La construcción del enano fascista. Daniel Feierstein
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El gran desafío de esta propuesta, entonces, es reflexionar acerca de cuál sería la utilidad teórica y política de remitir las transformaciones políticas del presente a la noción de fascismo y si, para el caso, catalogarlo como “neofascismo” podría servir para distinguir sus novedades. O si, como sugieren Borón o Traverso, sería más aconsejable prescindir del término fascismo para no homologar las realidades presentes con experiencias demasiado diferentes y meramente denominarlas como “nuevas derechas”.
Para comenzar a despejar elementos, vale aclarar que, si se piensa el fascismo como un régimen corporativo de gobierno, ninguna experiencia actual en la región parece conducir a dicho resultado y, por tanto, no sería apropiada la homologación y más bien convendría dejar el término para dar cuenta de una experiencia del pasado.
Si se busca concebir el fascismo en tanto ideología, encontramos que algunos de sus motivos argumentales están claramente presentes en los movimientos políticos latinoamericanos contemporáneos (exaltación de la colectividad nacional frente a los grupos inmigrantes o minoritarios, propuesta de colaboración entre clases, reemergencia del anticomunismo y el macartismo traducidos también como “antipopulismo”, utilización de un aparato de propaganda fundado en el control de la información y de los medios de comunicación de masas), mientras que otros aparecen como más lejanos o totalmente ausentes (monopolio de la representación política por parte de un partido único y de masas organizado jerárquicamente, ideología fundada en el culto del jefe, objetivos de expansión imperialista, desprecio del individualismo liberal). En este segundo nivel, entonces, podríamos encontrarnos con una nueva forma de fascismo (a la cual quizás sería pertinente bautizar como “neofascismo”), que aprovecha muchas de las construcciones ideológicas del fascismo rearticulándolas en función de las necesidades contemporáneas y prescindiendo de algunos de sus componentes clásicos (muy en especial de la construcción de un partido único y de la concepción expansionista, ligada a fuertes burguesías nacionales que no constituyen hoy un actor significativo por su aún mayor dependencia y subordinación a los capitales concentrados transnacionales y a la hegemonía norteamericana en la región).
Pero, como hemos adelantado, lo que resulta más potente y productivo es observar el fascismo en su tercera concepción: en tanto práctica social. Lo que cabe preguntarse aquí es si las condiciones de emergencia y necesidad de una resolución fascista se encuentran planteadas en la realidad global, regional y nacional contemporáneas, y si las prácticas que se comienzan a observar tienen suficientes puntos en común con la experiencia fascista como para que pueda resultar útil y pertinente la remisión a dicho término.
Y, tan o más importante que ello, si las formas de confrontación con estas iniciativas pueden alimentarse de las luchas antifascistas del siglo XX. El sentido de los conceptos, de la utilización del pasado, solo cobra su fuerza en tanto herramientas para la acción. La calificación de fascismo o neofascismo para las lógicas políticas contemporáneas no puede ser concebida como insulto descalificatorio ni como mero ejercicio abstracto de literalidad académica.
Caracterizar como fascistas las realidades contemporáneas solo puede tener sentido si es que las experiencias fascistas previas —y la lucha política para contrarrestarlas— puede tener algo para enseñarnos en el presente. En la convicción de que dicha respuesta es positiva es que se ofrecen las reflexiones del presente libro.
1- La Nación, 9 de enero de 2019, “Voy a trabajar por la reelección de Macri, no hay posibilidad de que pierda”, https://www.lanacion.com.ar/2209501-carrio
2- Ignacio Montes de Oca, El fascismo argentino: La matriz autoritaria del peronismo. Buenos Aires: Sudamericana, 2018.
3- Ernst Mandel, El fascismo, Madrid: Akal, 1987.
4- Palmiro Togliatti, La vía italiana al socialismo, México: Roca, 1972. La referencia fue observada por primera vez en el agudo trabajo de Atilio Borón, “El fascismo como categoría histórica: en torno al problema de las dictaduras en América Latina” en Atilio Borón, Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Buenos Aires: CLACSO, 2003.
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