepal, el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Unesco o Unicef, que en su mayoría recogen y procesan información de los sistemas estadísticos oficiales de cada país.
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Queremos agradecer el apoyo recibido para realizar este libro del Idaes-Unsam, y en particular de su anterior y actual decanos, Alexandre Roig y Ariel Wilkis. Un especial agradecimiento a la confianza de los editores de la serie Politics and Society in Latin America de Cambridge University Press, María Victoria “Vicky” Murillo, Juan Pablo Luna, Tulia Falleti y Andrew Schrank. Distintos colegas nos ayudaron con sus lecturas de partes del libro y nos proporcionaron datos. Gracias a Verónica Amarante, Mercedes Di Virgilio, Juan Pablo Jiménez y Federico Tobar. Trabajar con Siglo XXI es siempre un placer y un aprendizaje. Gracias a nuestra editora Raquel San Martín y a todo el equipo de la editorial.
1. Población
En este capítulo ponemos el foco en la estructura y la dinámica poblacional de América Latina. Se trata de dimensiones clave para caracterizar las sociedades de la región. Los procesos demográficos tienen gran impacto sobre las trayectorias de vida de los individuos y sobre la dinámica social, e imponen desafíos específicos para el desarrollo socioeconómico y para las políticas públicas. Basta pensar de qué manera las experiencias vitales pueden variar sustantivamente de acuerdo con la mayor o menor longevidad, la cantidad de hijos que se tiene o las probabilidades de que estos últimos sobrevivan. O en cómo la vida cotidiana y las relaciones sociales pueden modificarse si se habita en grandes urbes, junto con otros millones de personas, o en pequeñas localidades, en las que los vínculos próximos son más frecuentes. En fin, es claro que los desafíos para el desarrollo socioeconómico y las políticas públicas requeridas en temas como salud, educación o vivienda son diferentes en contextos en los que priman altas tasas de natalidad y mortalidad o en aquellos en los que se registran intensos procesos migratorios.
En lo que sigue brindamos un panorama de las principales tendencias demográficas de América Latina y de los desafíos que plantean. En primer lugar, examinamos cómo han evolucionado el tamaño de la población, la mortalidad y la natalidad. Luego nos centramos en las transformaciones en las familias, para por último poner el foco en la distribución espacial de la población, la migración interna y la migración externa.
La transición demográfica
En América Latina habitan aproximadamente 624 millones de personas, 8,5% de la población mundial, según datos de Naciones Unidas para 2015 (UN DESA, 2019). La distribución de la población es muy heterogénea entre los diferentes países. Brasil y México, con más de 200 y 120 millones de habitantes, en cada caso, concentran más de la mitad de la población latinoamericana, mientras otros países, como Uruguay, Panamá o Costa Rica, no superan los 5 millones de habitantes (figura 1.1).
Del total de población de la región, casi un 8% son indígenas y 24% afrodescendientes, de acuerdo con estimaciones realizadas por el Banco Mundial (2015 y 2018) sobre la base de los últimos censos nacionales disponibles. Los países con mayor presencia de población indígena son, según esta misma fuente, Guatemala (41%), Bolivia (41%), Perú (26%) y México (15%). Por su parte, los afrodescendientes son una inmensa mayoría en países pequeños del Caribe como Jamaica (92%) y Santa Lucía (87%), pero también tienen una presencia muy importante en otros países, sobre todo en Venezuela (55%) y Brasil (51%). Este último país destaca, además, porque en términos absolutos cuenta con el número más alto de afrodescendientes por fuera de África. Sin embargo, no es fácil determinar con precisión el número y la distribución de la población indígena y afrodescendiente. Esto se debe a carencias en los datos estadísticos (no todos los países recaban información y la calidad de los datos es diversa), pero también a otros factores. En este sentido, la autoidentificación –en qué medida las personas se perciben como indígenas o afrodescendientes– es variable, depende entre otras cosas de los contextos sociales e históricos. Además, la manera de identificar estas poblaciones por parte de las estadísticas no ha sido siempre la misma, y distintas definiciones dan lugar a distintos recortes empíricos y, por tanto, a volúmenes distintos de personas. En el caso de los indígenas, desde los años noventa el consenso internacional, reflejado en diversos documentos de organismos internacionales, ha sido privilegiar la autoidentificación y dejar de lado otros indicadores como la lengua materna (Hall y Patrinos, 2006). Por su parte, en los censos de la región la incorporación de preguntas para captar a los afrodescendientes es reciente y se afianza en este siglo: antes, eran pocos los países que relevaban esta información, y lo hacían a través de preguntas basadas en la raza o el color.
La población de América Latina se ha incrementado a tasas decrecientes,