La Santa Biblia - Tomo III. Johannes Biermanski
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Las persecuciones que por muchos siglos cayeron sobre esta gente temerosa de Dios fueron soportadas por ella con una paciencia y constancia que honraban a su Redentor. No obstante la guerra que se les hizo y la inhumana matanza a que fueron entregados, siguieron enviando a sus misioneros a derramar la preciosa verdad. Se les cazaba hasta darles muerte; y con todo, su sangre regó la semilla sembrada, que no dejó de dar fruto. De esta manera fueron los valdenses testigos de Dios siglos antes del nacimiento de Lutero. Esparcidos por muchas tierras, arrojaron la semilla de la Reforma que brotó en tiempo de Wicleff, se desarrolló y echó raíces en días de Lutero, para seguir creciendo hasta el fin de los tiempos mediante el esfuerzo de todos cuantos estén listos para sufrirlo todo "a causa de la Palabra de YAHWEH y del testimonio de Yahshua." (Apocalipsis 1:9.)
Extraído de: "El Conflicto de los Siglos durante la Era cristiana," por Señora Elena G. White, Pacific Press Publishing Assn., 1913, págs. 69-87
Editor: El santísimo nombre del Padre, YAHWEH, fue utilizado en vez de la denominación 'SEÑOR' o 'Dios'; y en el texto: el nombre del Hijo 'Yahshua el Mesías'. [...], {...}
Juan Wicleff
ANTES de la Reforma hubo tiempos en que no existieron sino muy pocos ejemplares de la Biblia; pero Dios no había permitido que su Palabra fuese completamente destruída. Sus verdades no habían de quedar ocultas para siempre. Con igual facilidad podía quitarles las cadenas a las palabras de vida como abrir las puertas de las cárceles y quitarles los cerrojos a las puertas de hierro para poner en libertad a sus siervos. En los diferentes países de Europa hubo hombres que se sintieron impulsados por el Espíritu de YAHWEH a buscar la verdad como un tesoro escondido, y que, siendo guiados providencialmente hacia las Santas Escrituras, estudiaban las sagradas páginas con el más profundo interés. Deseaban adquirir la luz a cualquier costo. Aunque no lo veían todo a las claras podían sí echar de ver muchas verdades que hacía tiempo yacían sepultadas. Iban como mensajeros enviados del cielo, rompiendo las ligaduras del error y la superstición, y exhortando a los que por tanto tiempo habían permanecido esclavos, a que se levantaran y afirmaran su libertad.
Fuera de lo sucedido entre los valdenses, la Palabra de YAHWEH había quedado confinada dentro de los límites de idiomas conocidos tan sólo por la gente instruída; pero llegó el tiempo en que las Sagradas Escrituras iban a ser traducidas y entregadas a gente de diversas tierras en propio idioma. Había ya pasado la obscura media noche para el mundo; fenecían las horas de tinieblas, y en muchas partes aparecían señales del alba que estaba para rayar.
En el siglo XIV salió en Inglaterra "el lucero de la Reforma," Juan Wicleff, que fue el heraldo de la Reforma no sólo para Inglaterra sino para toda la cristiandad. La gran protesta que contra Roma le fue dado lanzar, no iba a ser nunca acallada, porque había despertado la lucha que iba a dar por resultado la emancipación de los individuos, las greyes {asambleas} y las naciones. Había recibido Wicleff una educación liberal y para él el amor de YAHWEH era el principio de la sabiduría. Se distinguió en el colegio por su ferviente piedad, a la vez que por su talento notable y su profunda erudición. En su sed de saber trató de conocer todos los ramos de la ciencia. Fue educado en la filosofía escolástica, en los cánones de la iglesia y en la ley civil, especialmente en la de su país. En sus trabajos posteriores le fue muy provechosa esta temprana enseñanza. Debido a su completo conocimiento de la filosofía especulativa de su tiempo, pudo exponer los errores de ella, y el estudio de las leyes civiles y eclesiásticas le preparó para tomar parte en la gran lucha por la libertad civil y religiosa. A la vez que podía manejar las armas que encontraba en la Palabra de YAHWEH, había adquirido la disciplina intelectual de las escuelas, y comprendía la táctica de los hombres de escuela. El poder de su genio y sus conocimientos extensos y profundos le granjearon el respeto, tanto de amigos y enemigos. Sus partidarios veían con orgullo que su campeón sobresalía entre los intelectos más notables de la nación; y sus enemigos se veían imposibilitados para arrojar desdén sobre la causa de la Reforma, exponiendo si lo hubieran podido la ignorancia y debilidad de sus adherentes.
Estando Wicleff todavía en el colegio se dedicó al estudio de las Santas Escrituras. En aquellos remotos tiempos cuando la Biblia existía sólo en los idiomas primitivos, érales permitido sólo a los eruditos allegarse a la fuente de la verdad, que a las clases incultas les estaba vedada. De esta suerte, quedaba preparado el camino para el trabajo futuro de Wicleff como reformador. Algunos hombres ilustrados habían estudiado la Palabra de YAHWEH y habían encontrado la gran verdad de su gracia gratuita, revelada en ella. En lo que enseñaban ponían de manifiesto esta verdad e inducido a otros a aceptar los oráculos divinos.
Cuando la atención de Wicleff fue dirigida a las Sagradas Escrituras, se consagró a escudriñarlas con el mismo empeño que había desplegado para adueñarse por completo de la instrucción que se impartía en los colegios. Hasta entonces había experimentado una necesidad que ni sus estudios escolares ni las enseñanzas de la iglesia habían podido satisfacer. Encontró en la Palabra de YAHWEH lo que antes había buscado en vano. En ella halló revelado el plan de la salvación, y vio al Mesías representado como el único abogado para el hombre. Se entregó al servicio del Mesías y determinó proclamar las verdades que había descubierto.
A semejanza de los reformadores que se levantaron tras él, Wicleff en el comienzo de su obra no pudo prever hasta dónde ella le conduciría. Su actitud no fue de abierta oposición contra Roma, pero su devoción a la verdad no podía menos que ponerle en conflicto con el error. Conforme iba discerniendo con mayor claridad las falsedades del papado, presentaba con creciente ardor las enseñanzas de la Biblia. Vió que Roma había abandonado la Palabra de YAHWEH cambiándola por las tradiciones humanas; acusó desembozadamente al clero de haber desterrado las Santas Escrituras y exigía que la Biblia fuese restituída al pueblo y que se estableciera de nuevo su autoridad dentro de la iglesia. Fue maestro entendido y abnegado y predicador elocuente; su vida cotidiana era una demostración de las verdades que predicaba. Su sconocimientos en las Sagradas Escrituras, la fuerza de sus argumentos, la pureza de su vida y su integridad y valor inquebrantables, le atrajeron la estimación y la confianza de todos. Muchos de entre el pueblo estaban descontentos con su antiguo credo al ver las iniquidades que prevalecían en la iglesia de Roma, y con inmenso regocijo recibieron las verdades expuestas por Wicleff, pero los caudillos papistas se llenaron de ira al observar que el reformador estaba ganando una influencia superior a la de ellos.
Wicleff denunciaba los errores con mucha sagacidad y se opuso valientemente a los abusos que sancionaba la autoridad de Roma. Mientras que desempeñaba el cargo de capellán del rey, adoptó una actitud atrevida oponiéndose al pago de los tributos que exigía el papa del monarca inglés, y demostró que la pretensión del pontífice al asumir autoridad sobre los gobiernos seculares era contraria tanto a la razón como a la Biblia. Las exigencias del papa habían provocado profunda indignación y las enseñanzas de Wicleff ejercieron influencia sobre las inteligencias más prominentes de la nación. El rey y los nobles se unieron para negar el dominio temporal del papa y rehusar pagar el tributo. Fue éste un golpe certero asestado a la supremacía papal en Inglaterra.
Otro mal contra el cual el reformador