Las revelaciones del fuego y del agua. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Pero justamente estos dos aspectos son muy instructivos, nos enseñan, por ejemplo, sobre los dos métodos del conocimiento: el método horizontal que consiste en hacer investigaciones en la superficie, y el método vertical que consiste en arrancarse de la superficie para buscar la verdad arriba. El primer método es el del agua, y el segundo el del fuego.
Aquél que escoge el método del agua debe prepararse para un largo y penoso aprendizaje. Conocéis las aventuras del agua: atraviesa toda clase de terrenos, se carga de restos o de impurezas, se introduce en la tierra donde sufre fuertes presiones en la oscuridad. Sí, el destino del agua sobre la tierra y bajo la tierra no es siempre envidiable. Y aquél que sigue este camino debe soportar condiciones difíciles, es atropellado, maltratado, aplastado por los acontecimientos y sufre. Y cuando al fin consigue decir: “He comprendido, he sacado una lección de todas estas peregrinaciones”, a veces está en un estado lamentable. Pero finalmente ha comprendido, y el método del agua ha sido pues para bien. Pero el método del fuego es muy preferible, porque os arranca de las condiciones de la tierra y os proyecta hacia arriba: entráis en la luz que os descubre inmediatamente todo el saber.
Cuando Jesús, decía: “Sed prudentes como las serpientes y simples como las palomas”, quería decir que hay que saber actuar con los dos métodos: el del agua (la serpiente) de la cual Moisés decía en el Génesis que era el más audaz de los animales del campo, y el del fuego (la paloma). He aquí los dos caminos del conocimiento: la serpiente que se arrastra sobre la tierra, es el agua que avanza sinuosamente; y la paloma que vuela hacia el cielo, es el fuego que se eleva. El conocimiento de la paloma es el conocimiento del fuego, el de Espíritu Santo: ella os ilumina.
Ahora, del mismo modo que el fuego y el agua son contrarios por su dirección, son contrarios por su naturaleza. Porque si queréis unir el agua y el fuego, se destruyen. En apariencia, son enemigos: el agua que produce la vida puede apagar el fuego, y el fuego que produce también la vida, hace desaparecer el agua transformándola en vapor. Para que puedan hacer un trabajo juntos, no hay que echar agua sobre el fuego, hay que encontrar un ajuste, una manera de conciliar sus dos fuerzas. ¿Cómo? Pues bien, poned agua en un recipiente y colocad el recipiente sobre el fuego. El agua empieza a agitarse en la cacerola, se hincha, hierve, protesta y reclama mayor espacio, quiere salir, empuja contra las paredes que la aprisionan. Una fuerza se desprende pues del agua. ¿Dónde estaba esa fuerza? ¿De dónde viene? Del agua misma, y ha sido el fuego que la ha suscitado. Así pues, cuando el fuego se mantiene “a distancia respetuosa” del agua, no la mata, todo lo contrario, la exalta y hace salir de ella todas las fuerzas que, desde ese momento, pueden ser puestas a trabajar.
En realidad, el fuego y el agua no son enemigos, se aman mucho… pero separados por una pared, sino se detestan. El fuego le dice al agua: “No te acerques, ¡me apagarás!” y el agua le responde: “Y tu, me reducirás a vapor, ¡vete!” Pero si se pone una separación entre ellos, se les puede oír hablar, intercambiar palabras de amor. Son tan agradables las conversaciones entre el agua y el fuego, ¿lo habéis notado? De vez en cuando, dedicad un tiempo para escuchar el ruido del agua cuando está hirviendo.
¡Cuántos inventores, ingenieros, mecánicos, hacen trabajar el agua! Ellos construyen máquinas en las cuales el fuego pone en acción la fuerza del agua. Sí, pero si saben utilizar muy bien el fuego y el agua físicamente, en sus cocinas o en sus fábricas, en su vida personal es diferente, no saben exaltar el agua por el fuego, muy a menudo los mezclan y lo pierden todo.
Es lo que se ve, por ejemplo, en las parejas: el hombre representa el fuego, la mujer el agua, y como son dos ignorantes que no saben que deben poner una pared (es una imagen) entre ellos dos, tenemos al marido apagado y a la mujer evaporada. Os preguntaréis: “¿Pero qué es esta pared?” Es ante todo la conciencia de que están juntos no por el placer, sino para hacer un trabajo hacia un ideal común. Sólo con esta condición la unión entre el hombre y la mujer será creadora, sino, en un momento o en otro, acabarán dañándose mutuamente. Pues sí, no basta con observar y utilizar técnicamente las transformaciones del agua, hay que sacar lecciones útiles para nuestra vida personal y sobre todo para nuestra vida espiritual.
Conocemos el agua bajo diferentes estados: sólido (el hielo), líquido, gaseoso (el vapor). Y es el fuego, en mayor o menor grado de calor, el que determina los diferentes estados del agua. El fuego que transforma el agua en vapor, es simbólicamente el espíritu que actúa sobre la materia para hacerla más ligera, más sutil, más pura. Es por eso que se puede decir también que el ser humano es comparable a una marmita de agua calentada por el fuego, con la diferencia que en lugar de estar por debajo, el fuego, el espíritu está por encima, pero el resultado es el mismo. Si hay vida en la marmita, es gracias al espíritu. Y cuando el hombre muere, la marmita se queda, pero el fuego se va, ¡entonces nada se mueve! ¿Qué pensáis de esta comparación? Excelente, ¿no es cierto?... o más bien suculenta, ¡puesto que se habla de ollas!
El fuego es el símbolo del espíritu, del principio masculino que trabaja sobre el agua, la materia. Todos poseemos este fuego. Por eso podemos aplicar esta ley en nosotros mismos: exponer nuestras debilidades, nuestros defectos al fuego del sol espiritual, a fin de que esta materia apagada, grosera, comience a fundirse y a desagregarse. Esto es también la ciencia alquímica.3
1 “Buscad el Reino de Dios y su Justicia”, Parte II, cap. 1-I: “Y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”.
2 El lenguaje de las figuras geométricas, Col. Izvor nº 218, cap. VI: “La cruz”.
3 La piedra filosofal – de los Evangelios a los tratados alquímicos, Col. Izvor nº 241, cap. XI: “La cruz y el crisol”.
II
LOS SECRETOS DE LA COMBUSTION
El fuego nos revela el mayor misterio de la vida : la combustión. Porque la vida no es otra cosa que eso: una combustión. Ninguna manifestación en el universo es posible sin la combustión de una materia que produce energía. Y es igualmente cierto para el hombre: la alimentación, la respiración, pero también el sentimiento, el pensamiento, son fenómenos de combustión. En la lengua corriente existe una expresión muy significativa. Cuando alguien ha cometido excesos que conllevan grandes gastos de energías, se dice de él que “quema la vela por ambos extremos”. Pero aunque conozca y use esta expresión, la mayoría de la gente no está demasiado atenta a la utilización que hace de sus energías, y con su vida desordenada quema precisamente la vela por ambos extremos. Se imaginan que sus energías son inagotables y que serán reemplazadas automáticamente. ¡Pues no! Ciertos elementos pueden ser reemplazados, porque la Inteligencia cósmica ha construido el organismo humano de tal manera que éste puede reparar ciertas pérdidas poco a poco, pero si el hombre no vive razonablemente, las pérdidas son irreparables.4
Aquél que lleva una existencia desordenada, pasional, pierde sus energías más preciosas, y no sólo priva de alimento a sus cuerpos psíquico y espiritual, sino que incluso debilita su cuerpo físico. Para mantener la vida, hay siempre algo que quemar. Pero quemar ¿qué? Esta es la pregunta. Y es el fuego el que nos da la respuesta. Cuando queréis hacer una hoguera, cogéis leña “muerta” como se dice: ramas negras, torcidas, sin ninguna belleza, pero una vez encendidas, ¡qué esplendor, qué luz! Gracias al fuego, estas ramas que hubieran podido quedarse en algún lado