Análisis del discurso en las disputas públicas. Giohanny Olave

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Análisis del discurso en las disputas públicas - Giohanny Olave

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textos antiguos, de los que en buena medida se desentienden los estudiosos modernos del discurso, lo que le permite, a mi juicio, corregir los usos modernos del término. Para él, la erística no se limita al debate o a la polémica, ni al sentido megárico del término (refutar por el placer de mofarse de los demás), sino que los abarca y los trasciende; tampoco es el argumento falaz o aparente, ni la finalidad es el simple afán de alcanzar la victoria por cualquier medio, pero tiene que ver con todo ello.

      La erística, además de ser un fenómeno lingüístico que se manifiesta en mayor o menor medida en los diálogos y los discursos, es una técnica de discusión con un instrumental básico definido ya en los autores antiguos, y es también una enseñanza (aunque se trata de una exageración platónica, la imagen de los maestros Eutidemo y Dionisodoro que se desplazaban arrogantes en el mercado de Atenas, seguidos por su numeroso séquito de discípulos). Ahora esa antigua técnica puede ser un mecanismo inapreciable para el análisis erístico de textos de cualquier tipo, pero sobre todo de aquellos de carácter político, ya sea en diálogo o en discurso continuo, y ella es la única capacitada para observar girones discursivos no sujetos a la razón estandarizada (ante la cual el autor se refiere a una «razón erística»), pero que se encuentran en el debate político, la controversia dialéctica e incluso en diálogos comunes y corrientes.

      El núcleo del libro lo conforman precisamente la ejemplificación de su concepción de erística. Para lograrlo se ve en la necesidad de actualizar los instrumentos de análisis y adecuarlos a tres casos contemporáneos relevantes de tres espacios geográficos de América Latina: Colombia, Argentina y México. Se trata de tres casos diferentes no solo por el contexto social y político, sino también por la temática y por la clase de discursos. Pero los tres casos se caracterizan tanto por ser emitidos en contextos de crispación política (esto es, un contexto erístico), por figuras representativas de la política caracterizados por sus capacidades para el debate público (y por ello actores erísticos) y por la utilización de los modernos instrumentos mediáticos, ya sean aquellos tradicionales como la radio y la televisión, ya sean los digitales. Su estudio de estos tres casos, aunque «no agota la riqueza de la interacción erística seleccionada y deja pendientes algunas cuestiones estimulantes», como el autor mismo afirma, abre una nueva vía de estudios, ciertamente ya surcada por otras técnicas discursivas, pero no con la sistematicidad y la conciencia histórica con que él lo lleva a cabo.

      No es mi intención en las líneas que siguen presentar un resumen del contenido de este libro –flaco favor haría a mi estimado amigo–, sino hacer una presentación de cada problema abordado y exponer sugerencias que brotan de la lectura de las páginas del libro, en la idea de que el amable lector podrá también especular sobre los análisis allí presentados y enriquecer el campo de trabajo y los instrumentos técnicos.

      Olave aborda primero la polémica generada por la implementación del Acuerdo de Paz en Colombia el 30 de noviembre de 2016 entre el gobierno de este país y el grupo guerrillero farc-ep, luego de que el 2 de octubre de ese mismo año una mayoría de colombianos rechazaron dicho acuerdo en una consulta popular. Por este motivo, hubo numerosos debates a favor y en contra de tal acuerdo. En el capítulo correspondiente analiza un video de 48:34 m de un debate radial retransmitido audiovisualmente en redes sociales el 22 de junio de 2017. En este debate participaron dos legisladores, uno a favor del acuerdo y otro en contra; este último del partido Centro Democrático, dirigido por el expresidente Álvaro Uribe, además de una moderadora de prestigio. La transcripción contiene una serie de signos que dan cuenta de recursos prosódicos empleados por los participantes (entonación, volumen, pausas, acento prosódico, etcétera).

      El análisis se dirige a «tres frentes de confrontación: la representación democrática, la historia del conflicto armado y la discusión racional», en los que se disgregó el punto central de la discusión establecido por la moderadora, en el sentido de si era posible que, de ganar el uribismo las elecciones en 2018, el nuevo presidente cambiara los acuerdos de paz con la guerrilla. Se estudian las infracciones de las reglas del diálogo y los excesos de los dos participantes, los ataques y las defensas mediante recursos verbales y paraverbales y su actitud frente a la victoria o derrota en el debate.

      En un intercambio erístico platónico no hay cambio de roles: el eristês es quien interroga y no permite ser interrogado; además, debe siempre contradecir cualquiera sea la respuesta del interrogado. Aquí la situación es diferente, pues hay intercambios de roles, interrupciones y solapamientos que muestran tanto el rompimiento de las reglas del diálogo como la diversidad de situaciones de las prácticas erísticas que se enriquece con los dos casos subsiguientes. Los temas a los que se dirige la confrontación no son en sí mismos erísticos, pues aparecen como materia de discusión en cualquier discurso o debate. Más bien son los recursos a los que recurre cada parte para vencer a su contrincante. Por ejemplo, en relación con el primer punto, la discusión sobre la legitimidad política podría ser en los términos moderados y respetuosos, donde el elemento erístico podría estar casi ausente, la cual discusión es objeto del análisis argumentativo, pero en este caso se ofrecen mecanismos del debate agresivo que son objeto del estudio del arte erística. Esa legitimidad ya no es un tema de discusión, sino el intrumento para la victoria sobre su oponente. La erística no tiene una función cognitiva, sino funciones agonísticas, lúdicas e incluso monetarias.

      Por otra parte, la erística tiene una parte argumentativa (generalmente refutativa). Por ejemplo, para probar la legitimidad o ilegitimidad del citado acuerdo, ambos contrincantes tienen pruebas y argumentos. Una prueba en contra: fue rechazado por la ciudadanía en un plebiscito refrendatorio; una prueba a favor: sí, pero la mayoría de los ciudadanos no participó en el plebiscito y la diferencia de los resultados fue mínima. Una segunda serie de pruebas: fue aprobado por mayorías del Congreso de la República, no por el voto popular; el Congreso es un organismo de representación popular. Lo anterior forma parte del estudio argumentativo, pero la erística se dirige a estudiar la utilización de los elementos emocionales que, en este caso, consiste en subrayar la indignación o la cólera del sujeto (el ciudadano) engañado, objeto de una farsa y del abuso del gobierno. Asimismo, los adversarios emplean diversas estrategias donde el decoro y la cooperación están ausentes; privilegian los recursos prosódicos y actoriales, la risa, la simulación, la ironía, la hipérbole y otras figuras, que generalmente son analizadas como lenguaje figurado, aquí adquieren su justa dimensión como instrumentos de la erística, para agredir y burlarse del adversario. Todo ello entra en «intercambios ágiles, reacciones vehementes y movidas predominantemente intuitivas en los tramos de mayor tensión».

      El segundo ejemplo es fuente también de sugerencias para el lector. Se trata del relato del conflicto armado, de la historia como prueba que ambos interlocutores utilizan a su favor en su altercado. El problema no es tanto llegar a mostrar el acontecimiento histórico real o verdadero, sino las estrategias para hacerlo aparecer como tal, esto es, que el discurso sea verosímil. De ello se encarga la historiografía, pero la erística interviene cuando se emplea como mecanismo de discordia. Cuando se habla del paramilitarismo intervienen los elementos emocionales: «Un fenómeno que ha dejado cientos de miles de muertos», «un fenómeno criminal e ilegal» y el involucramiento del adversario en ese movimiento.

      El tercer frente es la discusión racional, que incluye las acusaciones mutuas de romper las reglas de la discusión, como cuando Sócrates acusa a Protágoras, en el diálogo homónimo, de pronunciar largos discursos, mientras que él está acostumbrado a las respuestas breves, aunque en realidad sus propios discursos son más largos que los de Protágoras. Aquí sobresale también el tópico de las definiciones, empleado en el diálogo y en la erística, pero en este caso con un fin agresivo. Sucede esto con la palabra ‘esquizofrenia’, que uno de los participantes asegura que se da «cuando uno tiene dos discursos», en contraste con la diputada: «Cuando uno vive en una realidad paralela, como en la que viven ustedes». Increparse por la falta de racionalidad pertenece también a este ámbito erístico.

      El contexto del segundo caso de análisis ubica al lector en el 22 de octubre de 2017, cuando se celebraron elecciones legislativas

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