Quantas o de los burócratas alegres. Germán Ulises Bula Caraballo

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Quantas o de los burócratas alegres - Germán Ulises Bula Caraballo

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Teaching, and the Problems of Control. En A. Darder, M. Baltodano y R. Torres (eds.). The Critical Pedagogy Reader (pp. 384-396). Routledge.

      Neave, G. (2012). The Evaluative State. Palgrave Macmillan.

      Nussbaum, M. (2012). Crear capacidades. Paidós.

      Platón. (1932). Gorgias. Deighton.

      Porter, T. (1995). Trust in Numbers. Princeton University Press.

      Schumacher, E. (2004). A Guide to the Perplexed. Harper Collins.

      Timmermans, S. y Epstein, S. (2010). A World of Standards but not a Standard World. The Annual Review of Sociology, 36, 69-89.

      Weber, M. (1946). Bureaucracy. En H. Gerth y C. Mills (eds.). From Max Weber: Essays in Sociology (pp. 196-44). Oxford University Press.

      Werkmeister, W. (1979). Kant’s Silent Decade. University Microfilms Inc.

      Willke, H. (1987). Systemtheorie. Gustav Fischer.

      Notas

      1 Texto original:

       the legislators who framed the ancient republics knew that their business was too arduous to be accomplished with no better apparatus than the metaphysics of an undergraduate, and the mathematics and arithmetic of an exciseman. They had to do with men, and they were obliged to study human nature. They had to do with citizens, and they were obliged to study the effects of those habits which are communicated by the circumstances of civil life. They were sensible that the operation of this second nature on the first produced a new combination; and thence arose many diversities amongst men, according to their birth, their education, their professions, the periods of their lives, their residence in towns or in the country, their several ways of acquiring and of fixing property, and according to the quality of the property itself— all which rendered them as it were so many different species of animals. From hence they thought themselves obliged to dispose their citizens into such classes, and to place them in such situations in the state, as their peculiar habits might qualify them to fill, and to allot to them such appropriated privileges as might secure to them what their specific occasions required, and which might furnish to each description such force as might protect it in the conflict caused by the diversity of interests that must exist and must contend in all complex society; for the legislator would have been ashamed that the coarse husbandman should well know how to assort and to use his sheep, horses, and oxen, and should have enough of common sense not to abstract and equalize them all into animals without providing for each kind an appropriate food, care, and employment, whilst he, the economist, disposer, and shepherd of his own kindred, subliming himself into an airy metaphysician, was resolved to know nothing of his flocks but as men in general. (pp. 185-186)

      The winter of our discontent*

      * Una versión preliminar de este capítulo se publicó con el título “Paranoia: emociones públicas y universidad” en la revista Universitas Philosophica, 36 (72), 221-249.

      Tantas ganas de publicar y sumar puntos, tantos indicadores por llenar para ver cómo se mejoran los resultados… hay tanta banalidad académica y tanto fundamentalismo teórico que pasamos los días haciendo lo mismo: buscando listas o recetas, plagiando actitudes de desenfreno y lucha, usando el tiempo en formatos y en innumerables reuniones para discutir sobre cómo lidiar con procedimientos administrativos, sobre cómo evitar desgastes en el capital político de quienes ocupan puestos de dirección.

      El desgaste es inmenso. Cualquiera lo puede percibir: los maestros se quieren largar. Quieren dejar de lidiar con lo de siempre: los clientes de la educación, los burócratas con sus formatos de seguimiento y oficinas de control interno, la eterna trotadora de las diligencias administrativas, la miopía de quienes deciden el presupuesto, los clientelismos y diplomacias, las pausas activas y el vocabulario de coaching, el turismo inoficioso de los congresos, eventos en los cuales, con cultivada cortesía, participamos en el delirio colectivo de que se dicen cosas nuevas, de que esa es la forma, en pleno siglo XXI, en que el conocimiento circula y se difunde.

      Por su cuenta, en las reuniones de acreditación, cada académico sueña con poder pagar un par de inmuebles para vivir de la renta, quizás en el campo, y tener tiempo para pensar, escribir de manera gratuita, hablar “del mundo” con los estudiantes que aún se entusiasman y aún tienen ideas; quizás dictando una o dos clases por semana, sin decanos, secretarios académicos ni sistemas de calidad ISO tal y tal...

      Frente a esto, cabe hablar de los organigramas: estructuras verticales y arborescentes en las que crecen frutos de timidez, desconfianza, sentimientos de persecución, victimización y explotación. Academia speculum mundi. Las personas sin orgullo (thymos) tienden a la ira, a sospechar de los intentos de los demás. Esto porque en condiciones de verticalidad los demás aparecen como competidores. Así, aparece la paranoia, la alienación: cuando estamos a merced de otros, de lo Otro, pensamos que el universo conspira en nuestra contra. Ante el fatalismo, autonomía: por ejemplo, escribir este memorial de agravios para cumplir con nuestra cuota de investigación.

      Es bastante usual la idea de acabar con los demás en nombre de Dios, es decir, de la trascendencia. Ahora también es posible hacerlo en nombre de la ley, los indicadores, las reglas, los modelos. La aprehensión de lo real desde el punto de vista de valoraciones genéricas, pruebas estandarizadas y modelos de medición es engañosa. Un calco, una imitación mal hecha. Entre las sofisticadas gráficas de los expertos y el mundo real se intuye una brecha siniestra. Y, como mala hierba, en la brecha crece una reacción: buscar los puntos, salir bien en las mediciones, incluso en detrimento de la educación, de la investigación.

      Para nadie es sana la inseguridad de si se está o no bajo las líneas rojas de los expertos. Los que pierden andan tristes por la vida; algunos se adaptan mediante la zalamería, otros capitalizan el clima de desconfianza para alcanzar y mantener posiciones de mando. Desde la perspectiva técnica, el problema tiene que ver con la suposición trascendente de que existe una especie de registro superior sobre el cual hacemos

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