Devenir perra. Itziar Ziga

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Devenir perra - Itziar Ziga UHF

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a lo largo de mi vida como antihombres. Y el feminismo ha sido precisamente el discurso vital que ha permitido que me cure las heridas abiertas por la brutalidad de los machos y me alíe con los hombres. Transformar esta pesadilla en mi mundo habitable.

      Respecto a los machos, a los hombres que se creyeron el cuento de ser hombres, nunca me cansaré de repetir las palabras de mi perra amiga Virginie Despentes en su explosiva Teoría King Kong. «Cuando defendéis vuestros derechos masculinos, sois como los empleados de un gran hotel que se creen los propietarios de la finca… siervos arrogantes, eso es lo que sois.»

      Ah, se me olvidaba. Ya sea por temperamento, por las hormonas endógenas y sintéticas que me revolucionan a cada rato, por mi afición al gin-tonic, por mi horóscopo maya o por haber transitado mi infancia en aquella Rentería de los años ochenta que llamaban Beirut, soy exaltada, incendiaria y majara.

      Por tanto y recapitulando: soy una zorra vasca feminista radical malhablada panfletaria. Antes de que lo escupa nadie, ya lo he dicho yo.

      Me gusta ser una zorra: la construcción desde el placer

      Dama, dama que hace lo que le viene en gana…

      Cecilia

      La mañana del sábado 16 de abril de 1983, cuatro chicas vascas de estética punk se retuercen en las pantallas domésticas de Televisión Española, la emisora estatal y única que había entonces. El programa musical Caja de ritmos, dirigido por Carlos Tena, emite varios vídeos de la creciente escena punk rock bilbaína, entre ellos «Me gusta ser una zorra», del grupo Las Vulpess. «Si tú me vienes hablando de amor, qué dura es la vida, cual caballo me guía, permíteme que te dé mi opinión, mira imbécil, que te den por culo. Me gusta ser una zorra… Prefiero masturbarme sola en la cama, antes que acostarme con quien me hable del mañana, prefiero joder con ejecutivos, que te dan la pasta y luego vas al olvido. Me gusta ser una zorra…»

      Quince días después, el diario ABC publica la letra y clama castigo para las zorras y quienes han osado mostrarlas. Carlos Tena dimite, el programa recibe una querella del fiscal general del Estado por escándalo público y Las Vulpess no salen de su asombro. Loles Vázquez, la autora de la mítica letra, asegura que en la redacción de ABC debieron pegarse horas visionando la cinta para desentrañar las palabras de una grabación tan ruidosa. Son muy morbosos los guardianes de la moral y las buenas costumbres.

      De todas las canciones punk e indecentes de aquellos años de explosión pos-franquista, «Me gusta ser una zorra» fue, sin duda, la más perseguida y castigada. «Era un país muy machista, la Polla Records cantaban también con tacos y no estaban tan mal vistos», afirma Loles, la fundadora de la banda. En sus conciertos, recibían los insultos y los gritos guarros del público masculino, ya fueran bien vestidos o macarras, y ellas respondían sin tregua. La de Las Vulpess fue una corta carrera llena de sobresaltos, una noche fueron a Burgos de concierto y se encontraron con una audiencia exclusiva de militares que esperaban un striptease.

      Han pasado veinticinco años desde entonces, pero yo sigo echando de menos a zorras que se autonombren en espacios normativos. Para la opinión publicada, sólo se puede ser puta, perra o zorra cuando otro lo dice, no cuando una lo exclama. Por eso molestaron tanto Las Vulpess. Ellas cantaban en primera persona: me gusta ser una zorra. No «me gusta ser tu zorra» o «me gusta ser una zorra porque a ti te gusta». Este libro podría llamarse como la canción de Las Vulpess. Yo tenía nueve años cuando a ellas las insultaban y perseguían por declararse zorras pero algo debió de calarme dentro porque jamás he pretendido hacerme pasar por buena y decente. Y me desato por dentro cuando berreo con ellas: me gusta ser una zorra.

      Alaska y las perras: el origen

      Tras la lectura voraz de Transgresoras, las mujeres que cambiaron su mundo, de Alaska, una tarde desolada de noviembre en 2003, empecé a darle vueltas a la idea de investigar sobre la feminidad que otras amigas mías y yo encarnábamos, sobre si existía la fórmula de una feminidad extrema y antipatriarcal. Alaska dice: «Si no se nace mujer, ¿cómo se llega a serlo? ¿Cómo es el mecanismo a través del cual construimos el género? La hiperfeminidad exhibida por travestis y transexuales ha permitido analizar la construcción del hecho que supone representar una mujer».

      Para mí Transgresoras es todo un tratado de empoderamiento y es el origen de Devenir perra. Una lucecita se me encendió aquella tarde oscura. En la primera página tenía todavía los ojos inundados por la tristeza de un abandono; al concluir el libro, ya ni recordaba el nombre de mi amor perdido y nada podía borrarme la sonrisa.

      Digo esto porque yo, como todas las perras a las que he entrevistado para este libro, tengo una segunda madre que se llama feminismo. Y en mi caso, os aseguro que es más exigente que la madre biológica; las feministas, no sin razón, tenemos alergia a la palabra feminidad. Pero yo pensaba: no vale, a mí me pierde la purpurina, el color fucsia, las plumas, las tiaras de miss de plástico… Lo he intentado, hermanas, lo sabéis, he intentado ser un poquito más camión, menos petarda, más discreta, pero no puedo, es superior a mí. Yo soy como la gran Manuela Trasobares (artista, soprano y primera concejala transexual de nuestra historia) y grito con ella: «¿Por qué no vestirse una mujer con toda su lujuria, por qué no?».

      A lo largo de la escritura de este libro, he dudado mucho. Supongo que eso es inevitable. Escribir, y más en primera persona, es un ejercicio de striptease íntimo a veces autocomplaciente y a menudo torturador. Pero creo que hay que interrogar a las dudas e inquietudes acerca de su origen. ¿De dónde vienes a importunarme esta noche, bonita? He sentido en varios tramos del proceso creativo que deseaba justificar ante mí misma la elección de un tema de estudio tan minusvalorado y aparentemente trivial. El disfraz de puta, vaya asunto. (Alguien me dijo: ¿por qué no investigas la masculinidad, que está más de moda? No te jode. ¿Por qué no la investigas tú?)

      He comprendido que la misoginia habita latente, muy adentro. Más incrustada de lo que yo me atrevía a vislumbrar. Incluso en mis entrañas de feminista que le gusta vestirse como una puta. Al final este libro se ha convertido en un ejercicio de anclaje en mí misma. Cuatro años después de empezar la transcripción del ladrido de las perras, cuando los infames discursos abolicionistas de la prostitución de las feministas liberales y decentes se vociferan más que nunca, siento nuestra feminidad exaltada, paródica y sucia más ligera, más potente, más necesaria.

      Casting de perras

      Sabía que quería escribir sobre feminidades de rimel corrido y que me apetecía un retrato colectivo. Desde el principio pensé en varias amigas mías a las que quería entrevistar, todas ellas exaltadamente femeninas y feministas. A medida que empezaba las entrevistas, me emocionaba más, pensaba en nuevas candidatas y veía más claro que, de alguna manera, esto tenía que salir, tenía que explicarse. Éste es un tratado de amor, como advertía al principio. Mis perras son mis amigas, ya las conocía de antes, las adoro, las idealizo, comparto sus luchas, creo que he llorado de emoción y de risa transcribiendo cada una de sus entrevistas. No pretendo legitimarme con la más mínima validez sociológica ni antropológica y me ofendería que alguien lo hiciera. Mi metodología es la pasión, la euforia y la rabia. Este libro es un ejercicio de visibilización lúdica y política, punto.

      Algo

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