SGAE: el monopolio en decadencia. David García Aristegui
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Existe una casi absoluta opacidad en los acuerdos entre la entidad y las grandes plataformas audiovisuales de este país, que a día de hoy mantienen prácticas sin respaldo legal alguno, a todas luces contrarias a derecho, como las llamadas «autopromociones», según las cuales se ha ofrecido y ofrece el repertorio de SGAE para su comunicación pública y explotación en anuncios de programas propios de las cadenas de las plataformas y que, por este motivo y ningún otro (y, desde luego, sin consentimiento ni comunicación de sus autores), se ceden obras para su incorporación a anuncios publicitarios, lo cual implica su previa edición y sincronización, o lo que es lo mismo, la transformación de la obra. En la actual Ley persiste este territorio liberado, lo mismo que existía en todas las anteriores. Los socios no conocen muchos de los acuerdos firmados por su entidad con terceros, acuerdos que por supuesto les afectan y que solo se intentan explicar cuando esta recibe presiones para su publicación o comunicación. Los llamados «derechos morales» (imprescriptibles y que, entre otros, incluyen el derecho a la integridad de la obra y su protección, salvo autorización expresa de su titular) siguen siendo los grandes desconocidos en todo este asunto y, curiosamente, han sido los derechos que más han resistido el paso del tiempo en las sucesivas legislaciones sobre derechos de autor e incluso en todo el sistema y su protección desde hace siglos.
Vértigo. Observad todas esas cifras que estremecen, los llamados «pendientes», y que pertenecen a los autores pero que por diversas razones no han llegado a percibir y entran en un cajón de sastre. Cifras que asombran y que, lejos de decrecer y encaminarse a una caja a cero -algo por otro lado imposible-, aumentan cada año. Es una entidad haciendo aguas.
SGAE: el monopolio en decadencia es un libro necesario que, al mismo tiempo, se ha hecho esperar. Es también un libro que llega en una época decisiva en la que se está redefiniendo el «modelo de negocio» alrededor de la música y de toda la industria cultural. Ainara LeGardon y David García Aristegui llevan muchos años derribando mitos, tendiendo puentes y proponiendo un modelo sensato que redunde en la toma de control por parte de los creadores. O intentándolo, porque la tarea ha sido y es inmensa, y los obstáculos muchos. Es la primera vez que en este país se afronta, de este modo, un tema tan complejo y, por otro lado, apremiante. Y ello porque quizás nadie podía haberlo abordado tal y como lo ha hecho este pequeño gran think tank como el formado por Ainara LeGardon y David García Aristegui, dos luminarias cuya autoridad para hablar sobre estos temas queda fuera de toda duda. Es muy posible que estés algo desorientado entre el alud de noticias e informaciones, artículos y declaraciones que diariamente circulan por la red y los medios de comunicación y que tienen como protagonista a la famosa entidad. Este libro, que la disecciona con una habilidad magistral, ofrece respuestas a casi todas las preguntas, pero también tiene otra gran virtud: deja abiertas puertas y plantea preguntas. No cierra ninguna y te empuja a posicionarte. Es un ensayo lúcido, brillante, valiente y pionero, construido de una forma intachable, meticuloso en extremo y que parte de posiciones razonables, donde cada declaración y dato empuja el siguiente. Sus autores están cargados de razones. Les sobran motivos.
Es una obra que, entre otras cosas, viene a decir que aún hay tiempo. Y, además, esconde un último golpe de efecto, un mecanismo oculto. Este libro es lo mejor que podía ocurrirle a una entidad como SGAE, que en caso de estar movida por responsables hábiles e inteligentes, no dudarían en recibirlo como un regalo: en él se ofrecen los pilares básicos para su pervivencia, así como algunas ideas y propuestas a la eterna crisis que sufre una entidad absolutamente única en la historia de este país, con una nefasta imagen pública y unos socios que, en la mayoría de los casos, la ven como un mal menor o directamente un enemigo interior. Algo así tendría que crear un efecto suficientemente movilizador. Debería emprender sin demora la tarea de tirar muros y tabiques, revisar las cañerías, reforzar las vigas. Y reconsiderar su propia naturaleza, lo que ha sido y lo que es y, por supuesto, como afrontar lo que está por venir. Puede que todo esto sean posibilidades o bien probabilidades. Pronto lo sabremos.
1987, 2017... En todo esto, en lo que te dispones a leer, hay algo que una y otra vez regresa sobre sus pasos, o quizás es que se trata de un antiguo cuento. Se dice que un escorpión, que quería atravesar un río, habló con una rana que estaba en la orilla: «Rana querida, ¿podría subirme a tu espalda para que me llevaras hasta el otro lado del río?», preguntó el escorpión. La rana, asustada y temerosa de lo que sucedería, contestó: «Pero, escorpión, si dejo que te subas me picarás». El escorpión, enfadado, le replicó: «¿Cómo voy a hacer semejante cosa? Si lo hago, los dos nos ahogaremos». A la rana, tras escucharlo, le pareció razonable, así que accedió. El escorpión se encaramó a su espalda pero, cuando iban a medio camino, la rana notó el temido aguijón. Mientras se hundían, logró preguntarle: «¿Por qué lo has hecho?», a lo que este contestó: «Porque es... mi naturaleza». Las declaraciones para ABC de un defenestrado Reixa, abandonando el Palacio de Longoria con gesto abatido y cansado, no dejan lugar a dudas: «La SGAE es el lugar menos interesante del hemisferio norte para fomentar la cultura». Entonces ¿a qué se dedica exactamente la entidad? ¿Cuál es su verdadera naturaleza?
Servando Rocha
INTRODUCCIÓN
TRATANDO DE ENCAJAR LAS PIEZAS DEL PUZLE
¿Qué entidad puede presumir de haber tenido en su seno a compositores de ópera, directores de cine porno, dramaturgos, guionistas, mimos y punks? La Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
Este libro sobre SGAE es un espacio de reflexión que hemos creído necesario habilitar en torno a estas siglas y a la gestión de derechos de propiedad intelectual. Este es un tema que nos afecta. Que afecta, en mayor o menor medida, a toda la ciudadanía. Que ha afectado al pasado y que afecta al presente y al futuro de la producción artística y, por tanto, también al compromiso y la responsabilidad adquiridos cuando creamos algo y lo ponemos a disposición de los demás para su uso y disfrute. Hablar de SGAE no es un asunto local, ya que en todos los países donde existen industrias culturales desarrolladas y donde se cumplen los acuerdos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), organismo dependiente de la ONU, surgen cuestiones en torno a la propiedad intelectual. Este es un tema que, creemos, hasta ahora ha sido tratado dentro de un marco muy estrecho, sin escalas de grises. En el Estado español, al margen de la bibliografía jurídica existente, en general encontramos publicaciones muy sesgadas. Se produce una falta de entendimiento entre aquellos que retratan la piratería en tonos casi apocalípticos y quienes defienden la abolición de la propiedad intelectual como un fin en sí mismo. Encontramos la necesidad de abandonar clichés y alumbrar ángulos muertos.
Sea como fuere, y a pesar de que se ha deshinchado el entusiamo por la cultura libre como alternativa práctica más allá de un planteamiento simbólico, podríamos decir que la propiedad intelectual está de plena actualidad. Esta es una buena noticia en la medida en que puede acercar el debate a la calle, fuera de las esferas de los expertos. Pero el diálogo de sordos se agrava debido al colonialismo cultural que sufrimos: la mayoría de publicaciones críticas provienen de Estados Unidos y se reciben descontextualizadas, cuando no de manera totalmente irreflexiva (y muchas veces con pésimas traducciones). Para empeorar las cosas, textos históricos escritos hace ya una década, con el reseñable Copia este libro de David Bravo a la cabeza, han quedado inevitablemente desactualizados. Copyleft. Manual de uso, editado por Traficantes de Sueños, es otra de las guías que durante mucho tiempo se ha tomado como referencia, pero arrastra una serie de inexactitudes que apuntalan una visión muy deformada de lo que son realmente los derechos de autor y las posibilidades en torno a su gestión. Afortunadamente, la bibliografía en castellano va aumentando con ensayos que nos descubren muchos aspectos