La Nueva Era de la Humanidad. Jay Tatsay

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La Nueva Era de la Humanidad - Jay Tatsay Colección Nueva Era

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con el androginismo como una malformación o enfermedad; quedan los que abogan por erradicar las diferencias de género con la frase de “ni hombres ni mujeres, personas”, donde el haber nacido hombre o mujer no debe ser causa de desigualdades a pesar de la obvia diferencia morfológica entre uno y otro sexo, superando al patriarcado y al matriarcado, al proveedor y a la dependiente hogareña, como ya sucede en algunas sociedades del norte de Europa, respetando las especificidades de cada grupo, pero sin que estas sirvan para marcar negativamente a ninguna persona: diferentes, sí, pero sin que la diferencia prive a nadie de las oportunidades que ofrece la vida. El sexo es una pulsión psicológica y una función fisiológica que las grandes religiones y los Estados han venido regulando y controlando desde hace milenios, y que el Nuevo Orden Mundial, sea como sea, deberá tener en cuenta, porque de él dependen tanto la reproducción como las relaciones sociales más básicas de aceptación y rechazo, o estrategias afectivas de supervivencia que muchos llaman “amor”.

      En otras palabras, el Nuevo Orden Mundial, Iluminnati o no, conspiración o no, aún está en incubación, es torpe y contradictorio, hecho por humanos al fin y al cabo, y con muchas aristas por limar y agujeros por donde se le escapan muchas personas y muchos pensamientos.

      En el tiempo que Plin estuvo en este planeta (mucho para nosotros, escaso para él), contó con suficientes milenios para amar y odiar a la humanidad, para enfadarse y para rectificar, para viajar hasta los orígenes de la misma, y para ver los posibles futuros de la raza humana.

      En su ir y venir, Plin (Plinio le llamaron algunos) conoció amos y esclavos, seres horribles y seres preciosos, potentados y hambrientos, sabios ignorantes e ignorantes lúcidos, y vio a la humanidad correr y tropezar, caer y volverse a levantar, anhelar y aspirar, así como rendirse a la pereza y decadencia más absolutas.

      En una ocasión Plin escribió:

      Lo bueno y lo malo

      Lo malo es que siento un total asco y desprecio por esa cosa llamada humanidad; lo bueno, que tampoco es para tanto, ya que haciendo cuentas solo repudio a un tercio del total de personas del planeta, más o menos: esas que habitan en el mundo occidental donde se complementa la voracidad de los cerdos que mandan con la sumisión de los borregos que temen y obedecen.

      Lo bueno, que hay capas sociales y países enteros que no hacen caso de autoritarismos, pues saben que los cerdos no se preocupan por su salud ni por su bienestar, sino por su dinero.

      Lo malo, que he descubierto, siempre se aprende algo nuevo, que mucha de la gente que creía pensante en realidad nunca pensaron, porque nunca tuvieron cerebro, solo miedo.

      Y con esta me despido de ese tercio de seres borregos y marranos, digo, pequeño burgueses de clase media adocenados y sus dueños, agradecido de haberlos conocido porque así siempre podré distinguirlos de los verdaderos seres humanos (ni yo mismo creo lo que escribo).

      La buena: sigan durmiendo, prometo no hacer más ruido; la mala: ya les dirá lo que tienen que hacer la voz de sus amos.

      Se arrepintió casi de inmediato de lo escrito, por ofensivo e innecesario, e intentó borrarlo, pero no pudo, quedó en su memoria inscrito para siempre, para que así pudiera reflexionar antes de expresarse por escrito.

      También quedó inscrita en su memoria la Historia de la Humanidad, una historia quizá un poco diferente a la que publica la academia occidental, y tal vez un poco diferente a lo que narraría cualquier otro ser, porque cada quien tiene su perspectiva sobre lo que ve, siente, oye y percibe:

      La Historia de la Humanidad según Plin

      Al principio no había de todo, pero había mucho.

      El planeta estaba al rojo vivo, con volcanes, humo, rayos, ácido y tormentas de aire que cambiaban su fisonomía a cada momento.

      Dentro de ese impresionante y hermoso caos, algunas moléculas empezaron a organizarse. Hubieran preferido seguir su viaje por el espacio, pero la fuerza de la gravedad se lo impedía.

      Entonces formaron cadenas de aminoácidos con adenina, timina, guanina y citosina, sin una gota de agua y en condiciones extremas, y sin tener ni idea que de esas cadenas nacería lo que los humanos conocen como vida.

      Así nació el primer Nuevo Orden Mundial en el planeta de ácido, fuego y relámpagos que más tarde sería llamado Tierra, a pesar de su superficie mayoritaria es agua.

      La Tierra, un planeta curioso que tardó tres mil millones de años en que apareciera la primera célula.

      Con todo no es el planeta más curioso que haya visitado. Willmac, en lo que aquí llaman Alfa Centauro, es un planeta donde sus habitantes son de gas, pero como no son conscientes de su naturaleza gaseosa, “compran” gas a una montaña gaseosa, y a cambio de ese gas le dan su propio gas, que no ven como gas, sino como una emanación del alma. No necesitan el gas de la montaña gaseosa, porque con el suyo tienen más que suficiente para llevar una vida decorosa, pero no lo saben ni lo quieren saber. Cuando intenté explicárselo a un grupo de Willmacnitas, me ignoraron y me arrojaron gases perniciosos… quizá la Tierra y Willmac sí tienen algo en común: la inconsciencia.

      Volvamos a la Tierra a donde llegó el agua, una formada por la misma Tierra, y otra y congelada, venida a bordo de un cometa gigante junto con ciertos elementos que ayudaron a que se formaran las primeras células con ADN, comportamiento y reproducción asexual, que son las madres de toda la vida biótica en la Tierra, como de las plantas, los árboles, los trilobites, las bacterias, los hongos y los exosomas, que más tarde se convirtieron en virus y en priones; hasta de los dinosaurios y de los seres humanos.

      Estos seres llevan miles de millones de años habitando la Tierra, pero los humanos, tan sofisticados e inteligentes, no los descubrieron hasta hace unos pocos años, y en lugar de mejorar la relación y la simbiosis, porque dentro de los seres humanos viven miles de millones de estos seres, prefirieron considerarlos como enemigos, males y enfermedades a superar o a destruir, en lugar de dialogar con ellos y tenerlos como hermanos.

      El Segundo Orden Mundial vino con la aparición de seres cada vez más grandes y complejos, algas, musgo, arbustos, larvas, gusanos y otros más, cuya reproducción ya era sexual, incluso sin pareja, como algunos nematelmintos que tenían sexo consigo mismos para reproducirse. Las medusas y las anémonas siguieron otro camino, se hicieron inmortales y alguna de ellas se reprodujeron a la antigua usanza, por partición.

      Hasta hace ciento veinticinco millones de años sobre la faz de la Tierra solo había árboles, algunos animales y peces, pequeños lagartos y anfibios en las aguas y los océanos, pero ningún ave, ninguna flor y ningún insecto.

      De pronto todo empezó a crecer, aparecieron las flores y los insectos, las aves y los pequeños saurios, y con ellos vino el Tercer Orden Mundial, que duró unos cuantos millones de años.

      Algunos de los animales que habían salido del agua volvieron a ella, la mayoría nacía por huevos, pero los pequeños mamíferos empezaron con la moda del sexo, el nacimiento del vientre y el uso de bolsas, marsupios, para terminar de criar a sus retoños.

      No se lo vayan a decir a nadie, porque nadie les va a creer, pero hace unos sesenta millones de años hubo un camada de humanos que fueron evacuados, junto a muchas otras especies, cuando hubo la Gran Extinción, los cuales regresaron hace unos doscientos cincuenta mil años, cuando en el planeta pululaban los neandertales, y a los que hoy en día llaman cromañones.

      El cuarto Orden Mundial llenó la Tierra de mamíferos, pero los grandes saurios no desaparecieron del todo, sobre todo los que volaban, dragones creo que les llaman, si bien se escondían en altas montañas

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