Un verano con Clío. José Luis de Montsegur

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Un verano con Clío - José Luis de Montsegur

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antepasados homínidos en principio eran más bien pequeños, de aproximadamente un metro o menos de estatura, pero las sucesivas especies que fueron apareciendo crecieron y su capacidad craneal fue desarrollando un cerebro cada vez más grande. Al principio empezaron a crear herramientas rudimentarias utilizando piedras, palos y huesos. Probablemente eran carroñeros, es decir, se comían los restos de los animales que encontraban muertos por otros depredadores, aunque también se alimentaban de bayas, raíces, frutos, insectos y algunas verduras.

      –Pues no era una dieta muy apetecible –comentó Julio recordando la apetitosa cena que acababan de saborear.

      –Pronto empezaron a cazar pequeños animales. Según los antropólogos, las proteínas de la carne que comían hicieron que sus cuerpos se desarrollaran mejor y se ampliara su cerebro. Tal vez tengan razón, pero se ha descubierto que los chimpancés también comen carne cuando pueden y su cerebro no ha evolucionado desde hace millones de años. Yo creo, –y la Psicología también–, que es el propio manejo de herramientas el que hace que el cerebro se desarrolle mejor pues existe una correlación entre las herramientas y la inteligencia en ambas direcciones, una retroalimentación positiva.

      »Poco a poco los homínidos fueron adquiriendo mayor cerebro y estatura y mayor habilidad en la caza, ya que planeaban como derribar a las presas con estrategias de acoso. La necesidad aguza el ingenio. Unidos en clanes familiares primero y en tribus después, armados con hachas de piedra y lanzas de madera terminadas en afiladas puntas o huesos pulidos atados con fibras vegetales, podían repeler a los depredadores y atacar a los animales más grandes. Según la teoría de la evolución que vimos esta mañana, todo ser viviente que pretenda prosperar debe cambiar adaptándose al medioambiente variable, de manera que sepa huir de sus depredadores, alimentarse con lo que hay disponible en su territorio, guarecerse del clima, no enfermar, reproducirse y cuidar de su prole para la continuidad de la especie. Para Darwin solo los más fuertes y adaptados a sus circunstancias podían sobrevivir, o de lo contrario la especie se extinguiría.

      –Para decir eso tampoco hace falta ser un lince, ¿no tío?

      –Ahora nos parece fácil, pero hay que situarse en la época de Darwin. Decir estas cosas tan de sentido común desató fuertes escándalos en la sociedad y Darwin padeció furibundos ataques intelectuales e insultos, sobre todo desde el lado religioso, pues la comunidad científica de entonces postulaba que era Dios, en última instancia, el que movía los hilos de todo.

      –Estoy observando que la religión siempre se opone a cualquier revolución científica, ¿no tío?

      –Es el problema de tener unos dogmas inflexibles. Cuando la ciencia descubre algo nuevo que aparentemente va en contra de una creencia religiosa acendrada y tradicional, la religión primero se opone con todas sus fuerzas usando el descrédito y, cuando tenía poder, la coerción; luego, ante la evidencia irrebatible, maniobra para adecuarse en lo posible a los nuevos postulados. Pero esta cuestión ya la veremos en su momento cuando tratemos el fenómeno religioso a fondo.Ahora sigamos.

      »A a lo largo de la Historia del mundo muchas especies han desaparecido y han surgido otras. Este es el lado débil de la teoría darwiniana pues, según sus postulados, las especies deberían ir modificándose poco a poco, transformándose en otras nuevas conforme cambia el ambiente. Pero al parecer no ocurre así. En los diferentes estratos los paleontólogos encuentran animales que aparecen en uno y desaparecen en el siguiente, y a continuación en otro estrato más reciente aparecen de improviso multitud de nuevas especies totalmente formadas y distintas sin que existan seres intermedios entre unas y otras. Parece como si a una extinción masiva le siguiera la aparición simultánea de nuevas criaturas totalmente distintas a las anteriores. Naturalmente estas nuevas especies no surgen de inmediato al mismo tiempo, sino que nacen a lo largo de miles de años.

      –Pues entonces algo no concuerda.

      –Al principio, cuando se descubrió el ADN se asumió que todos éramos esclavos de esta molécula prodigiosa, ya que no podíamos ser otra cosa que lo determinado en los genes, pero ahora se sabe que podemos modificar la expresión de esos genes dependiendo de nuestra forma de vida, nuestras vivencias, sentimientos, emociones y deseos, incluyendo la alimentación y el aire que respiramos, aunque no toda la comunidad científica esté de acuerdo con ello. Esta nueva ciencia de la que ya te he hablado y a la cual llaman «epigenética» va a revolucionar la Biología, la Medicina y es posible que hasta la manera de vivir. Pronto te darás cuenta, Julio, de que no solo cuesta mucho cambiar los dogmas religiosos, sino también los «dogmas» científicos.

      –Ya lo veo tío, es tremendo.

      –En realidad el ADN se limita a producir proteínas según las plantillas que tiene codificadas en su doble escalera de ácidos nucleicos, dependiendo de las demandas de las células que, según los últimos descubrimientos de la Biología, se comunican con el resto de organismo mediante frecuencias electromagnéticas. Las proteínas se van produciendo a través de una transcripción del ADN al ARN mensajero. Antes se creía que esta transcripción iba en una sola dirección, es decir, desde el ADN al ARN y a la formación de la proteína (ADN>ARN>proteína), pero ahora sabemos que también puede ser al contrario: medioambiente>homeostasis>información>ARN>ADN>modificación de las plantillas (mutación dirigida del ADN)>producción de nuevas proteínas. Desde esta perspectiva, es fácil deducir que los seres vivos son moldeados por las necesidades del medio en el que viven, se alimentan, se reproducen y mueren, y por todo aquello por lo que sienten, temor, placer, dolor, hambre, etc.

      –Pues a mí me parece que esta última teoría es la más acertada, aunque mi opinión no valga mucho.

      –La ciencia más avanzada postula que los períodos de crisis ambientales producen cambios inesperados y rápidos que el ADN debe gestionar. Las crisis en realidad son oportunidades para que se manifiesten nuevas especies y se extingan otras. Lo mismo ocurre en el mundo de la economía y en la sociedad, ya lo iremos viendo.

      –¿Y cuáles han sido las especies de humanos más próximas a nosotros? –preguntó Julio impaciente.

      –Todas las opiniones cuentan, Julio. Hoy tu opinión no es importante pero tal vez mañana sí. En fin, como quiera que haya sido, estamos aquí sobre la rugosa superficie terrestre.

      »Las dos especies humanas más recientes en nuestro árbol genealógico son el hombre de Neanderthal y el Homo sapiens.

      »Los hombres de Neanderthal tenían un cerebro más grande que el nuestro...

      –¿Más grande? Entonces… ¿eran más inteligentes? –se extrañó Julio incrédulo.

      –No debía ser así porque se extinguieron. Parece que el tamaño no es lo más importante, sino su rendimiento, la transmisión de la cultura y los conocimientos adquiridos por algunos individuos al resto de la especie. Recientes investigaciones postulan que este hombre era una especie diferente a la nuestra, pero se han encontrado restos de ADN neandertal en europeos modernos.

      »El Homo sapiens, a cuya especie pertenecemos, tuvo tal vez una mejor adaptabilidad al ambiente y parece que acabó con los neandertales. Éramos más ágiles, hábiles e inteligentes, y tal vez más agresivos y resistentes a las enfermedades. Los neandertales estaban mejor adaptados al frío, eran más macizos, más fuertes, con la nariz más ancha, pero no pudieron competir con nuestros antepasados –Manuel se levantó del sillón dando pequeños pasos mientras hablaba–. Antes de seguir, hagamos un parón momentáneo para ver la división en «eras geológicas» que hace la ciencia del tiempo transcurrido en nuestro planeta, desde su formación hasta hoy.

      –Eso es un rollo tremendo –protestó Julio–; son un montón de cifras y nombres imposibles de recordar.

      –Ya

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