Mi Huracán Eres Tú. Victory Storm
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Mentalmente, le agradecí a Adam nuevamente por su apoyo y por no permitirme nunca perder la esperanza y me prometí a mí misma gastar la mitad de mi dinero para comprarle ropa de diseñador, su pasión. Después de todo, conocía perfectamente sus gustos y también su tamaño, ya que el tiempo que pasamos juntos casi siempre era en boutiques y tiendas.
Sonreí feliz por lo que el destino había querido darme: un viaje perfecto, un septiembre todavía cálido, la autorización de mi madre para dejarme sola en Princeton a pesar de que habría tenido que quedarme en el dormitorio de la escuela, mientras que una vieja amiga la habría hospedado en Davenport, mientras trataba de volver a trabajar como trabajador social.
Pero lo más sorprendente fue la figura de Lucas, que parecía lista para darme la bienvenida a la escuela secundaria de la ciudad, cuando lo vi venir hacia mí.
¡Oh Dios, cuánto me había perdido!
Tuve que usar todo mi autocontrol para no estallar en lágrimas, pero cuando lo vi mirándome con esos maravillosos ojos color avellana, amplios, que habría reconocido entre mil, ya no pude resistirme y corrí a abrazarlo.
Afortunadamente, estaba acostumbrado a la altura de Adam e instintivamente me puse de puntas de pie rapidamente para pasarle los brazos por el cuello.
Al final, ya no practicaba baloncesto y en los últimos años solo había aumentado unos centímetros más, mientras que Lucas había crecido dramáticamente.
Con mi cuerpo agarrado contra el suyo, también había sentido los músculos debajo de la camisa ligera estirarse contra mí. Eran muy similares a los que Adam forjaba diariamente en el gimnasio y esto me hizo tocar el cielo con un dedo. Adam tenía razón: Lucas había crecido y con un físico como el suyo, ahora también estaba seguro de que probablemente nunca hubiera dejado que su padre lo golpeara tan fácilmente.
Sin embargo, tuve que contener a mis manos, listas para levantar su camisa y verificar si tenía alguna señal de cinturón o algo debajo.
Habiendo sentido su piel y su voz después de tanto tiempo, desgrano ese maciso de roca que había llevado conmigo todos estos años. Lucas estaba a salvo. El estaba conmigo. Por fin!
La única nota negativa que me trasladó a época anterior fue esa cicatriz en la ceja izquierda. Aunque ligeramente oculta por un piercing, era imposible no notarlo debido a la falta de crecimiento del cabello.
Todavía cautivado por ese hallazgo tan rápido e inesperado, tomé sus manos para sostenerlas en las mías.
―No sabes cuánto te extrañé, Lucas. Estoy tan ... feliz ―exclamé, tropezando en la última palabra con mis dedos en las escoriaciones de sus nudillos.
Ante la idea de lo que debía haber hecho para protegerse de la violencia de su padre, lo miré asustado.
Por un momento lo vi sostener mi mirada y luego alejarse con asombro.
―Lucas, ¿estás bien? ―Traté de preguntarle con tanta aprensión que parecía querer sofocarme, pero no me respondió.
Traté de acercarme y poner una mano sobre su brazo, pero algo detrás de mí me empujó bruscamente, haciéndome perder el equilibrio.
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