Las revelaciones del fuego y del agua. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Las revelaciones del fuego y del agua - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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muertas nos conciernen?” Os conciernen porque simbólicamente, también existen en vosotros. En vosotros también habéis acumulado tantas ramas muertas y negras que sólo esperan ser quemadas… Todas las tendencias egoístas, pasionales, todas las manifestaciones de la naturaleza inferior son como leña muerta; entonces, ponedlas al fuego y producirán, ellas también, calor y luz.5 A esto se le llama sacrificio. Sí, hay que aprender a quemar los celos, la cólera, la sensualidad: os liberaréis de todo ello y al mismo tiempo vuestro corazón se calentará y vuestro intelecto se iluminará. Aquél que tiene miedo de sacrificar algo de sus instintos, de sus codicias, estará eternamente en la oscuridad y el frío espirituales. Sin el sacrificio no podéis tener el fuego.6 Pero no temáis nada: disponéis de una inmensa reserva de leña: ¡ vuestra naturaleza inferior que es un árbol gigantesco! Gracias a ella podéis iluminaros y calentaros durante siglos y dar actividad a todos vuestros centros espirituales.

      Pero la mayoría de los humanos prefieren conservar valiosamente su naturaleza inferior intacta, no quieren ser consumidos, por eso se quedan dispersos como ramas muertas que aún no han sido encendidas. Es necesario que sufran grandes tribulaciones, grandes decepciones, grandes pérdidas, para que decidan finalmente quemar las antiguallas amontonadas en ellos desde hace siglos. Hasta ahí dudan, temen de deshacerse de ellas, sienten ese sacrificio como una privación, un empobrecimiento, una pérdida. Es porque no han comprendido nada. Desde luego, hay algo que desaparece, pero este algo debe justamente desaparecer para que algo mejor aparezca, para que la luz y el calor aparezcan. Diréis: “Sí, pero al cabo de cierto tiempo ya no queda nada del árbol que arde...” Quizá, pero el hombre, él puede arder indefinidamente. Una vez encendido, ya no puede apagarse. Siempre habrá en él una materia que arderá.

      El verdadero sacrificio es la transformación de todos los elementos usados, envejecidos, impuros, en luz y en calor, es decir en amor y en sabiduría. Los Iniciados lo han comprendido y por eso se ofrecen cada día al Ángel del Fuego para ser consumidos. A menudo se ha comparado a Dios con un fuego, pero no se sabe gran cosa de ese fuego, salvo que es de una intensidad imposible de soportar. Es el fuego del Espíritu puro: a su contacto, todas las formas se funden y se aniquilan. Todos aquellos que han recibido el beso de ese fuego se han fundido en él en una misma llama.

      Muchos espiritualistas han escrito libros muy complicados sobre las experiencias de los místicos. En realidad es muy simple. La experiencia de los místicos es la experiencia del fuego, del fuego sagrado que el hombre alimenta en él echándole cada día pedazos de su naturaleza inferior, exactamente como se echa leña muerta en la chimenea. Observad cómo arde un fuego: todos esos pedazos de leña que hasta allí estaban separados, dispersados, él los reúne en una misma luz, un mismo calor y están obligados a pensar y sentir como él, el fuego.

      ¿Y qué hacen los planetas girando alrededor del sol? Ellos también se sacrifican, contribuyen a alimentar su fuego. El fuego del sol es el lugar donde convergen todas las energías y las emanaciones de las entidades que pueblan nuestro universo. Es el hogar, es el altar del sacrificio. Todas estas entidades sostienen y mantienen el Fuego sagrado del sol para que el universo entero se beneficie con ese sacrificio; y ellas también se benefician. ¡Evidentemente, no aportan, como nosotros, algunas ramas negras y torcidas! Lo que ellas aportan, no es el tema. El tema es alimentar en nosotros el fuego divino, y sólo podemos hacerlo sacrificando nuestros instintos, nuestras codicias y todas las manifestaciones de nuestra naturaleza inferior.

      ¿Y qué más nos enseña el fuego? Observad: las ramas que están por encima arden más rápidamente y con más vivacidad. Se diría que ellas se apresuran porque son felices de volverse luz, chispas. Las ramas de abajo, arden más lentamente, más perezosamente. Y las que han caído al lado del fuego, se diría que dudan. Se preguntan: “¿Nosotras debemos arder o no debemos arder?” Dudan, porque están alejadas del fuego y no es bueno estar alejado. Aquél que se aleja del fuego continua ardiendo por un momento, luego se apaga. Así pues, ya veis, hasta el fuego nos presenta una imagen de la vida: aquellos que se elevan brillan intensamente, los que se quedan abajo se estancan, y los que se separan se apagan.

      El misterio del fuego es el misterio de la vida. En el hombre, el fuego es la chispa de vida escondida en el corazón. En el momento en que el fuego deja su corazón, el hombre muere. Por eso, lo esencial ahora es aprender cómo proteger este fuego físicamente pero sobre todo espiritualmente.

      4 El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor nº 221, cap. VIII: “La utilización de las energías”.

      5 Naturaleza humana y naturaleza divina, Col. Izvor nº 213, cap. I: “¿Naturaleza humana… o naturaleza animal?” y cap. II: “La naturaleza inferior, reflejo invertido de la naturaleza superior”.

      6 El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor nº 221, cap. IX: “El sacrificio, transmutación de la materia”.

      III

      DESCUBRIMIENTO DEL AGUA

      El agua es el fluido vital de la tierra. Los ríos y los afluentes representan las arterias y las venas; los lagos, los plexos, etc. Como la sangre, el agua es este elemento tan valioso e indispensable que da la vida, que alimenta a todas las criaturas: las piedras, las plantas, los animales, los hombres…

      Incluso los cristales tienen necesidad de agua para formarse: las piedras preciosas sólo existen gracias a algunas partículas de agua sin las cuales se convertirían en polvo. Es el agua que hace que la piedra sea resistente, coloreada y transparente a la luz. En cuanto a la vegetación, cuyas raíces están enterradas en el suelo, ésta constituye el cuerpo etérico de la tierra. Sí, el cuerpo etérico de la tierra son los árboles, y el agua es el fluido que sostiene ese cuerpo. Las flores, los árboles y todas las plantas moldean y vivifican la tierra mediante el agua.

      Si queremos entrar en los secretos de la naturaleza, hay que tratar de comprender la importancia del agua, de meditar sobre su significado, sus propiedades, su poder, sobre todo lo que está escondido en ella. Todo el mundo se comporta negligentemente frente al agua, no se la considera, no se la aprecia. Diréis: “¡Pero sí que la apreciamos!” Sí, instintivamente, mecánicamente, inconscientemente, pero no hablo de eso. Es en vuestra conciencia que el agua debe tomar un valor, a fin de volverse un factor poderoso para vuestra vida psíquica, vuestra vida afectiva y mental.

      He constatado que incluso algunas personas permanecen ante un río, un lago o el mar tan insensibles como ante una pared... Esta agua no les dice nada, es como si no la vieran. Sólo se preocupan del agua cuando les falta y se preguntan cómo van a poder cocinar, lavar la vajilla, bañarse o regar el jardín... ¡Es extraordinario! Pero que se sacudan un poco, que traten de maravillarse, que digan al menos: “¡Cuánta agua! ¡cuánta agua!” ¡para mostrar que la ven!... ¿Cómo no maravillarse, no estremecerse de alegría ante esta materia tan límpida, esta manifestación del principio femenino, de la Madre Divina que nos envuelve con su pureza y su claridad? ¡Hay que ser ciego! ¡Y luego creemos que vamos a dilucidar los misterios del universo! Hay que empezar en seguida por comprender lo que representa el agua en la naturaleza y decidir trabajar con ella para transformar vuestra vida interior. Es bueno que nos guste pasear cerca de las cascadas y de los ríos, beber el agua de las fuentes, bañarse en los lagos y en los mares, pero eso no es verdaderamente un trabajo, y no producirá el menor cambio en vosotros en tanto que no sepáis cómo entrar en contacto realmente con el agua, cómo hablarle y unirse a ella.

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