El estallido. Hassan Akram
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© Hassan Akram
© Ediciones y publicaciones El Buen Aire
RPI 2020-A-763
ISBN 978-956-9370-56-4
Edición y producción general Ediciones y publicaciones El Buen Aire Arzobispo Casanova 36, Providencia, Santiago, Chile Fono (+056) 22 335 1767 www.ocholibros.cl Director editorial: Gonzalo Badal Editora general: Florencia Velasco Dirección de arte: Carlos Altamirano Diseño editorial: Michel Contreras Edición electrónica: Sergio Cruz Impreso en Imprenta Salesianos, en Febrero de 2020. Impreso en Chile Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio impreso, electrónico y/o digital, sin la expresa autorización de los propietarios del copyright.
Índice
Capítulo Tres “YA DIJIMOS NO, PERO EL SÍ ESTÁ EN TODO”
Capítulo Cuatro “SI NO NOS DEJAN SOÑAR, NOSOTROS NO LOS VAMOS A DEJAR DOMIR”
Agradecimientos
Como extranjero que llegó a Chile hace casi una década, mi vida acá ha sido marcada por las familias que me han adoptado en el camino. Así, antes que nada, quiero agradecerles a Isa Santander y sus dos hijos, Ihara e Ithan –esta pequeña (gran) familia pintanina que me acogió con tanto cariño. Hemos vivido hartos momentos juntos, algunos felices, otros muy duros, pero su apoyo ha sido un punto firme en mi vida y su casa un escape de todas las presiones del trabajo –sin ellos no habría llegado hasta acá. También tengo una enorme deuda de gratitud con Constanza Cristi, mi pareja, y su familia: mis suegros Jorge y Pía y mis cuñados Pablo y Tomás. A pesar de que mi propia familia está lejos, gracias a ellos siempre me he sentido acompañado acá.
No son solo las familias las que te acompañan, sino también los amigos, y por eso no puedo dejar de mencionar a Cristóbal Lagos y Karla Espinoza, mis primeros y más jugados amigos en Chile. Todavía doy las gracias de que las grabaciones donde me obligaron a bailar cueca se perdieran en algún punto del ciberespacio (me aseguran que lo hice peor que Lagos Weber). También tengo lindos recuerdos de muchas horas de conversación sobre el precio de la palta en La Cruz y de los variopintos dramas familiares de la gente del valle del Aconcagua.
En otro plano, escribir un libro es una actividad solitaria, pero este surgió al calor de las movilizaciones sociales más grandes de la historia chilena. Así, salí a marchar en las tardes, y habiendo sido parte de esa tremenda masa de gente que sufrió la intensa violencia de la represión de los carabineros, me retiré a terminar los capítulos cada noche. Esto solo fue posible gracias a Claudio Sepúlveda, que además de acompañarme a todas las marchas, también leyó cada capítulo meticulosamente y, como economista que es, hizo comentarios detallados para reforzar los argumentos. Sin su ayuda perspicaz y exigente, este libro habría resultado mucho más débil. Además, en esos días tan agitados, tanto en términos políticos como emocionales tuve varios debates muy esclarecedores. Conversaciones que fueron una mezcla de análisis político y contención emocional con Daniel Andrade, con Daniela Manuschevich y con Beatriz Sánchez (quien además aceptó escribir el prefacio del libro) quedan grabadas en mi memoria.
Varias partes de este libro nacieron de un proyecto mucho más grande sobre la situación política y económica de Chile en las postrimerías del neoliberalismo. Con mis otroras coautores José Miguel Ahumada y Claudia Sanhueza queríamos abordar con mayor profundidad las alternativas al modelo imperante, un proyecto que ahora quedará para el futuro. De todas formas, sus comentarios sobre los borradores iniciales del texto fueron de gran ayuda. Con Claudia hemos mantenido un diálogo muy extendido sobre las falencias de las políticas sociales en Chile. Recuerdo particularmente un desayuno en el que me explicó sus críticas en detalle y me obligó a ordenar las mías. Sin esas conversaciones no me habría sido posible escribir este libro. La ayuda de Fran Quiroga, Florencia Velasco y todo el equipo editorial de El Desconcierto también fue absolutamente fundamental para hacer de este libro una realidad.
Este texto es una intervención polémica en un momento de mucho debate político, pero se basa en investigaciones académicas de un grupo grande de economistas y cientistas políticos muy acuciosos. De ellos tengo que agradecer sobre todo a mis dos supervisores de la tesis doctoral en Cambridge, el economista Ha-Joon Chang y el cientista político Andrew Gamble. Juntos me entrenaron a pensar críticamente sobre estas disciplinas y hacerlas dialogar, con una perspectiva más amplia, incluso cuando muchos especialistas se resisten a la construcción de narrativas más populares. Pero no fueron solo los profesores de Cambridge los que me enseñaron cosas allá; Antonio Andreoni y Gwen Burnyeat, dos grandes amigos que creen en la vocación académica de verdad, hicieron vivible mi tiempo en ese pueblo de m*****.
Cuando me fui de Cambridge tuve mucha suerte en encontrar un espacio laboral tan ameno como Wake Forest. Peter Siavelis, también cientista político, ha sido el jefe ideal, comprensivo y generoso en cada momento, permitiéndome la flexibilidad para combinar el manejo del centro de Wake Forest en Chile con las actividades de participación pública. Entre otras cosas, pude participar como coordinador del Grupo de Apoyo Programático sobre Matriz Productiva del Frente Amplio, compartiendo esta tarea con Carla Ortiz. Ella y Miguel Torres, coordinador original de este grupo, hicieron de la comisión un espacio colaborativo muy importante, al interior del cual nos convertimos no solo en colegas sino en amigos. La participación de Daniel Díaz, Rafik Masa’d y Loredana Polanco también fue muy importante ahí. Algunas de las ideas que hemos conversado están recogidas en estas páginas.
Finalmente tengo que agradecer a mi propia familia en Londres: mis padres, mis dos hermanas y mi sobrino, quienes estaban enfrentando su propia crisis política del Brexit justo en las semanas del estallido en Chile. Yo soy muy optimista sobre el futuro de Chile, pero bastante pesimista sobre el futuro de Inglaterra. Cuando me preguntan, a veces digo que los ingleses somos los chilenos de Europa, ojalá que, algún día, esto se convierta en un halago y no una crítica.
Hassan Akram Recoleta, Santiago de Chile 27 de noviembre de 2019
Prólogo
¿Qué pasa si no sacamos la rabia? ¿Qué pasa cuando esa rabia se acumula por semanas, por meses, por años? ¿Qué le pasa a un país cuando no puede canalizar su rabia?
Esta semana nos enteramos de una nueva colusión. Esta vez son los supermercados. Antes fueron el papel de limpiar, el asfalto, las navieras, buses interurbanos, las farmacias, etc. Pero si no se hubiesen coludido, la actual concentración de muchos de estos sectores les hace posible “matar” a la competencia, maltratar a sus proveedores pequeños y no considerar a sus clientes. Da rabia.
Hace solo unos días se conoció el resultado de la PSU. El 70% de los alumnos de colegios municipales no superó los 500 puntos. Reciben una subvención un poquito superior a los 60 mil pesos mensuales. En el “otro Chile” hay chiquillos que se educan por 500 mil pesos mensuales. Ellos son los hijos de los que se coluden robándoles todos los meses a las familias que no pueden pagar otra educación.