Meditaciones, Tomo 1. Marino Restrepo

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Meditaciones, Tomo 1 - Marino Restrepo

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¿o será que esta celda ya me esta limando la mente?”. Yo tuve el valor de contestarle directamente lo que yo creía que era:”Hermano, ese era un Ángel que vino a hablarte de que Dios sí existe”. El me miró con un silencio profundo y unos ojos graves y muy preocupados, se retiró lentamente sin decir una palabra y se acostó. Estuvo dormido mas de doce horas y roncando estrepitosamente, fue el hazmerreír de toda la celda, pero yo oré por él todo el día y llamé a gente conocida de Dios afuera para que oraran por él, sin explicar mucho el por qué; simplemente por tratarse de un acto tan extraordinario.

      Su hermano Trueno a quien no le importaba nada en el mundo, ni siquiera él mismo, se sorprendió tanto por el sueño profundo de su hermano, que llamó al guardia para que buscara al enfermero, pues pensó seriamente que su hermano estaba enfermo, nadie podía dormir con ese ruido mas de dos o tres horas a la vez y eso contando con un gran cansancio, lo cual era muy difícil de lograr en un espacio tan pequeño y una vida tan sedentaria.

      Después de un rato largo y sin que hubiese llegado el enfermero, quien generalmente no aparecía sino en caso de muerte o algo muy grave, se levantó Lee y toda la celda lo aplaudió. Esto contribuyó a que se sumiera en un aislamiento aún más grande. Pasaron casi tres semanas y llegó la hora para los dos hermanos de ir a seleccionar jurado para su juicio, tarea que todos los presos detestaban. El día de ir a la corte llaman a los presos desde las 12:00 pm o 1:00 am y los trasladan a otra celda hasta la mañana, cuando llega el bus a recogerlos. Una celda sin cama, con aire acondicionado al mas alto nivel de frío y con unas bancas de cemento como único mueble, esposados en las manos y con cadenas en los pies y cintura, es una escena de la edad media, difícil de creer que suceda en un país líder de los Derechos Humanos. Lee no había cruzado una palabra conmigo en todos esos días y creo que con nadie; estaba actuando desde un aislamiento total. Yo sabía que el Señor estaba haciendo su misteriosa obra en él; no me preocupaba; confiaba en que todo estaba bajo el control del Espíritu Santo, solo oraba y oraba por él. Cuando escuchó su nombre ser llamado entre los que iban para la Corte, se apresuró a mi cama y me dijo al oído: “Lo volví a ver esta mañana y solo me miró, pero yo pienso que el aire que no puedo ver de pronto lo hizo él, después hablamos”. Partió con una misteriosa sonrisa en sus labios y quedé con mi corazón lleno de un inmenso gozo y totalmente deslumbrado de la increíble pedagogía de Dios con las almas, sin importar en qué estado se encuentren. Su Misericordia, su compasión, ¡que espectáculo tan magnifico! Yo no podía contener la emoción en mi pecho y tuve que llorar de alegría por un rato.

      Pasaron casi 20 horas antes de que regresaran de la Corte los hermanos vietnamitas que eran en quienes yo tenía puesta toda mi atención en el momento. El Señor me había acercado muchas otras almas para entonces en esa celda, pero no podría narrar todas las historias, por eso seleccioné el grupo de casos mas extraordinarios, para pasar a compartir con el lector los mensajes que recibí del Señor durante ese periodo de encarcelamiento. Eran pasadas las 10:00 pm cuando entraron los hermanos Lee y Trueno a la celda. Yo no quise atraer la atención de Lee para no ponerle presión sobre su experiencia, aunque yo ya sabía que me iba a comunicar muchas cosas que le habían pasado durante sus días de silencio. Después de chancearse con varias personas en la celda, sobre cuántos años les iban a dar, y de reírse de lo asustada que estaba toda la gente que habían escogido de jurado, decían que no les podían mirar la cara. Lee comentaba que cuando les veía una cara muy asustada, les preguntaba: “¿Nunca habían visto un dragón en persona?, pues les va tocar juzgar a dos”, y se reía casi toda la celda a grandes carcajadas con sonidos como del puro Infierno. Cuando todo esto pasó, se me acercó Lee lentamente y se me sentó al lado y me ofreció una Coca-Cola que se estaba tomando; yo tomé un trago y se la devolví, era algo que no se podía rechazar, pues sería como una ofensa o desprecio, y con esa gente no se puede cometer esos errores pequeños, porque acaban con lo que se construyó en la relación.

      Después de un buen rato de silencio, me confió Lee que el hombre grande de viento se le aparecía casi todas las veces al despertar y que antes de despertar siempre tenía un sueño relacionado con la misma escena de él con la mamá en Vietnam y algo que ver con el viento. Que cuando no le veía al despertar, se trataba de dormir otra vez para poderlo ver, pero que generalmente por mucho que tratara, ya no se podía dormir más. Que todos los días, lo único que le importaba era poderse cansar mucho para que le diera sueño y poder despertarse y verlo. Yo había notado que Lee en esas tres semanas de silencio con todo el mundo, se había dedicado a hacer ejercicios muy intensos por mucho rato durante toda oportunidad que tenía. Yo me atreví a preguntarle qué le había dicho el hombre de viento, como él le llamaba. Me dijo que no podía explicarlo porque él ya no le decía palabras en vietnamita como las primeras dos veces, sino que en silencio le enseñaba muchas cosas, que él estaba seguro que se estaba enloqueciendo, pero que no le importaba porque a él le gustaba mucho esa locura y se río a grandes carcajadas. Estas carcajadas llamaron la atención de su hermano Trueno, quien se acercó intrigado, pues ellos no tenían una relación conmigo de ese nivel de confianza, por eso me preguntó: “¿Te está importunando Lee?”. A lo que yo le contesté que nos estábamos riendo de una tontería que yo dije, para tratar de cubrirlo, pues sabía que Lee no quería hablar del asunto con nadie mas que conmigo y con mucha discreción, pues yo sabía que le habían pasado muchas mas cosas, pues lo ví hablar a solas con frecuencia siempre mirando hacia arriba. Mi sorpresa fue grande cuando Lee le contó a su hermano que estaba hablando hace días con un hombre grande y blanco que parecía de viento, pero que no lo podía tocar porque era transparente. Trueno lo miró con indignación y le dijo: “Vete al diablo Lee, tú y tus chiquilladas”. Lee me miró y me dijo: “Te das cuenta, es mejor no contar nada, porque yo estoy bien loquito”.

      Podría continuar llenando páginas sobre mi experiencia con estos dos hermanos, pero debo concluir diciendo que Trueno y Lee terminaron conociendo al Señor Jesús por dirección del Ángel de la Guarda de Lee, quien le indicó a través de sus sueños que me preguntase sobre quien era Jesús y luego lo instruyó para que yo organizase su Bautismo y demás Sacramentos que los harían católicos. El Señor me reveló en una visión antes de despertarme una mañana durante este proceso de conversión de los dos hermanos vietnamitas, que el hombre blanco de viento a quien se refería Lee, era efectivamente su Ángel Guardián y que ellos dos serían grandes apóstoles en la prisión; que yo había sido escogido para presentarlos a la Iglesia Católica e iniciarlos en la fe en Cristo nuestro Señor.

      A partir de esa visión, yo descansé porque no sabía si un alma contaminada, como el alma de Lee, podía tener contacto con su Ángel Guardián en una manera tan directa, visible y permanente o para el efecto, tener contacto con un Ángel de Dios. Pero en ese momento recordé que mi conversión no había sido nada diferente, yo estaba también en territorio del diablo cuando el Señor se me manifestó, me salvó y transformó mi vida, Por intermedio de los Franciscanos de Bakersfield, California, los dos hermanos se bautizaron y se iniciaron como católicos en el mes de Julio del año 2002, desafortunadamente yo ya no estaba en esa cárcel y no pude ser padrino de Bautismo. Me he enterado que Lee nunca volvió a ver a su Ángel Guardián en sus sueños después de haber sido bautizado y que estuvo muy triste por mucho tiempo, pero el Señor Jesús le dio la Gracia de recuperarse y hoy Lee purga sentencia de por vida con su hermano Trueno en una prisión estatal del norte de California y son dos grandes apóstoles de la Iglesia, que nunca saldrán de prisión, pero alcanzaron la salvación eterna al conocer y aceptar a Jesús como su Señor y Salvador.

      A partir del momento en que tuve una experiencia con mi Ángel Guardián a los 15 días de mi encarcelamiento comencé a recibir impulsos inmensos de escribir, pero las circunstancias en la prisión hacían muy difícil este proceso, solo se recibía una hoja de papel y un lápiz muy pequeño cada tres días, pues los lápices se usan como puñales y por eso no hay forma de sacarle punta. Después de escribir la hoja que me daban, tenía que buscar entre los presos la posibilidad de otra hoja que no estuvieran usando, al igual que un lápiz. El correo se podía enviar todos los días y era gratis. Las primeras páginas que escribí, comenzaron a llenarme de preocupación porque encontraba en ella un lenguaje místico que nunca antes había vivido, que nunca había escrito antes.

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