La Adoración Que Toca El Corazón De Dios. Nina Gardner

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La Adoración Que Toca El Corazón De Dios - Nina Gardner

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17:10-14). Mientras que el primer patrón que Dios le dio a Moisés era una función sacerdotal (una tarea) de ministrar a Dios, el segundo (el de David) es una reciprocidad sacerdotal de amor entre Dios y el hombre porque sus corazones están entrelazados.

      Cuando ministras a las personas es necesario enfocarte únicamente en el individuo que recibe la acción; éste es el curso natural. Ministras sólo cuando les hablas directamente a ellos; lo mismo sucede con Dios. Por lo tanto, en tu adoración de ministración a Dios, tu enfoque debe estar únicamente en Él: quién es Él y lo que Él desea. Dios, la Trinidad, es el punto central de cada pensamiento, declaración, canción, danza, o lo que sea, para nuestro Amado.

      El Plan de Dios para Restaurar la Adoración

      Dios nos creó a Su imagen para que lo adoremos. Adán y Eva, como la primera divina creación humana, caminaban con Él en el Jardín de Edén ministrándole en adoración y experimentando Su gloria. Después que pecaron contra Dios fueron expulsados del Jardín de Edén, y la habilidad y la comprensión del patrón de ministrar a Dios en la adoración se perdieron, así como la vivencia de Su gloria. Su pecado nos separó de Dios; por lo tanto, fue necesario que Dios instituyera los sacrificios de sangre para expiar los pecados como una medida temporal de reconciliación. Esta función sacerdotal de adorar y ministrar a Dios a través de sacrificios de sangre se realizaba sin que hubiera un tabernáculo que alojara la presencia de Su gloria. Y a Dios no le agradó no tener un tabernáculo para habitar en medio de Su pueblo, o para ser tocado por Su adoración.

      Por lo tanto, Dios buscó a un hombre que le edificara un tabernáculo terrenal que demostrase a Su pueblo que Él quería morar en medio de ellos; y encontró a Moisés. Dios le dio a Moisés el patrón de la adoración dentro de la función sacerdotal de ministrarle a Él, y las instrucciones para enseñar a Su pueblo cómo adorarlo. Para llevar esto a cabo, Dios apartó a la tribu de los levitas de entre la gente común; luego separó a Aarón y a sus hijos para los propósitos específicos de ministrarle a Él. Esta función sacerdotal podía ser únicamente presentada por hombres santos y consagrados con una ofrenda sacrificial de sangre. Aunque este patrón era un ritual solemne y repetitivo, era muy instructivo para enseñar al pueblo de Dios a adorar. Gracias a este patrón y al tabernáculo, el hombre pudo experimentar la gloria de Dios una vez más, aunque no fuera en toda su plenitud.

      Israel mantuvo el patrón formal de los rituales, pero eran pocos los que adoraban realmente de corazón. Por lo tanto, como sus corazones estaban lejos de Dios, lo rechazaron y le pidieron un rey terrenal, y por eso Dios nombró a Saúl. Después que Saúl desobedeció, Dios envió a Samuel para ungir como rey a un pastorcillo llamado David. David recibió la unción, pero regresó al campo a cuidar de sus ovejas. Fue allí, en los campos y en las sombras oscuras, donde David aprendió a adorar libremente a Dios con canciones, danzas, componiendo música, y declarando la gloria y majestad de Dios. Él sabía que estaba destinado a ser rey, pero durante este tiempo se dedicó a celebrar al Dios a quien amaba, y a cuidar y pelear por sus ovejas. En estos lugares David llegó a conocer al Dios de la batalla, matando al león y al oso, y volviéndose un guerrero poderoso. Era necesario que aprendiera a adorar y a pelear porque esto lo preparaba en lo natural para las batallas espirituales que encontraría en el futuro. Juntos se convirtieron en un dúo dinámico: David ministraba a Dios con todo su corazón, y Dios peleaba las batallas de David.

      Pasaron muchos años hasta que David asumió su reino como rey, pero cuando lo hizo, la misma unción para adorar con todo su corazón lo acompañó del desierto a su reinado. Pero ahora, el Arca de la presencia de Dios había sido tomada por los filisteos como botín de guerra porque los hijos de Elí, Ofni y Fineas, la habían sacado del Lugar Santísimo y llevado a la batalla contra la voluntad de Dios. Esto enojó a Dios, así que hirió a los filisteos con una enfermedad mortal hasta que regresaron el Arca junto con sacrificios a la nación de Israel. Ellos hicieron los sacrificios y el Arca descansó en Obed-edom por tres meses, y Obed-edom prosperó.

      El reporte de la prosperidad de Obed-edom llegó a los oídos de David, el cual se determinó a traer estas bendiciones de vuelta a Jerusalén. Consecuentemente, David se apresuró a preparar una tienda dentro de su fortaleza llamada Sión para que allí morara el Arca de la Presencia de Dios (1 Crónicas 15:1). David fue a Obed-edom para traer el Arca. Fue en esta ocasión cuando los sacerdotes pusieron el Arca en un carro tirado por animales, y Uza murió porque el Arca tambaleó y él la tocó. Primero David lamentó la muerte de Uza, y luego inquirió la razón por la cual Dios le había castigado a él. Los sacerdotes buscaron en los rollos y encontraron el patrón que Moisés había dejado escrito para transportar el Arca (1 Crónicas 15:2). David dijo a los sacerdotes, “pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza. Así los sacerdotes y los levitas se santificaron para traer el arca de Jehová Dios de Israel” (1 Crónicas 15:13-14). Por lo tanto, los sacerdotes se prepararon apropiadamente para transportar la gloria de Dios.

      David estaba tan alegre de haber descubierto cómo transportar el Arca que llamó al jefe de los levitas. Luego estableció turnos dentro de la tribu de los levitas para que hubieran cantores, danzantes, trompetistas, y músicos para llevar el Arca en una procesión alegre. David, sin ayuda de nadie, orquestó un nuevo patrón de adoración que incluía lo que él sabía mejor – música, gozo, danza, y celebraciones; la adoración nunca antes se había hecho así. Él no sentía vergüenza, y estaba orgulloso de mostrar su amor a Dios durante la entrada triunfal del Arca en Jerusalén (2 Samuel 6:14-17). No le importó que su esposa no quiso celebrar a Dios, porque era algo personal entre él y su Dios. Mientras que el patrón de adoración que Dios le dio a Moisés se realizaba por medio de la función sacerdotal de una forma solemne y ritualista, la nueva institución de David era un patrón de adoración gozosa del corazón. Esto es lo que Dios siempre quiso, y esto es lo que le agradó a Dios. Dios dijo, “Hallé a David mi siervo; Lo ungí con mi santa unción” (Salmos 89:20). Sin duda, Dios había encontrado al hombre a quién buscaba en la Tierra para seguir Su patrón de adoración.

      David estableció un precedente al construir un tabernáculo nuevo exclusivamente para adorar, y que era profético del nuevo corazón de carne que Dios pensaba poner en el hombre (Ezequiel 11:19-20). Dios estaba inmensamente agradado con este tabernáculo para Su presencia. Por lo tanto, el patrón de David tenía forma terrenal, pero era esencialmente espiritual. Dios determinó en Su corazón reedificar este patrón de adoración iniciado por David.

      A través de los siglos, Dios ha buscado restablecer este tipo de adoración celebrativa, genuina y alegre, y ha encontrado a unos pocos; sin embargo esta adoración cesaba con sus muertes. Dios prometió en Su Palabra que edificaría de nuevo el Tabernáculo de David; pero esta vez lo está estableciendo en el corazón de Su pueblo, para que permanezca para siempre.

      Esta función sacerdotal de ministrar a Dios ya no se realiza con sacrificios de animales, pues está cubierta por la sangre del Cordero, Jesucristo. Él es nuestro Sumo Sacerdote que intercede por nosotros en los lugares celestiales (Romanos 8:14). Y todos nosotros somos hechos sacerdotes cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro salvador personal y nos separamos de los caminos del mundo para santificarnos para Dios. Ahora nuestro ministerio delante de Dios es según el patrón de David, con un corazón alegre, porque la sangre del Cordero fue rociada en nuestros corazones (Hebreos 10:22). Los frutos de ministrar a Dios traerán muchos cambios en nuestras vidas, y en nuestro carácter a medida que nos volvamos uno con Cristo.

      Además, la era cuando no hay un tabernáculo para la presencia de Dios ha terminado. La era cuando un sólo sacerdote entra en el tabernáculo de Dios ha terminado. Incluso el tabernáculo que David edificó en lo natural ya no existe, aunque permanezca establecido en el reino espiritual. Ahora el tabernáculo de la presencia de Dios reside en nuestro interior, y nosotros somos los sacerdotes que lo ministran. Por tanto, ya no hay por qué estar separados de la presencia de Dios, y esto es lo que Dios siempre ha querido.

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