Comedias dramáticas. José Ignacio Serralunga
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ISABEL: ¿No jugaba a la pelota como los otros chicos? (Levanta el ánimo, se anima a una burla suave) ¿Jugaba a que daba misa?
SACERDOTE: Fue un momentito, una cosa de un segundo.
ISABEL: (Sigue en el chiste) ¿Confesaba a sus amiguitos? (Se ríe) Ego te absolvo por hacer pichí en las macetas, in nominipatri…
SACERDOTE: Pero me duró toda la vida.
ISABEL: ¿Qué cosa, padre?
SACERDOTE: Una duda, Isabel. Una duda.
ISABEL: ¿Qué duda? No entiendo.
SACERDOTE: Lo peor es la duda. Todos los días. Cada uno de los días. Cada noche al acostarte.
ISABEL: ¿De qué habla? ¿Qué le pasó?
SACERDOTE: Algo… terrible.
ISABEL: Padre, me asusta.
SACERDOTE: Yo no podía hacer trampas.
ISABEL: Padre, se me pierde…
SACERDOTE: (Imita a mujer mayor, pero esta vez con angustia o rabia) Un chico como vos, que va a ser sacerdote, no puede hacer trampas.
ISABEL: Padre…
SACERDOTE: No puede mentir… (Ella lo mira, confundida) No puede atarle un moño en la cola al gato y prenderle fuego…
ISABEL: ¡No! ¿Usted también hizo la del gato? Es un clásico ese ¿No?
SACERDOTE: Un chico como yo, que iba a ser sacerdote, no podía hacer nada. (Pausa) Y así y todo, era feliz. Pero tuvo que pasar eso.
ISABEL: ¿Qué le pasó padre? Me preocupa.
SACERDOTE: Un beso.
ISABEL: ¿Eh? ¿Un beso? ¿Y qué tiene de terrible? (Semblantea al cura, que la mira inquisitivo) ¡Ay, no!
SACERDOTE: ¿Qué pasa?
ISABEL: Ay, no, ahora recuerdo por qué estaba triste. Qué mala soy. (Da vueltas en redondo, angustiada) Padre… ¿De verdad, lo peor es la duda? Soy mala, padre. ¿Es pecado un beso?
SACERDOTE: No, salvo que sea incorrecto.
ISABEL: ¿Darle un beso a un primo cuando se está por ir al seminario es pecado?
SACERDOTE: No… pecado no, pero…
ISABEL: ¿Y si le arruiné la vocación, padre? ¿Y si le queda la duda toda la vida? ¿Y si vuelve del seminario porque se arrepiente de ser cura? ¿Se puede perdonar eso, padre?
SACERDOTE: Vos besaste a tu primo.
ISABEL: Sí.
SACERDOTE: ¿Por qué lo besaste, Isabel?
ISABEL: ¡Porque se fue al seminario! ¡Lo perdí, padre! Y yo no sabía lo que sentía, hasta que llegó el momento. (Pausa) Me dijo “Chau, primita, te voy a extrañar mucho. (Sigue recordando) Allá hay mucho silencio. Voy a extrañar tu risa”. Pelotudo.
SACERDOTE: ¡Isabel!
ISABEL: Se me desmoronó el mundo, padre. Se me escapó la infancia. Se me iba, padre. Y ya no era mi primo, era un hombre al que acababa de descubrir que amo. ¿Y si le arruiné la vida, padre?
SACERDOTE: Hay tantas cosas que no sabemos, Isabel.
ISABEL: Déjeme hablar, padre. Necesito hablar. Necesito que me escuche y que me diga si hice mal, y si hice mal que me perdone… No, eso no importa. Quiero que me diga si es posible que le haya arruinado la vida.
SACERDOTE: Hay algo más importante que eso, Isabel.
ISABEL: Fue recién, padre. Julio se acaba de ir. Por eso estaba triste. Porque lo besé, y él se fue trastabillando, tartamudeando… pobrecito. ¿Sabe qué es lo peor, padre? Creo que le gustó.
SACERDOTE: Seguro. Él también te quiere.
ISABEL: (Enojada) ¿Qué sabe usted? ¡No soy una nena, padre! ¡No me diga cosas que no puede siquiera saber para contentarme! ¿Cómo sabe eso? ¿Eh?
SACERDOTE: Tranquilizate, Isabel. Por favor.
ISABEL: ¿En el seminario le enseñaron eso? ¡No quiero que me tranquilice, quiero que me diga la verdad!
SACERDOTE: Tenés razón, Isabel, discúlpame. Es la costumbre de consolar a la gente. Siempre tengo la palabra adecuada para cada situación.
ISABEL: ¡Pero esta vez no sirve!
(Pausa.)
SACERDOTE: Isabel.
ISABEL: ¡¿Qué?!
SACERDOTE: ¿Puedo preguntarte qué pasó después del beso?
ISABEL: No sea chusma.
SACERDOTE: No, Isabel, no es por ser chusma. Yo necesito saber qué pasó después de que lo besaste.
ISABEL: ¿Para qué? Ya le dije, Julio se fue corriendo. La carita…
SACERDOTE: Eso ya lo dijiste. Preguntaba por vos. ¿Qué pasó con vos después del beso?
(Pausa, ella seria.)
ISABEL: No me acuerdo…
(Pausa.)
SACERDOTE: ¿Puedo contarte algo?
ISABEL: (Angustiada) No me acuerdo… Estaba triste. Muy triste.
(Pausa.)
SACERDOTE: Escuchame. Llevo cuarenta y pico de años de sacerdocio ¿Sabés? Muchas veces me he preguntado qué habría sido de mi vida si hubiera decidido dejar los hábitos. O no tomarlos.
ISABEL: Muy triste.
SACERDOTE: El día en que estaba por irme al seminario, mi prima, mi prima de mi vida, la mujercita más linda que conocí, el alma más bella, el espíritu más alegre que Dios puso frente a mí, la chica más hermosa, la de los ojos pícaros y la sonrisa de luz, reaccionó de una manera que jamás habría imaginado. Mi prima me besó, Isabel, cuando me iba al seminario. Fue suficiente para poner en duda todas mis ideas, todos mis sentimientos. La duda, Isabel. Lo peor es la duda.
ISABEL: No puedo recordar.
SACERDOTE: No importa. Ya vas a recordar. Tranquilizate.
ISABEL: Hay como un vacío, desde que Julio se fue, hasta que me veo con Batuque, abajo.
SACERDOTE: Suele pasar. Con una emoción fuerte. Con un susto grande. Suele pasar. (Pausa) Dejame que te cuente. Es importante. Creo. Mi prima tuvo un accidente, terrible.
ISABEL: