La construcción del enano fascista. Daniel Feierstein

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La construcción del enano fascista - Daniel Feierstein

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de ataques físicos a periodistas durante manifestaciones de protesta o persecución judicial a medios no afines al gobierno nacional;

      5) la instigación al ejercicio de “microviolencias” en la vida cotidiana, tanto a través de los medios concentrados como de declaraciones de funcionarios oficiales o representantes de la oposición avalando el gatillo fácil, la justicia por mano propia, los linchamientos públicos, los escraches a adversarios políticos, entre otras formas de ejercicio de una violencia cada vez más descontrolada que comienza a permear el espacio público;

      6) diversas modalidades de hostigamiento y persecución a la oposición política, sindicalistas combativos, periodistas o incluso científicos que se enfrentan a políticas de gobierno o que confrontan con la creciente aceptación de la profusión de estas microviolencias; y

      7) el acrecentamiento del antisemitismo, como proyección clásica de las lógicas fascistas hacia un enemigo “externo”, expresado no solo en numerosas declaraciones sino en ataques a sinagogas, cementerios o incluso a personas judías en la vía pública, en casos ocurridos en centros urbanos relevantes como el AMBA o Rosario.

      Estas prácticas serán analizadas con mayor desarrollo en el próximo capítulo como “avanzadas” de prácticas sociales fascistas, como una “liberación de los microdespotismos” (16) que buscan involucrar al conjunto de la población en el ejercicio de la persecución a los más vulnerables, en tanto intento de “descompresión” del malestar generado por las brutales transferencias de ingresos producidas durante el gobierno de Cambiemos, muy en especial a partir del sideral aumento de las tarifas de servicios públicos y el impacto de dichas subas y de una inflación cada vez más descontrolada en el poder adquisitivo de la mayoría de la población.

      ¿Por qué apelar al concepto de fascismo hoy?

      El fascismo surgió como una respuesta del capital concentrado ante la amenaza revolucionaria europea y cayó en descrédito a partir de la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial y la reconfiguración ideológica del mundo en el contexto de la Guerra Fría.

      Las transformaciones de los equilibrios de poder internacionales, la aparición de nuevas confrontaciones coloniales por la apropiación de recursos o zonas geopolíticas en África, en el Golfo de Bengala (17), en el Medio Oriente, en las ex repúblicas soviéticas, la transformación de las lógicas migratorias, la tercerización de la violencia vía el narcotráfico y/o el fundamentalismo, el surgimiento de nuevos comunitarismos, han comenzado a generar condiciones muy distintas. La aparición de lo que Enzo Traverso ha llamado “las nuevas derechas” (18) requiere poner en cuestión las viejas certezas.

      Atilio Borón, quien se ha destacado entre otras cuestiones por distinguir las dictaduras argentinas —incluso la última, con su faz genocida— de las experiencias fascistas, por motivos equivalentes a los aquí desarrollados, intenta alertar sobre el riesgo de observar estas iniciativas como “fascistas”, proponiendo prescindir de dicho término. (19) Enfrentado con aquellas visiones que comprenden el fascismo desgajado de sus condiciones históricas y como una “tendencia de personalidad” (Borón discute aquí claramente con los trabajos de Theodor Adorno sobre la “personalidad autoritaria” (20)), busca comprender las condiciones históricas de posibilidad de los regímenes fascistas para descartar que exista algo equivalente en el surgimiento de movimientos como el de Jair Bolsonaro en Brasil o Donald Trump en los Estados Unidos. Distingue para ello cuatro condiciones de emergencia del fascismo en su expresión emblemática en el siglo XX: 1) estrategia de resolución burguesa de una crisis de hegemonía, 2) intervencionismo estatal, 3) organización y movilización de masas, en especial de las capas medias, y 4) rabioso nacionalismo.

      Compartiendo las preocupaciones y los ejes del análisis de Borón, cuesta sin embargo acordar en este caso con sus conclusiones, a la vista de la realidad política regional. La reemergencia fascista contemporánea podría constituir un modo —por muy distinto que fuere de las experiencias del siglo XX, que de hecho lo es— de reconfigurar una hegemonía que se vuelve compleja para el liberalismo contemporáneo en lo que hace a la posibilidad de sostener apoyos políticos masivos dentro de un régimen representativo y sin apelar al fraude. Reorganización que podría buscar —a diferencia de las dictaduras implementadas bajo la Doctrina de Seguridad Nacional— una movilización de masas, precisamente centrada en las capas medias y como confrontación con la movilización popular que resulta de la destrucción deliberada y sostenida de las condiciones de vida de las grandes mayorías de la población.

      Es cierto que esta nueva reconfiguración y resolución de una crisis de hegemonía vendría de la mano de un neoliberalismo feroz y no de un intervencionismo estatal, y en ello radicaría una importante diferencia con las experiencias del siglo XX, pero queda la duda de si dicha diferencia resulta suficiente para eliminar la posibilidad de caracterizar estos regímenes como fascistas o neofascistas, precisamente porque aquello que tienen en común con las experiencias del siglo XX pareciera resultar mucho más importante que sus diferencias, muy en especial en torno a reflexionar sobre los modos necesarios para confrontarlos políticamente. También porque ese “estatismo” del fascismo alemán o italiano no se encontraba en modo alguno escindido de las necesidades y proyectos de los capitales concentrados transnacionales, incluso de los capitales británicos o estadounidenses, que fueron parte central del financiamiento y apoyo de los regímenes fascistas, en casos como la General Motors, Ford, IBM o el conjunto de las empresas petroleras o los grupos financieros.

      En este sentido, el supuesto nacionalismo “rabioso” o incluso “antiimperialista” de las experiencias italiana o alemana convivía tan bien con las necesidades del capital trasnacional de principios y mediados del siglo XX como puede hacerlo el nuevo nacionalismo xenófobo argentino o brasileño con las necesidades del capital concentrado trasnacional en este siglo XXI. Esto es, el carácter meramente instrumental del nacionalismo no sería una novedad de las experiencias actuales sino más bien un punto en común entre las experiencias europeas del siglo pasado y sus contrapartes contemporáneas: un nacionalismo exacerbado en lo retórico y en lo ideológico que no necesariamente se condice con las políticas concretas implementadas por las fuerzas que conducen dicho proceso, para quienes el bienestar de su población no fue prioritario en ninguna de las experiencias históricas y siempre quedó sumergido bajo las necesidades y desafíos del gran capital.

      El fascismo ha tenido a lo largo de la historia distintas condiciones de emergencia que serán analizadas en el próximo capítulo, precisamente para comprender las similitudes y diferencias entre el contexto del surgimiento de los fascismos europeos y las realidades actuales de nuestra región. Sin embargo, es innegable que algunas de las condiciones de emergencia del fascismo original se dan cita nuevamente en el contexto actual, aunque también lo hicieron en otras circunstancias históricas sin que el fascismo pudiera levantar cabeza: la crisis económica, la inestabilidad de la moneda, el aumento de los niveles objetivos y subjetivos de inseguridad en la vida cotidiana y la afectación de todo ello en amplios sectores medios y medio-bajos, en condiciones de pauperización, proletarización, pérdida de poder adquisitivo, de derechos y de status.

      Pero hoy existe un elemento más que no se encontraba presente en situaciones previas de la historia argentina en las que el fascismo no logró emerger: un notorio empobrecimiento del modo en que el progresismo (entendido en sentido amplio) intenta pensar (o más bien no pensar) algunos de los ejes que estructuran la respuesta fascista contemporánea. Creo que valdrá la pena detenerse en tres de estos ejes, como fundamentales para comprender las preocupantes diferencias del contexto actual:

      1) la corrupción (y su deriva antipolítica);

      2) el aumento y transformación de las formas de la criminalidad y sus efectos en la cotidianeidad de los sectores populares y medios;

      3) el rol del narcotráfico en el quiebre de lazos sociales y la especificidad de sus consecuencias en la vida cotidiana de los barrios populares y en la transformación

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