Un verano con Clío. José Luis de Montsegur
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–¿Y se sabe cómo podrían ser esos extraterrestres?
–Estos extraterrestres reciben el nombre de «Annunakis», porque así los llamaron los sumerios que relataron esta historia en sus tablillas escritas hace más de 5000 años. Esta palabreja significa «los que del cielo bajaron». Como espero que ya sepas, los sumerios se consideran los primeros seres humanos civilizados de la Historia. Naturalmente ellos no se refirieron a los Annunakis como extraterrestres, sino como dioses. Es decir, los sumerios creían que los dioses venidos del cielo habían creado al hombre mezclando su sangre con la de simios. El aspecto de estos «dioses» –y contesto a tu pregunta– no debería ser muy diferente al nuestro, pues los sumerios los representaron en sus sellos como personas iguales a los seres humanos.
–¡Gracias! Eres el único profesor que me ha hablado de esta posibilidad: que seamos descendientes de una raza alienígena.
–No te entusiasmes demasiado; esto es solo una teoría sin confirmar. Pero la siguiente no deja de ser impactante.
–No creo que sea tan extraordinaria.
–La siguiente teoría es la llamada «Panspermia». Según ella, la vida es sembrada por todo el Universo por los cometas y los meteoritos y asteroides que viajan por el espacio y chocan contra los planetas.
–Pues tienes razón, es guay.
–Al parecer, cuando la Tierra estaba en sus albores, algunas bacterias cayeron al océano viajando dentro de meteoritos o cometas, salvándose así de morir abrasadas al entrar en la atmósfera. Al chocar con el agua o las rocas, el cuerpo celeste se rompió, liberando a sus «huéspedes» en nuestras aguas. Una vez allí, las bacterias comenzaron su desarrollo a partir de la programación implícita de su ADN, el cual recientemente se ha descubierto que utiliza las señales del medioambiente para modificar su proceso de fabricar proteínas activando unos genes y anulando otros, adaptándose de este modo al entorno mediante pequeñas mutaciones inducidas.
–Vaya, tío, me dejas sorprendido. Al final vamos a proceder del espacio.
–De una forma o de otra procedemos del espacio. La molécula de ADN es la responsable de que estemos aquí. Está viva, es capaz de reproducirse, se alimenta, se mueve, se expresa, se modifica a sí misma y se auto-repara. Todo ser vivo tiene su origen en esta maravillosa molécula que está formada por cuatro ácidos llamados nucleicos: la adenina, la citosina, la guanina y la timina. Las múltiples combinaciones de secuencias a lo largo de esta molécula, que parece una doble escalera de caracol, y su cantidad, hacen que cada especie sea diferente, y, dentro de cada especie, cada individuo.
–¿Y el ADN se formó por casualidad?
–Si no llegó del espacio... Eso afirman algunos científicos, algo prácticamente imposible pues las leyes matemáticas de la probabilidad dicen que la formación de la vida representa un suceso posible entre billones de que ocurra. De todas maneras, aunque llegara en un asteroide, solo conseguimos trasladar la pregunta más atrás: ¿cómo se formó en su origen?
–Entonces, ¿nunca lo sabremos?
–Tal vez, pero un tal Jeremy England, científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), postula que en un entorno con una fuente de energía (podría ser el Sol) y un medio cálido (por ejemplo el agua), los átomos pueden modificar su estructura y asociarse para disipar esa energía de más que reciben, es decir, que formarían una molécula orgánica. Tal vez la respuesta es que el Universo está hecho para que aparezca esa molécula bajo determinadas circunstancias de energía, medioambiente y calor, o al menos así lo creen ya algunos científicos.
–¿Quieres decir que todo este inmenso Universo existe para que se desarrolle el ADN?
–Podría ser… y que el ADN tenga como objetivo su desarrollo y evolución, la inteligencia reflexiva, es decir… nosotros.
–¿Tan importantes somos?
–Puede ser que la evolución no se detenga en el ser humano tal y como lo conocemos hoy, sino que solo seamos una prueba, un anticipo del ser que vendrá a continuación.
–¿A continuación de qué? –Julio abrió mucho los ojos y escuchó con atención.
–A continuación de nosotros, los «Homo sapiens». Luego veremos que la evolución ha seguido una línea ascendente en cuanto a complejidad, desde las bacterias hasta los humanos pasando por las plantas, los peces, los anfibios, los reptiles, las aves, los mamíferos, y, finalmente, nuestra especie. Pero puede que no seamos la última en surgir en este planeta ya que tenemos muchos defectos de diseño y podríamos destruir este e incluso otros mundos, por ejemplo con una guerra nuclear. En ese caso tal vez el ADN tenga una codificación oculta que nos extinguirá y aparecerá un nuevo ser humano menos egoísta, menos codicioso, menos ambicioso, menos despiadado. Es posible que ya lo esté haciendo y no lo sepamos.
–¿Cómo?
–Pues posibilitando que nazcan niños con un cerebro diferente, una forma de pensar y sentir distinta a la nuestra. Al principio no nos daríamos cuenta, pero cuando fueran adultos y empezaran a influir en el mundo, lo harían de forma distinta a como lo han hecho hasta ahora nuestros dirigentes.
–Caramba tío, ¿y eso podría estar pasando ya?
–No tenemos manera de saber si los cerebros de los niños que están naciendo ahora son distintos al nuestro en su forma de conceptuar la vida, pero sí, podría estar ocurriendo. Los niños que están llegando hacen preguntas demasiado inteligentes, tienen una creatividad y un sentido común nada común, y suelen ser muy listos. Pero, no, no nos desviemos de lo que estábamos diciendo.
»Estábamos en los comienzos de la vida. Todas las células de los seres vivos, incluso de los virus, tienen ADN. En los seres pluricelulares, por ejemplo el ser humano, compuesto por unos 50 a 100 billones de células, cada una de ellas tiene en su núcleo una doble hélice de ADN de manera que con solo una célula se podría reconstruir a la persona, pues toda la información de como es un individuo se encuentra codificada en esa maravillosa molécula. Por eso se pueden clonar animales, e incluso se podrían clonar personas; aunque eso está prohibido.
–Ya he visto alguna peli donde se clonaban seres humanos, pero eso daba lugar a muchos problemas.
–Es que en la clonación humana no solamente estaría en juego el ADN, sino también la conciencia, el espíritu humano, la memoria. Podríamos clonar a una persona, pero… ¿se clonaría también su forma de ser, su personalidad, sus recuerdos? No lo creo.
–Sería emocionante ¿verdad tío? Ver qué pasa al clonar a una persona. –Julio entornó los ojos mirando al vacío.
–Pero no podemos jugar a ser Dios, Julio. Eso está bien para la ciencia-ficción. No tenemos derecho a jugar con la vida de una persona. No sabemos lo que pasaría con ese clon, lo que sentiría o las deficiencias que tendría. Tal vez crearíamos un ser doliente que sufriría lo indecible. Es mejor dejar esta cuestión a la naturaleza, que lo ha hecho bien durante milenios.
–Vale tío Manuel, sigue con el origen de la vida. Es que hace poco leí una novela de ciencia-ficción en la que se fabricaban cientos de miles de clones perfectos para constituir un gran Ejército invencible, soldados agresivos, crueles, sin miedo, sin familia.
–Podría