Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1. Блейк Пирс

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Un Rastro de Muerte: Un Misterio Keri Locke – Libro #1 - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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Penn replicó enseguida, olvidándose de la sugerencia de respirar mejor.

      –Por supuesto —admitió, tratando de ocultar la exasperación en su voz—. Como dije, tiene quince años. Pero siempre ha enviado mensajes o ha llamado si se va a retrasar más de una hora. Y nunca se retrasa cuando tenemos planes.

      Ray respondió sin dirigir la vista a Keri, porque sabía que ella lo miraría con desaprobación.

      –Sra. Penn, oficialmente, su hija es menor de edad y las normas con respecto a personas desaparecidas no se aplican igual que como sucede con un adulto. Tenemos una autoridad más amplia para investigar. Pero hablándole honestamente, una adolescente que no esté respondiendo a los mensajes de su madre y no haya llegado a casa menos de dos horas después de la salida de la escuela, no va a disparar el tipo de respuesta inmediata que usted espera. En este punto no hay mucho que podamos hacer. En una situación como esta, lo mejor que puede hacer es acercarse a la comisaría y rellenar un informe. Eso es algo que debe hacer. Eso no supone ningún problema y podría acelerar las cosas si necesitamos desplegar recursos.

      Hubo una larga pausa antes de que Mia Penn respondiera. El tono de su voz, a diferencia de antes, se volvió cortante.

      –¿Cuánto tiempo tengo que esperar para que usted despliegue, detective? —preguntó ella—. ¿Son dos horas más que suficiente? ¿Tengo que esperar hasta que oscurezca? ¿A que no esté en casa mañana por la mañana? Apuesto a que si yo fuera…

      Fuera lo que fuera lo que Mia Penn estaba a punto de decir se lo calló, como si supiera que cualquier cosa que añadiera sería contraproducente. Ray iba a responder pero Keri levantó la mano y le lanzó su patentada mirada de «deja que yo me encargue de esto».

      –Escuche, Sra. Penn, habla la detective Locke de nuevo. Usted dice que vive en los Canales, ¿correcto? Eso está de camino a mi casa. Deme su dirección de correo electrónico. Le enviaré un formulario de personas desaparecidas. Puede empezar a rellenarlo y yo pasaré para ayudarla a completarlo y agilizar su ingreso en el sistema. ¿Qué le parece?

      –Me parece bien, detective Locke. Gracias.

      –No hay problema. Y bueno, quizás Ashley ya esté en casa para cuando yo llegue y yo pueda darle un sermón sobre mantener a su mamá informada… sin cargos.

      Keri cogió el bolso y las llaves y se preparó para ir a casa de los Penn.

      Ray no había dicho una palabra desde que colgaron. Ella sabía que él estaba echando humo silenciosamente pero ella evitó levantar la vista. Si sus miradas se cruzaban, sería ella la que recibiría el sermón y no estaba de humor.

      Pero al parecer Ray no necesitaba hacer contacto visual para lo que opinaba.

      –Los Canales no están de camino a tu casa.

      –Solo tengo que desviarme un poco—insistió ella, todavía sin levantar la vista—. Así que tendré que esperar hasta las seis treinta para regresar al puerto deportivo y a Olivia Pope y asociados. No hay para tanto.

      Ray suspiró y se reclinó en su silla.

      –Sí que hay para tanto. Keri, hace casi un año que eres detective aquí. Me gusta tenerte como compañera. Y has hecho un gran trabajo, incluso antes de que consiguieras tu placa. El caso Gonzales, por ejemplo. No creo que yo lo hubiera podido resolver y llevo una década más que tú investigando estos casos. Tienes una especie de sexto sentido para estas cosas. Es por eso que te usaba como recurso en los viejos tiempos. Y es por eso que tienes el potencial para ser una verdadera gran detective.

      –Gracias —dijo ella, aunque sabía que no él no había terminado.

      –Pero tienes una gran debilidad y va a ser tu perdición si no le pones freno. Debes permitir que el sistema funcione. Existe por una razón. El setenta y cinco por ciento de nuestro trabajo se resuelve en las primeras veinticuatro horas sin nuestra ayuda. Debemos dejar que eso suceda para concentrarnos en el otro veinticinco por ciento. Si no lo hacemos, terminamos sobrecargados de trabajo. Nos volvemos improductivos, o peor aún… contraproducentes. Y entonces traicionamos a la gente que de verdad acaba necesitándonos. Es parte de nuestro trabajo escoger nuestras batallas.

      –Ray, no estoy ordenando una Alerta AMBER o algo parecido. Solo estoy ayudando con algo de papeleo a una madre preocupada. Y en verdad, son solo quince minutos de desvío de mi ruta.

      –Y… —dijo él esperando algo más.

      –Y había algo en su voz. Está ocultando algo. Quiero hablar con ella cara a cara. Puede que no sea nada. Y si es así, me iré.

      Ray negó con la cabeza y lo intentó una vez más.

      –¿Cuántas horas perdiste con ese chico sin hogar en Palms que estabas segura de que había desaparecido y no fue así? ¿Quince?

      Keri se encogió de hombros.

      –Mejor asegurarse que lamentarse —murmuró por lo bajo.

      –Mejor empleado que despedido por uso inapropiado de los recursos del departamento —replicó él.

      –Ya son más de las cinco —dijo Keri.

      –¿Y eso qué significa?

      –Significa que me paso de mi turno. Y esa madre me está esperando.

      –Como si nunca te pasaras de tu turno. Llámala, Keri. Dile que te envíe por correo electrónico los formularios cuando haya terminado. Dile que llame aquí si tiene alguna pregunta. Pero ve a casa.

      Ella había sido tan paciente como había podido pero por lo que a ella concernía, la conversación había terminado.

      –Te veré mañana, Don Limpio —dijo, dándole un apretón en el brazo.

      Cuando se dirigía al aparcamiento para buscar su Toyota Prius de color plata de diez años, trató de recordar el atajo más rápido para llegar a los Canales de Venice. Sentía ya una urgencia que no comprendía.

      Una que no le gustaba.

      CAPÍTULO DOS

      Lunes

      Al caer la tarde

      Keri maniobraba con el Prius a través del tráfico de la hora punta en el límite oeste de Venice, conduciendo más rápido de lo normal. Algo la impulsaba, una corazonada que sentía crecer, una que no le gustaba.

      Los Canales estaban a pocas manzanas de puntos de interés turístico como Boardwalk y Muscle Beach, y le llevó diez minutos de recorrido por la Avenida Pacific antes de encontrar por fin un lugar para aparcar. Se bajó y dejó que el teléfono le indicase el resto del camino a pie.

      Los Canales de Venice no eran solo el nombre de una urbanización. Eran realmente una serie de canales artificiales construidos a principios del siglo veinte, a imitación de los originales ubicados en Italia. Cubrían unas diez manzanas justo al sur del Venice Boulevard. Unas cuantas de las casas que estaban junto a los canales eran humildes, pero la mayoría eran extravagantes al estilo de la costa. Las parcelas eran pequeñas pero algunos de los hogares fácilmente valían ocho cifras.

      La casa a la que Keri llegó estaba entre las más impresionantes. Tenía tres plantas, pero solo el piso superior era visible, debido al alto muro estucado que la rodeaba. Dio la vuelta desde la parte de atrás, que daba al canal,

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