Sherlock Holmes: La colección completa (Clásicos de la literatura). Arthur Conan Doyle
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Читать онлайн книгу Sherlock Holmes: La colección completa (Clásicos de la literatura) - Arthur Conan Doyle страница 79
—No lo sabía nadie. Lo decidí después de conocer al doctor Mortimer.
—Pero, sin duda, el doctor Mortimer se alojaba allí con anterioridad.
—No —dijo el doctor—; estuve disfrutando de la hospitalidad de un amigo. No existía la menor indicación de que fuésemos a elegir ese hotel.
—¡Hummm! Alguien parece estar muy interesado en sus movimientos.
Holmes sacó del sobre medio pliego doblado en cuatro que procedió a abrir y extender sobre la mesa. Una sola frase, escrita por el procedimiento de pegar en el papel palabras impresas, ocupaba el centro de la hoja y decía lo siguiente: «Si da usted valor a su vida o a su razón, se alejará del páramo». Tan sólo la palabra «páramo» estaba escrita a mano.
—Ahora —dijo Sir Henry Baskerville— quizá pueda usted decirme, señor Holmes, cuál es, por mil pares de demonios, el significado de todo esto y quién es la persona que se interesa tanto por mis asuntos.
—¿Qué opina usted, doctor Mortimer? Tendrá usted que reconocer, al menos, que no hay nada de sobrenatural en ello.
—No, desde luego, pero podría venir de alguien convencido de que existe una intervención sobrenatural.
—¿De qué están hablando? —preguntó Sir Henry con aspereza—. Tengo la impresión de que todos ustedes, caballeros, están más al tanto que yo de mis propios asuntos.
—Le haremos partícipe de todo lo que sabemos antes de que abandone esta habitación, Sir Henry, se lo prometo —dijo Sherlock Holmes—. Pero por el momento, con su permiso, nos ceñiremos a este documento tan interesante, que debe de haberse compuesto y echado al correo anoche. ¿Tiene usted el Times de ayer, Watson?
—Está ahí en el rincón.
—¿Le importa acercármelo..., la tercera página, con los editoriales? —Holmes examinó los artículos con rapidez, recorriendo las columnas de arriba abajo con la mirada—. Un editorial muy importante sobre la libertad de comercio. Permítanme que les lea un extracto. «Quizá lo engatusen a usted para que se imagine que su especialidad comercial o su industria se verán incentivadas mediante una tarifa protectora, pero si da en utilizar la razón comprenderá que, a la larga, esa legislación alejará del país mucha riqueza, disminuirá el valor de nuestras importaciones y empeorará las condiciones generales de vida en nuestras tierras.» ¿Qué le parece, Watson? —exclamó Holmes, con gran regocijo, frotándose las manos satisfecho—. ¿No cree usted que se trata de una opinión admirable?
El doctor Mortimer miró a Holmes con interés profesional y Sir Henry Baskerville volvió hacia mí unos ojos tan oscuros como desconcertados.
—No sé mucho sobre tarifas y cosas semejantes —dijo—, pero me parece que nos estamos apartando un poco de la cuestión.
—Pues yo opino, por el contrario, que la estamos siguiendo muy de cerca, Sir Henry. Watson, aquí presente, sabe más que usted acerca de mis métodos, pero me temo que tampoco él ha captado del todo la importancia de esta frase.
—No; confieso que no veo la relación.
—Y, sin embargo, mi querido Watson, existe una conexión muy estrecha, dado que la primera está sacada de ésta. «Usted», «su» «su», «vida», «razón», «valor», «alejará», «del». ¿Ve usted ahora de dónde se han tomado esas palabras?
—¡Por todos los demonios, tiene usted razón! ¡Que me aspen si no es de lo más ingenioso! —exclamó Sir Henry.
—Y por si quedara alguna duda, no hay más que ver cómo «alejará» y «del» están en el mismo recorte.
—Cierto, ¡así es!
—A decir verdad, señor Holmes, esto sobrepasa cualquier cosa que hubiera podido imaginar —dijo el doctor Mortimer, contemplando a mi amigo con asombro—. Entendería que alguien dijera que las palabras han salido de un periódico, pero precisar cuál y añadir que se trata del editorial, es una de las cosas más sorprendentes que he visto nunca. ¿Cómo lo ha hecho?
—Imagino, doctor, que usted distinguiría entre el cráneo de un negro y el de un esquimal.
—Sin duda.
—Pero, ¿cómo?
—Porque es mi pasatiempo favorito. Las diferencias son evidentes. El borde supraorbital, el ángulo facial, la curva del maxilar, el...
—Pues éste es mi pasatiempo favorito y las diferencias también son evidentes. A mis ojos es tanta la diferencia entre el tipo de imprenta grande y bien espaciado de un artículo del Times y la impresión descuidada de un periódico de la tarde de medio penique como la que pueda existir para usted entre sus negros y sus esquimales. La detección de caracteres de imprenta es una de las ramas más elementales del saber para el experto en delitos, aunque debo confesar que, en una ocasión, cuando era muy joven, confundí el Leeds Mercury con el Western Morning News. Pero un editorial del Times es inconfundible y esas palabras no se podían haber tomado de ningún otro sitio. Y puesto que se hizo ayer, era más que probable que las encontráramos donde las hemos encontrado.
—Hasta donde soy capaz de seguirle, señor Holmes —dijo Sir Henry Baskerville—, afirma usted que alguien cortó ese mensaje con unas tijeras...
—Tijeras para uñas —dijo Holmes—. Se puede ver que eran unas tijeras de hoja muy pequeña, ya que quien lo hizo tuvo que dar dos tijeretazos para «alejará del».
—Efectivamente. Alguien, entonces, recortó el mensaje con unas tijeras muy pequeñas, lo pegó con engrudo...
—Goma —dijo Holmes.
—Con goma en el papel. Pero me gustaría saber por qué tuvo que escribir la palabra «páramo».
—Porque el autor no la encontró en letra impresa. Las otras palabras eran sencillas y podían encontrarse en cualquier ejemplar del periódico, pero «páramo» es menos corriente.
—Claro, eso lo explica. ¿Ha descubierto usted algo más en ese mensaje, señor Holmes?
—Hay uno o dos indicios, aunque se ha hecho todo lo posible por eliminar cualquier pista. La dirección, si se fija usted, está escrita con letra muy tosca. The Times, sin embargo, es un periódico que prácticamente sólo leen las personas con una educación superior. Podemos deducir, por consiguiente, que quien compuso la carta es una persona educada que ha querido hacerse pasar por inculta y que su preocupación por ocultar su letra sugiere que quizá alguno de ustedes la conozca o pueda llegar a conocerla. Fíjense, además, en que las palabras no están pegadas con precisión, sino unas mucho más altas que otras. «Vida», por ejemplo, se halla completamente fuera de su sitio. Eso puede indicar descuido o tal vez agitación y prisa. En conjunto me inclino por esto último, ya que se trata de un asunto a todas luces importante y no es probable que el redactor de la carta descuidara su tarea voluntariamente. Si es cierto que tenía prisa, surge la interesante pregunta de por qué tenía tanta prisa, dado que Sir Henry habría recibido antes de abandonar el hotel cualquier carta que se echara al correo por la mañana temprano. ¿Acaso temía su autor una interrupción y, en ese caso, de quién?
—Estamos entrando en el terreno de las conjeturas —dijo el doctor Mortimer.
—Digamos,