Cuando es real. Erin Watt

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Cuando es real - Erin Watt

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y luego se llenan de compasión.

      —Lo siento mucho. Sé que debe de ser horrible para ti. —Se muerde el labio—. No es demasiado tarde si te quieres echar atrás.

      —Sí, sí que lo es. —Soy incapaz de dejar de pensar en el dinero—. Pero el año pasará rápido, ¿verdad?

      Paisley asiente.

      Me trago otra cucharada de helado.

      —¿Sabes cuál es la peor parte? Bueno, la segunda peor, porque no poder hablar con W es la primera. Es que Oakley Ford es un auténtico gilipollas. Ni siquiera me estrechó la mano en la reunión. ¿Cómo va a hacer entonces para tocarme en público?

      —Se dio cuenta de que tenías hambre y te consiguió comida. Es algo. Además, es guapo —puntualiza Paisley.

      Sí, al menos tiene eso.

      Mi hermana se levanta de la cama.

      —Voy a llevar a los gemelos al cine esta noche. ¿Quieres venir?

      Niego con la cabeza.

      —No, voy a quedarme en casa y a regodearme en mi miseria. Planeo engordar por lo menos cinco kilos a base de helado.

      —No engordes mucho —bromea—. O sino puede que Oakley Ford cambie de parecer sobre lo de salir contigo.

      En realidad, no suena tan mal. Quizá debería abrir otra tarrina de Ben & Jerry’s.

      Paisley se inclina y me da un beso en la mejilla.

      —Estás haciendo algo bueno. En serio. Esto va a ayudarnos más de lo que crees.

      Si lo sé. Pero eso no significa que tenga que hacer como que me encanta. Ya echo de menos a W y solo han pasado dos días desde la última vez que hablé con él.

      En cuanto Paisley se va, me centro en mi heladoterapia. Me lo como despacio. Tanto que cuando llego al fondo ya está todo prácticamente derretido. Remuevo lo que queda mientras pienso en el plan de Oakley por centésima vez.

      ¿Ha venido Paisley porque sabe, en el fondo, que no estoy preparada para enfrentarme al mundo? ¿Que no tengo planes de futuro? ¿Que a diferencia de todos los demás chicos con los que fui al instituto, estoy completamente perdida y que jugar a las casitas con un famoso cualquiera es lo único que llena mi existencia ahora mismo?

      El helado derretido no tiene las respuestas. Suspiro y cierro todas las pestañas del navegador antes de abrir mi biblioteca de música. Puedo seguir regodeándome en mi pena o seguir con el curso de mi vida, el cual me he establecido a mí misma. Supongo que el último es más productivo, así que bajo por la enorme lista hasta encontrar el álbum que estaba buscando, hago clic en la primera canción, y luego coloco el ordenador a mi lado en la cama.

      Mientras hurgo en el último cajón de mi escritorio en busca del cuaderno de bocetos, la intro de uno de los sencillos más famosos de Oakley Ford, «Hold on», se oye a través de los altavoces de mi portátil. En cuanto empieza a sonar, de pronto me transporta a mi segundo año de instituto. Estaba totalmente obsesionada con el disco. Y por extraño que parezca, no me recuerda a Oakley, sino a W.

      W y yo empezamos a salir más o menos cuando Ford salió a la venta. Solía burlarse de mí porque me gustaba, pero entonces un día lo oí tararear una de las canciones y conseguí que admitiese que a él también le gustaba. Luego dibujé dos manos unidas en mis Vans para capturar el momento.

      Encuentro el cuaderno y un juego de lápices de dibujo, pero no empiezo a crear el boceto de inmediato. Primero abro internet y busco fotos de Oakley, porque no estoy segura de poder dibujarlo de memoria.

      Vale, lo admito. El chico está bueno. Muchísimo. Ese pelo rubio desordenado, esos penetrantes ojos verdes, y su cuerpo musculoso y tonificado, siempre ataviado con vaqueros rotos y una camiseta ajustada. Por Dios.

      Hago clic en foto tras foto. Imágenes de sus conciertos. De él en Los Ángeles tomadas por los paparazzi. De él y su madre en preestrenos de películas. De él en el rodaje de una de las películas de su padre.

      Oakley Ford vive en un planeta completamente disferente, por lo que parece. Es una Celebridad, con C mayúscula. El único hijo de Katrina y Dustin Ford, una pareja de Hollywood importante, o al menos lo fueron antes de su divorcio. Ha ganado Grammys y el People’s Choice Awards, y lo embadurnaron en pintura verde después de actuar en los premios del programa de Nickelodeon cuando tenía catorce años. Ha aparecido en la portada de un millón de revistas, incluido ese reportaje sexy para Vogue que estoy mirando ahora mismo.

      Decido escoger una foto de ese reportaje, la que está sentado contra un fondo negro, mirando directamente a la cámara. Su mirada es tan intensa que hasta me da un escalofrío.

      Empiezo a dibujar con el sonido de su preciosa y rasgada voz cantándome de fondo en mi cuarto.

      ***

      Una semana después de nuestra falsa ruptura, W viene a casa y nos quedamos en mi cuarto. Tonteamos en mi cama durante horas hasta que dice a regañadientes que se tiene que ir.

      —Es tarde. Debería irme —anuncia sobre las diez.

      Quiero protestar que no es para nada tarde, pero yo no soy la que tiene clase a la mañana siguiente.

      —Vale.

      Debe de notarse mi reticencia, porque me besa con dulzura en la frente.

      —Al menos nos podemos ver, ¿no? No es tan malo.

      ¿Que no es tan malo? Esta semana ha sido una tortura sin poder hablar con él. Quedé con Kiki y Carrie unas cuantas veces y, como verdaderas mejores amigas, se pasaron todo el tiempo asegurándome que W es un cabrón y que estoy mejor sin él. Les seguí el juego, aunque echarle mierda encima al chico del que sigo enamorada fue pura agonía. Pero, bueno, no quiero ser la típica novia infantil y dependiente, así que solo sonrío y asiento.

      —Odio esta situación —murmura mientras bajamos a la planta inferior.

      El alivio me embarga. Él también lo siente, gracias a Dios.

      —Yo también.

      Nos quedamos de pie en la entrada abrazándonos durante unos instantes, su frente pegada a la mía, y sus brazos alrededor de mi cintura. Pienso en todos los abrazos que nos hemos dados en estos últimos dos años. Todas las bromas privadas y los mensajes fortuitos y el hecho de que nunca me he ido a la cama sin que W me llame para desearme buenas noches.

      —Mark y yo hemos decidido que vídeos pensamos que son los mejores —dice. Su cálido aliento me roza la nariz—. Va a editarlos para unirlos todos esta semana y luego te mando el archivo por email.

      Me tenso ligeramente, y espero que no lo note.

      —Me muero de ganas de saber qué opina ese agente de nuestro canal.

      —Y yo—digo con falsa alegría. Luego intento distraerme respirando ese aroma tan familiar a limón de su loción de afeitado.

      Tras un último beso, observo con ojos desolados cómo sale de mi casa hasta su coche. Es el mismo todoterreno viejo que tenía en el instituto, y mientras

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