La Adoración Que Toca El Corazón De Dios. Nina Gardner

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La Adoración Que Toca El Corazón De Dios - Nina Gardner

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      El Fluir del Espíritu Santo

      La presencia del Espíritu Santo es irremplazable en la Adoración Davídica. Durante el reinado de David, el Espíritu de Dios descendía para revelar la gloria de Dios y moverse sobre los hombres y mujeres de Dios mientras adoraban. Antes de que Jesús dejara la Tierra prometió enviar al Consolador, el Espíritu Santo. Y Él llegó para morar en la Tierra en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4). Entonces, ¿cuánto mejor experimentaremos nosotros el mover de la presencia y la gloria de Dios en nuestra adoración que todos los adoradores del tiempo de David?

      Ya que la Adoración Davídica es un fluir sacerdotal de amor entre nosotros y Dios, es el poder del Espíritu Santo que hace posible tal enlace. Por esta razón es vital que entendamos cómo Él opera, Sus funciones, y cómo fluye a través de nosotros para ministrar a Dios directamente. A medida que aprendamos a entrar en Su fluir, experimentaremos la manifestación de Su presencia y el poder que posee para cambiar nuestras vidas.

      Conociendo a la Persona del Espíritu Santo

      El Espíritu Santo, es la tercera persona de la Trinidad. Él estuvo al principio cuando Dios creó los cielos y la Tierra (Génesis 1:1-2). En aquel entonces Su rol era moverse sobre las aguas y soplar vida y forma en la Palabra hablada de Dios. El sigue activando la Palabra de Dios hoy en día.

      Jesús pidió a Su Padre que nos diera el Consolador para que morase con nosotros (Juan 14:16-17), y lo llamó el Espíritu de Verdad. Él fue enviado para enseñarnos y recordarnos de la Palabra de Jesús (Juan 14:26). Adicionalmente, el Espíritu de Verdad también testifica sobre la autenticidad de la gracia salvadora de Jesús (Juan 15:26).

      Cómo se Manifiesta

      El Espíritu Santo es la santidad manifestada de Dios; Él es el Espíritu de Santidad. Dios es un Dios santo y ordena que Su pueblo sea santo (1 Pedro 1:16). Por tanto, el rol del Espíritu Santo es hacernos santos, lo que nos permite acercarnos al trono de Dios para ministrar con manos limpias y corazones puros.

      Él también es la gloria manifestada de Dios. Es la gloria Shekinah que vemos como una nube azul moviéndose en nuestros servicios de adoración cuando nos rendimos a Él. También podemos verlo manifestado como fuego, así como lo vieron los apóstoles el día de Pentecostés.

      El Espíritu Santo es el poder manifestado de Dios. A veces sentiremos Su poder y lo escucharemos hablar estruendosamente para luego ver la gloria de Dios manifestada como una bola de fuego. Otras veces Su poder operará silenciosamente mientras hace una obra interna en las personas, cambiando sus vidas.

      Formas Físicas del Espíritu Santo

      La Biblia registra las varias formas físicas del Espíritu Santo. Él era la sombra que cubrió a la Virgen María en la concepción de Jesús, el hijo de Dios (Lucas 1:35). Era la paloma que Juan el Bautista vio en el baptismo de Jesús (Lucas 3:22). Él era el viento y el fuego santo que Sus discípulos vieron el día de Pentecostés.

      Estas apariciones físicas del Espíritu Santo fueron confirmadas por Dios. Cuando la sombra del Altísimo cubrió a María, un ángel la visitó; cuando Juan vio la paloma, Dios habló con voz audible; cuando vino con viento y fuego, la gente de la tierra escuchaba sus propios idiomas mientras Pedro predicaba. Cuando el Espíritu Santo hace algo fuera de lo normal, habrá una confirmación divina.

      Sus Funciones

      Él siempre se está moviendo, como el viento; y sigue trabajando a nuestro favor aún mientras dormimos. Él es el soplo de Dios que viene a resucitarnos a la vida en Cristo. Él fue enviado a darnos poder para testificar de Jesucristo. Él intercede por nosotros cuando no sabemos qué o cómo orar (Romanos 8:26). El Espíritu Santo trae libertad a nuestra adoración para expresarnos con danza, canción, u oración delante del trono de Dios. Nos imparte dones y nos ayuda a realizar cosas del reino espiritual en el campo natural. Todas estas manifestaciones pueden presentarse a través de nuestra adoración.

      El Propósito del Espíritu Santo en la Adoración

      El fluir sacerdotal de ministrar a Dios viene de un corazón arrepentido. Por lo tanto, parte de la tarea del Espíritu Santo es traer una convicción y una contrición santa a nuestros corazones para que deseemos arrepentirnos y expongamos el pecado. (Convicción no significa condenación. La condenación juzga; la convicción hace que el corazón se rinda para recibir la corrección y hacer restitución.) El Espíritu Santo se encontrará contigo al interior del tabernáculo, en el Altar de Bronce, mucho antes de que llegues al Lugar Santísimo para ministrar a Dios.

      Una vez que nos arrepentimos, Su siguiente tarea es sacar la basura del pecado junto con su culpa y vergüenza, ¡y lo hace con gozo! Luego lo remplaza con amor, paz, y un gozo celestial. Él a propósito remueve la condenación de nuestro pasado porque así nos prepara para ir a lugares más altos en la presencia de Dios. Por lo tanto, Él nos toma de principio a fin. Él ve el pecado, revela el pecado, convence de pecado, remueve su basura, y luego lo remplaza con su amor, gozo y paz. Ahora Él nos ha vestido con las vestiduras de justicia que Jesús proveyó, y por eso podemos entrar como sacerdotes para ministrar a Dios y cumplir los deseos del corazón de Dios.

      Una vez que entramos en la presencia de Dios, viene Su próxima asignación; Él nos confirma que somos uno con Cristo Jesús. El testifica que nuestros pecados han sido perdonados por la sangre sacrificial de Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, y nuestros pecados han sido lavados por la Palabra de Dios. Por lo tanto, somos aprobados por Dios y Dios nos concede acceso a Su Lugar Santo y a Su Lugar Santísimo para adorar y tener comunión con Él en Su presencia. Este proceso es accesible a todos los que se han arrepentido de sus pecados y continúan en su caminar cristiano, llenos por el Bautismo del Espíritu Santo o no.

      La Inspiración en Nuestra Adoración

      El Espíritu Santo es la inspiración que hace que nuestras manos se muevan con pasión al tocar los instrumentos. Él es el Único que cantará a través de nuestras cuerdas vocales y que nos hará alcanzar notas que no podríamos haber cantado sin Él. Y sorprendentemente, Él es el Único que se apodera de nosotros de tal manera que al danzar o correr, quizá podamos sentir que nuestros pies ya no tocan el suelo (a esto se le llama pies de ciervas). Algunas veces podemos saltar u ondear una bandera o estandarte, sin cansarnos, y muchas veces ni nos sentimos doloridos el día siguiente. Puede ser que hayan ocasiones cuando al empezar a escribir y Él pondrá Su mano sobre las nuestras, dándonos las palabras para escribir en el papel. Y así, hay varias formas en que el Espíritu Santo se manifestará en las reuniones de Adoración Davídica.

      El Espíritu Santo quiere moverse entre nosotros. Él viene expresamente para manifestarnos todas las cosas buenas de Dios. Por lo tanto, al llegar delante de Dios para agradarlo y ministrarlo veremos una variedad de formas en que el Espíritu Santo se manifestará. Veremos una mezcla de cualquier combinación que Él desee, y no será en un orden determinado. Esto significa que no podemos planificar lo que Él quiere hacer en nosotros, en la casa o en general. Él se mueve como Él desea moverse, y nuestra tarea es rendirnos a Sus deseos. Él sabe lo que necesitamos y ha venido a suplirlo y a tener comunión con nosotros.

      En nuestra adoración Él manifestará Su poder, autoridad, gloria, o santidad. Cuando Él manifieste Su poder, Él puede escoger a sólo una persona y hacerla sentir Su poder fluir en ella. O Él puede decidir llenar la atmósfera y hacer que todos sientan Su presencia. Él puede manifestar Su autoridad

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