Antropoceno obsceno. Borja D. Kiza
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El mundo funciona de maravilla
La cuestión en este mundo-estudio...
Conversando con Edgar Morin*
El humano del Antropoceno: ¿un antihéroe suicida?
El humano del Antropoceno:¿un animal frenéticamente desorientado?
Otros secretos para sobrevivirheroicamente al Antropoceno
Conversando con Valérie Chansigaud*
IX. EL REGRESO (PREPARÁNDOME PARA ASALTAR A J)
¿Qué quiero? ¿Hasta qué punto lo quiero?
Bonus Track. Serie de entrevistasa cuatro jóvenes anónimAs
PRÓLOGO
Viaje al interior.
El ser antropobsceno en el tercer planeta del sistema solar
Yayo Herrero
A comienzos de los años setenta el Club de Roma publicaba el «Informe Meadows» sobre los límites al crecimiento. En su texto, la científica ambiental Donella H. Meadows y su equipo advertían de la inviabilidad del crecimiento permanente de la población y sus consumos sobre la base material de un planeta con límites físicos. El informe constataba cómo la civilización industrial, con sus niveles de producción y consumo, se había construido a costa de agotar los recursos naturales y energéticos, romper los equilibrios ecológicos de la Tierra y generar unas profundas desigualdades entre las personas. Avisaban de que, de seguir así, se corría el riesgo de superar la biocapacidad de la Tierra.
Cuarenta años más tarde, la mejor información científica nos dice que ya no estamos ante el riesgo de superar los límites físicos, sino en una situación de translimitación.
La sociedad occidental en los últimos dos siglos, pero sobre todo en las últimas décadas, ha construido y expandido una forma de vida absolutamente incompatible con la lógica de los sistemas naturales. Lo que hemos celebrado como avance y progreso ha crecido como un tumor socavando las bases materiales que sostienen al mundo vivo —y a la especie humana como parte de él— y repartiendo los beneficios temporales de ese metabolismo de forma enormemente injusta.
Se acumulan cada vez más noticias que evidencian que la vía del crecimiento basada en la extracción de minerales finitos, en la alteración de los ciclos naturales y en la generación de cantidades ingentes de residuos es ya un genocidio a cámara lenta. Son ahora también instituciones poco sospechosas de ecologismo radical, como la Agencia Internacional de la Energía o Naciones Unidas, las que aportan información que, aunque con retraso, refrenda los trabajos que desde hace décadas ha realizado parte de la comunidad científica y el movimiento ecologista.
Los cambios son tan intensos y acelerados que desde la propia comunidad científica se ha considerado conveniente cambiar el nombre a la época geológica. Algunas voces estiman que en 1950 se superó el Holoceno y que nos encontramos en el Antropoceno,1 un momento caracterizado por el hecho de que los seres humanos —sobre todo algunos seres humanos en sociedades capitalistas— hemos cambiado las reglas del juego que organizaban lo vivo desde hace millones de años. Nos hemos convertido en el mayor agente modelador de la corteza terrestre y en factor capaz de variar la regulación del clima y alterar los procesos de la biosfera.
El declive en la disponibilidad de energía fósil y minerales, los escenarios catastróficos del cambio climático, las tensiones geopolíticas por los recursos y los procesos de expulsión de muchas personas a los márgenes de las sociedades o fuera de la propia vida muestran que los sueños de progreso del pasado se están quebrando y que es urgente acometer transiciones que desde la equidad y la justicia permitan encarar los cambios ya irreversibles y frenar aquellos que aún sean evitables,