Anti América. T. K. Falco
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“Prométeme que, no importa qué, no terminarás indefensa como yo – una víctima”.
Se golpeó la parte trasera de su cabeza contra el descansa cabeza. Las palabras de su padre le recordaban las peleas entre él y su madre. En sus mejores días Alanna no era ni la mitad de manipuladora que su madre. Ella la sometía a todo tipo de abuso emocional a menos que se alineara con su interés de subir en la escala social. El abuso verbal que su padre soportaba era mucho peor.
El recuerdo fijo en su memoria fue cuando trató de ponerla en contra de su padre. Después de buscar una pelea porque no tenía suficiente dinero para mudarse a una urbanización mejor, se dirigió a Alanna cuando él estalló en cólera. “Tu padre está loco. ¿Lo sabías? Un psiquiatra los diagnosticó con Trastorno Límite de la Personalidad. Puedes verlo ¿No es así? Que hay algo malo con él.”
Cuando se mantuvo silenciosa su madre miró hacia arriba ¿Por qué te estoy preguntando? Eres igual que él. Apuesto que también estás loca”.
Ni por un segundo Alanna extrañó el crecer bajo el mismo techo con la perfecta tormenta de auto inducido cinismo y una falta total de control. Abrió los ojos y sacó el pen drive y el papeleo de Jessica de la guantera. Al salir del Corolla con el bolso de mano y la bolsa, buscó a cualquiera que pareciera un agente federal dentro del garaje.
Su corazón latía con cada paso que daba hacia el ascensor. Durante todo el tiempo que estaba subiendo tamborileó los dedos contra su muslo izquierdo. Era algo estresante el tener evidencia de una identidad falsa mientras estaba bajo la vigilancia de los federales. No podía evitar pensar que la agente McBride o cualquiera de sus amigos de la FCCU se escondían en las sombras, listo para saltarle encima.
Una vez que estuvo en el apartamento sacó la portátil de su bolsa y tiró el resto del contenido sobre la mesita de café de roble que estaba al lado de su sofá. Una tarjeta de plástico se deslizó desde la pila de objetos hasta la alfombra color café. La mancha de sangre alrededor de sus bordes provocó un temblor en Alanna. Su primera licencia de conducir. La metió debajo del resto de la pila. No era el momento para recuerdos dolorosos.
Incluso sin recuerdos repentinos apareciendo, El germen de la nostalgia la había estado molestando desde que había roto con Javier. Había pensado más sobre su familia en las últimas semanas que en el resto del tiempo que había estado en el sur de la Florida. Al contrario de su padre, normalmente bloqueaba el impulso de hurgar en el pasado – especialmente los momentos más terribles. Sus esqueletos no habían sido dejados colgando en un closet. Estaban bien enterrados en tierra santa para nunca ser pisados de nuevo.
Se sentó en el extremo del sofá con la portátil de respaldo funcionando sobre la mesita de café. No había hecho nada con ella aparte de bajar algunos archivos y apps hacía seis meses. Ésta y el desechable debían ser seguros. Necesitaban mantenerse así. Sus datos debían estar encriptados. Los archivos que no eran esenciales debían guardarse en otra parte. Las búsquedas y los mensajes se limitarían a fuentes en las que ella confiaba.
Copió los contenidos del pen drive en la laptop. Los registros de Jessica, cuentas y tarjetas bancarias. Luego se aseguró que todos sus datos estuvieran respaldados transfiriendo todos los datos que tuviera en la laptop a su pen drive. Era mejor tener todos sus datos a mano en caso que su acuerdo con los federales se fuese al diablo. Entonces le mostraría a la agente McBride cuan inútil la había hecho la tecnología al desaparecer justo debajo de su nariz.
Pero un escape de emergencia no sería necesario mientras pudiera ponerse en contacto con Javier. Lo convencería para que terminara respondiendo sus preguntas, y con suerte, la ayudara a quitarse de encima a la agente McBride y el resto de los federales. Llamó a la app de sustitución en su desechable. Si Brayden le estaba mintiendo acerca de contactarse con Javier, tenía listo el plan B.
Alanna dejó de escribir en su portátil y tomó un hondo respiro. Sospechaba que Brayden tenía secretos que no le decía. Le dolía oírlo cuestionar su lealtad y expresar sus desconfianzas. Pero nunca esperó encontrarse con el texto que había leído en su teléfono: “Quítame a esa perra de encima, o no te pagaré”.
5
LOGRAR INFORMACIÓN A TRAVÉS DE LOS SMS (SMISHING)
Alanna se sentó con las piernas cruzadas con una camiseta y shorts en su sofá negro de microfibra revisando los mensajes en la pantalla de su portátil. Noticias sobre los anarquistas marchando en Wall Street se veían en el televisor sin volumen. Las masas inundando el distrito financiero de la Ciudad de Nueva York estaban vestidas de negro, ropa casual, encapuchados y caras con máscaras, todos de negro. Frente a la multitud, un enjambre de policías con cascos contra motines y bastones destacados al pie de la torre de las oficinas principales del Banco Nexus.
De acuerdo con los mensajes que estaba leyendo, más de los seguidores de AntiAmérica también se estaban reuniendo en el centro de la ciudad de Fort Lauderdale en ese preciso momento. Aunque tras bastidores al menos un organizador de las protesta intentaba evitar los encontronazos violentos que se habían visto en protestas anteriores. El desechable de Alanna sonó. Después de poner la laptop sobre su muslo derecho respondió sin ni siquiera molestarse en revisar la identidad de quien llamaba.
“Hola, Brayden”
“Llamé a Javier, no quiere hablar contigo”.
Montó un mapa en la pantalla de su laptop usando su kit de secuencia de comandos de interface. “¿Porque le preocupa ponerme en peligro?”
“También le preocupa hacer enojar a AntiAmérica”.
“Parece que están controlando su vida”.
“Sigue diciendo que lo están protegiendo”.
Presionó el botón de zoom de la interface. “Si Paul está metido, no apostaría por eso”.
“¿Qué tienes contra Paul?”
“El hecho que crea que es mejor que cualquiera. ¿Dónde estás?”
En mi casa. ¿Por qué?”
El punto azul en su mapa lo ubicaba en las oficinas del Dominion de Fort Lauderdale. “Pura curiosidad, llámame si algo cambia con Javier”.
“Si, muy bien”.
Después que colgó, Alanna continuó rastreando sus movimientos con el kit de secuencia de comandos (exploit kit) que había comprado en la Zona Fantasma. Su código pre escrito buscaba las vulnerabilidades en los equipos móviles como el celular de Brayden y los infectaba con un malware Trojan de Acceso Remoto. De la misma forma que su celular estaba infectado. Si Javier estuviese aquí ahora mismo, la describiría como una inexperta que irrumpe en los sistemas informáticos con herramientas escritas por otros (script kiddie) por gastar dinero en un kit que hiciera todo el trabajo. Pero el robo de información a través de los SMS (Smishing) no formaba parte de sus habilidades.
Su papá nunca le había enseñado nada sobre SMS. Odiaba los celulares. Llamaba a su celular una “correa de perro”. No podía ir a ninguna parte sin él. En noches de guardia y fines de semana. Bajo un stress constante. Odiaba su trabajo pero no podía dejarlo. No había mucho trabajo para un ex –