La gestión de sí mismo. Mauricio Bedoya Hernández
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Partimos de la afirmación de Michel Foucault según la cual la relación entre los juegos de verdad y las formas de subjetivación no parte de la idea de que el sujeto es el poseedor de una verdad, ni de que en su alma se encuentra la morada del discurso verdadero; menos aún de que en él habita una verdad que aún no logra conocer y que, en una suerte de hermenéutica de sí, lograría aprehenderla, sino de que se hace necesario reconocer que en nuestra cultura se dota al sujeto de una verdad desconocida por (y externa a) él, la cual debe aprender, memorizar y aplicar de manera progresiva. Entonces, los juegos de verdad, las prácticas y los discursos se constituyen en la base de la construcción de los modos de subjetividad, los cuales tienen como condición de posibilidad la práctica de la libertad del individuo humano. Nos unimos al postulado foucaultiano según el cual el gobierno requiere de la libertad y las prácticas de resistencia de los sujetos para no degenerar en estado de dominación. En este sentido, el neoliberalismo es una racionalidad de gobierno contemporánea que no se impone eliminando la libertad de los individuos. Todo lo contrario, hace uso de esta promesa de libertad para configurar una manera de ser, un êthos subjetivo. En esto encontramos la resonancia de Byung-Chul Han (2014), quien sostiene que, lejos de negar o someter la libertad, el gobierno contemporáneo la explota (haciendo uso de lo que él llama poder inteligente) para el logro de sus fines. En nuestros términos, el neoliberalismo hace una gestión positiva de la libertad para la constitución de unas formas de subjetividad específicas; o más precisamente, para la conformación del neosujeto, tal como lo nombran Christian Laval y Pierre Dardot (2013).
Estos tres desplazamientos (del poder al gobierno, del saber a la veridicción y de una teoría del sujeto a las formas de subjetivación) tuvieron un impacto en la ruta metodológica elegida para afrontar el problema que nos planteamos en este texto. Una segunda decisión metodológica tuvo que ver con lo que podríamos llamar posición eventualizadora, propia de la denominada historia crítica del pensamiento, entendida esta última como la historia de la manera como han emergido los juegos de verdad y las veridicciones (formas por medio de las cuales se articulan, en un dominio de cosas, discursos que pueden ser denominados verdaderos o falsos). Al preguntarnos por las condiciones de posibilidad de la emergencia del conjunto de verdades elaboradas por las psicociencias y su puesta en funcionamiento con el propósito de conformar tipos de subjetividad y, más aún, modos de ser, la posición eventualizadora resulta de gran utilidad.
Como leemos en La imposible prisión: debate con Michel Foucault (Foucault, 1982), la eventualización conlleva dos prácticas: de un lado, eventualizar requiere acercarse al problema de la verdad rompiendo las evidencias. En vez de realizar un análisis que mantenga una constante histórica, una característica antropológica inmediata o una evidencia diáfana para todos, se busca emprender un camino por el que se hace emerger una singularidad. Romper las evidencias sobre las que se han apoyado nuestro saber, nuestras prácticas y nuestras formas de vida supone preguntarnos varias cosas: si es tan claro que el ser humano es un sujeto libre, autocontrolado y razonable; si las psicociencias son tan neutrales como dicen ser; si las tecnologías de autoayuda que las psicociencias han construido realmente son tal; si efectivamente el ser humano está gobernado por su cerebro y, por tanto, la articulación de neurociencias y psicociencias asegurará la felicidad humana; si el sujeto emprendedor es en verdad un individuo autorrealizado; si estamos tan enfermos (o somos tan susceptibles) como lo dejan ver los sistemas internacionales de clasificación de las enfermedades mentales, etc. Preguntarse, entonces, por la manera como han sido construidas estas evidencias y sus regímenes de verdad asociados fue nuestra primera práctica eventualizadora. La segunda práctica desplegada por la eventualización tiene que ver con el hallazgo de conexiones, encuentros, apoyos, bloques, relaciones de fuerza, estrategias y demás aspectos que forman, en un momento dado, lo que se considera evidencia, universalidad, necesidad.
Consecuentemente, nuestro análisis se orienta hacia las formas que marcaron la aparición del sujeto psicológico y la función psi, los saberes que fundaron dicha emergencia y que siguen fundamentando su uso, la utilización del sujeto psi para efectos del gobierno de la vida de los individuos y las poblaciones, el usufructo que el neoliberalismo ha hecho de los regímenes de verdad de las psicociencias para los efectos de conformar al sujeto empresario de sí y autorrealizado y, en último término, para la configuración de unas ciertas formas de subjetivación en la contemporaneidad. En este análisis no partimos de la existencia de un sujeto constituyente, universal y trascendental a partir del cual se elaborarían todas las verdades sobre lo humano como una especie de develamiento de lo que el ser humano es en realidad. Más bien adoptamos la posición según la cual el individuo humano se subjetiva a partir de su relación particular con el saber y con las formas de gobierno (con sus respectivos sistemas normativos) en las que se ve inmerso.
Esta ontología de nosotros mismos u ontología del presente (como bien la denomina Foucault, inspirado en Was ist Aufklarung? de Kant) conduce a localizar el presente como objeto de la analítica, a reconocer los sistemas veridiccionales y jurisdiccionales que vectorizan este presente, a la pregunta por las circunstancias que han producido esas verdades, a las tecnologías que han sido creadas para ello y, en fin, a elaborar un diagnóstico de lo que somos. En esta ontología de nosotros mismos asumimos tres posicionamientos de partida en la ruta metodológica emprendida: el primero, el presente; es decir, la pregunta por lo que somos hoy. El segundo, el comienzo en vez del origen. Foucault (1997) alude a este problema cuando dice que Nietzsche hace una importante distinción entre el comienzo y el origen. La pregunta por el origen reifica la metahistoria de las significaciones ideales y esenciales y se ocupa de la identidad última y metafísica de las cosas; supone la existencia de la versad en sí, única, universal y diáfana. La labor genealógica, por el contrario, se ocupa del comienzo y sus meticulosidades y, por lo tanto, preeminencia la acontecimentalidad.
Y el tercer posicionamiento en nuestro análisis es la fundación en vez de la fundamentación, pues esta nos orienta a la búsqueda de los orígenes y al basamento último de la verdad y el sujeto. Nuestro trabajo no pretende construir una historia lisa de la subjetividad hasta llegar al neoliberalismo, sino más bien reconocer las rupturas y discontinuidades propias de la acontecimentalidad histórica. En consonancia con esto, por ejemplo, partimos de la idea de que el neoliberalismo no es un estado mejorado del liberalismo sino una racionalidad diferente de gobierno, o que el sujeto psi no ha sido el mismo a lo largo de estos doscientos años, o que la psicoterapia ha evolucionado y que hoy vemos los mejores modelos psicoterapéuticos actuar.
El presente texto busca dar una respuesta a la pregunta por las formas de subjetivación promovidas dentro de la racionalidad de gobierno neoliberal a partir de los regímenes de verdad construidos por las psicociencias. El capítulo 1 alude, justamente, al establecimiento de las discontinuidades entre el liberalismo y el neoliberalismo, al nacimiento del sujeto empresario de sí como nueva forma de subjetividad y al modo en que la subjetividad ha devenido capital que