La Nueva Era de la Humanidad. Jay Tatsay
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Después vino, no se sabe de dónde, otra Gran Extinción, con cambio climático, deshielo, nuevo helamiento terrible, inundaciones, volcanes, terremotos y toda clase de catástrofes, nada nuevas para el planeta que ya las había padecido antes, pero sí del todo nuevas y terribles para las especies que ahora poblaban la Tierra.
El quinto Orden Mundial empezó a emerger hace dos o tres millones de años, con nuevas especies, sobre todo de primates, que fueron evolucionando por todo el planeta, no solo en África, como dicen los libros oficiales, hasta formar a los primeros seres humanos, afarensis, pekinensis, australianos, y muchos otros de los que ya no se tiene memoria, y los neandertales europeos, por supuesto, que al desaparecer o mezclarse con los cromañones, marcaron el final de toda una Era.
El sexto Orden Mundial tiene solo doscientos cincuenta mil años de antigüedad, cuando “aparecen” los cromañones, el ser humano moderno moreno de diversas especies, algunas de ellas con recuerdos de dinosaurios, pues fueron evacuados de la Tierra por aquellas épocas, algunos fueron colocados fuera del tiempo y el espacio en planetas como Marte, otros fueron guardados o hibernados, y otros se convirtieron en mascotas de seres más avanzados, hasta que fueron reimplantados en la Tierra, donde se mezclaron unos con otros, neandertales incluidos, y dieron lugar a un extenso mestizaje que se coartó en cuanto los grupos errantes y trashumantes, nómadas y seminómadas se hicieron sedentarios, cultivaron, crearon granjas, construyeron poblados muy rudimentarios y empezaron con envidias, recelos, acumulaciones, conflictos, pleitos y escaramuzas con sus vecinos y con otros pueblos, para volver al nomadismo una y otra vez.
El nomadismo dura hasta nuestros días, y el sedentarismo multitudinario que se conoce hoy en día apenas se fundó hace doce mil años, aunque hubo muchos otros dentro de esos doscientos cincuenta mil años de andanzas humanas, de los que hoy en día solo se habla en textos esotéricos, como si únicamente fueran mitos y leyendas de la imaginación humana.
Mu, Lemuria, la Atlántida, Shangri-La, Itzá fueron tan reales como el mundo actual, y acabaron sus días como puede acabar el mundo presente, porque la inconsciencia y la vanidad humana es la misma.
En el Sexto Orden Mundial los “dioses” y otras especies visitaban la Tierra, sobre todo después de la Gran Guerra Estelar, hasta que cada quien se fue para su hogar cuando se firmó la paz en la galaxia, y cada quien siguió su propio camino evolutivo.
En la Tierra, por desgracia, los caminos evolutivos de los diferentes seres humanos eran muy dispares, ya que algunos contaban con una muy avanzada tecnología por su contacto con los “dioses”, mientras que otros apenas si dominaban el fuego y la agricultura.
Vimanas, las casas voladoras de los dioses
Hace doce mil años hubo una Gran Guerra en la Tierra, con vimanas y armas nucleares (astras), que casi extinguió a la humanidad, que alejó para siempre a todos los “dioses”, y que convirtió en desiertos a los edenes y vergeles del Sahara, el Gobi y Atacama, dejando con vida, curiosamente, a los pueblos más primitivos y menos ilustrados, como en la novela El eterno Adán, de Julio Verne, que tuvieron que arrancar prácticamente de cero para rehacer al mundo.
El Sexto Orden Mundial fue tan terrible como maravilloso, sin dejar muchas pruebas de su paso por la Tierra porque la inmensa mayoría fueron desintegradas, otras fueron evacuadas, junto con algunos humanos, y otras más solo quedaron en la imaginación y en la memoria genética de los sobrevivientes.
Permanecen ciudades, ruinas y pirámides alrededor del mundo, unas claras y visibles, y otras aún escondidas en las selvas o con apariencia de montañas: construcciones maravillosas sin la menor ayuda de seres de otros planetas, aunque con cierta inspiración y relación con el cosmos y las estrellas, pero humanas del todo, como lo son ahora los rascacielos de Oriente y Occidente, y como lo fueron las de la Atlántida y los de la India y África.
Séptimo Orden Mundial, el de la aparición de los caucásicos, los híbridos, los blancos, los últimos evacuados, que al principio se alojaron en las montañas sin interferir en la vida de los otros seres humanos, hasta que hace seis o siete mil años irrumpieron en Siria, Ur, Caldea, Harappa y Norte de Europa.
Eran pocos y sabios, pero hambrientos ambiciosos, codiciosos y terribles. Ellos trajeron la escritura y las grandes civilizaciones, las normas y las leyes, la ciencia y las grandes religiones. Egocéntricos y con aires de superioridad, se llamaron a sí mismos hijos de los dioses, aunque mortales, elegidos, verdaderos seres humanos y no hijos de los cerdos, las ratas y los simios, con cuerpo mamífero, sí, pero con espíritu divino, seres eternos en esencia, y no simples mortales sin trascendencia.
Desde hace seis mil años hasta el día de hoy, son los que mandan en el mundo, los que tienen el poder y las riquezas, y los que deciden sobre el rumbo de la humanidad, los que crean las guerras, los que esparcen las enfermedades, los que controlan los pensamientos, las emociones y los sentimientos, creyendo que ellos sí llegaran a ser dioses, mientras que el resto de la humanidad no son más que carne y huesos sin trascendencia, animales sin verdadero espíritu, ignorantes sin cerebro, esclavos y servidores sin la menor importancia, desechables, sucios y promiscuos, dependientes y adictos, fácilmente manipulables con falsas promesas, represión y temor. Útiles inútiles que les deben sumisión y obediencia, animales dormidos sin un gramo de consciencia.
No es verdad, pero ellos, en su infinita megalomanía, así lo sienten, así lo piensan, y tienen varios planes, y no solo un Nuevo Orden Mundial, para evacuar el planeta cuando sea necesario, porque desde hace mucho tiempo tienen relación con otras especies lo suficientemente avanzadas como para dominar los viajes espaciales en tiempo y espacio, pero no tan avanzadas como para respetar la existencia de otras especies, grises en espíritu y grises de alma.
Lorenzo Hervás y Panduro describió seres
de otros mundos en el siglo XIX
Cuando hablé con Lorenzo Hervás y Panduro, o con Giordano Bruno, y les conté de la diversidad de especies y formas de vida en el multiverso, creí abrir una puerta para la evolución positiva de la consciencia de la humanidad, pero me equivoqué, y al final solo les traje incomprensión y problemas. Por eso ya no hablo con nadie sobre ciertos temas, y solo dejo por escrito mi visión de la historia de la humanidad sobre este planeta, que nadie debe creer, porque la Verdadera Historia de la Humanidad se hace día a día y todavía no está realmente escrita.
Giordano Bruno, en pleno Renacimiento: “Hay otros
seres y otros planetas más allá de las estrellas”.
El Octavo Orden Mundial, o Nuevo Orden Mundial, se ha venido creando desde hace quinientos años, pero todavía no logra su establecimiento total. Ha avanzado mucho y ha tenido el soporte de las grandes religiones, de sectas, gremios y grupos de presión, como la Fama Fraternitatis, la Milicia Crucífera Evangélica, los masones, los francmasones, los iluminati, los canteros, los caballeros templarios, los cátaros, los luciferinos, los cienciólogos, los cristianos científicos, y hasta los jesuitas y los jacobinos, pero no ha terminado de calar en el mundo, entre otras cosas porque la avaricia y el vicio del poder impide que esas sectas que apuestan por un mundo único no se ponen de acuerdo entre ellas.
Por sus rasgos y su color de piel, azul, Plin se parece mucho a los devas hindúes, tanto, que a menudo se le ha confundido con ellos, e incluso