Lluvia De Sangre. Amy Blankenship
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Lluvia De Sangre - Amy Blankenship страница 10
Angelica parpadeó cuando sintió que su cuerpo temblaba contra el de él y sintió su aliento en su oído. Era como si él estuviera luchando contra algo que ella no podía ver. Usando esta idea como la razón para dejar de luchar por el momento, se relajó lentamente contra él y dejó que la abrazara. Estaba aturdida por lo cálida y protegida que se sintió de repente, al ser abrazada por él. Él era tan grande y fuerte, y aun así ella podía sentir su autocontrol mientras la abrazaba.
Armándose de valor para apaciguar su propia curiosidad, intentó mantener una voz suave y tranquila mientras hablaba: —No entiendo lo que hice para llamar tu atención.
–No, no lo entenderías —asintió Syn, y besó suavemente su pelo oscuro y luego apoyó su mejilla contra ella.
Una parte de él no quería recordarle su pasado contaminado, no quería ver el destello de odio en sus ojos por lo que había hecho. No cuando no tenía intención de pedirle perdón. Ellos habían merecido morir, todos ellos.
–No eres de mucha ayuda —añadió Angelica sintiéndose ligeramente agotada por todos los subidones de adrenalina que había experimentado en las últimas horas.
No había mentido, no le tenía miedo, de verdad que no. Había visto como casi se mataba para devolver a la vida una habitación llena de niños asesinados. ¿Cómo podía temerle realmente si era lo único que podía hacer para evitar llegar a él? Ella iba a tener que encontrar una manera de distanciarse de él de manera más permanente.
–Eres cruel conmigo Angelica —susurró Syn después de haber escuchado sus pensamientos más profundos—. Si mantienes tu alma cerrada, verás lo cruel que me has hecho.
Su miedo aumentó con sus palabras y Angelica intentó sin éxito alejarse de él. ¿Quería tomar su alma como lo había hecho con tantos otros humanos? ¿Era esa la verdadera razón por la que la estaba acosándola?
–No tienes ningún derecho sobre mi alma y nunca lo tendrás —insistió mientras el mecanismo de defensa se activaba, haciendo que su lucha se intensificara.
–¿No lo tengo? —gruñó Syn sintiendo que su cordura se desvanecía—. ¿Debo destruir otro mundo sólo para demostrártelo?
Los ojos de Angelica se abrieron de par en par y se quedó quieta. ¿Qué quiso decir con destruir otro mundo? Ella decidió rápidamente no preguntar, porque en serio, quién demonios querría saberlo. Sintió que un miedo no deseado se apoderaba de ella, incluso después de haber enterrado las preguntas más perturbadoras al rincón más lejano de su mente.
Él podía sentir como se aceleraba su respiración, rodeándole el cuello en suaves soplidos y aunque la sensación era tranquilizadora, estaba calentándole la sangre, lo que no era bueno para su autocontrol en ese momento. Este mundo lo había mantenido a distancia por mucho tiempo. Syn apretó su abrazo y curvó su cuerpo alrededor de ella de forma protectora cuando las pequeñas bombillas de la hermosa araña del centro de la habitación estallaron, enviando lluvias de chispas que descendían antes de apagarse.
Angelica intentó a mirar hacia arriba, pero Syn no le permitió levantar la cabeza, así que la mantuvo presionada contra él preguntándose qué hacer. Ahora estaba amaneciendo y la luz provocaba que en la habitación se vieran suaves sombras, alejando la oscuridad.
–¿Estamos peleando? —preguntó ella en un susurro. Porque si lo estuvieran, ella ya sabía que perdería.
–No —gruñó con fuerza y luego miró el espejo ovalado del tocador que saltó en pedazos tras un fuerte ruido.
–Entonces, ¿qué tal si me dices qué está pasando antes de que destroces mi dormitorio, otra vez? —preguntó Angelica sin poder contenerse.
Syn se paralizó cuando ella dijo otra vez. ¿Realmente estaba recordando cosas que no la habían sucedido en esta vida, o en el mundo? ¿Su alma era lo suficientemente fuerte para finalmente sacudir la jaula en la que estaba prisionera de por vida? Enredó sus dedos suavemente entre el oscuro pelo, para poder inclinarse hacia atrás y buscar la verdad en sus ojos.
–¿Otra vez? —su voz sonó embrujada incluso para sus propios oídos.
–¿Qué? —preguntó Angelica confundida. Caramba, él estaba realmente al tanto de todo y le era difícil seguirle. Era realmente agotador.
–Me dijiste que te dijera lo que estaba mal antes de que destrozara tu dormitorio, otra vez —repitió, poniendo énfasis en «otra vez».
–¿Yo dije eso? —susurró Angelica, sintiendo escalofríos en sus brazos. Sus labios se separaron para negarlo, pero había dicho «otra vez» y no podía retractarse ahora, porque de repente sintió que era la verdad.
Syn dejó que la frustración se fuera y una lenta y falsa sonrisa apareció en sus labios. Había destruido su dormitorio en más de una ocasión, y aunque no tenía forma de saber qué recuerdo luchaba por abrirse paso, ya no le importaba. Bueno o malo, él había esperado esto con impaciencia, al igual que la batalla que probablemente tendrían por ello.
Su alma era su interior más íntimo y ya le había perdonado, era el resto de ella lo que tendría que esforzarse para rendirse.
Al verlo sonreír por su confusión, Angelica se alejó de él, agradecida de que le soltara el pelo antes de que pudiera hacerle daño en las cervicales.
–Bueno, te gusta redecorar los dormitorios en tu tiempo libre, de acuerdo. Si no te vas y me dejas descansar, yo sí que te voy a redecorar —dijo ella poniendo mala cara cuando él rápidamente desapareció, dejando el eco de su risa resonando en la habitación al marcharse.
Angelica escuchó la cálida risa hasta que se desvaneció en la distancia. No podía recordar haberle oído reír así, o incluso sonreír de verdad. Entonces, ¿por qué ese sonido hizo que le doliera el pecho como si hubiera recuperado y perdido algo querido para ella?
Agotada, se arrastró hasta la cama y se puso sobre el colchón tratando de ignorar la sensación de que estaba cayendo hacia atrás todo el tiempo. Captó el vago destello de su cálida sonrisa, la misma sonrisa que acababa de decir que nunca había visto antes. La fugaz visión la hizo desear ver más. Cerrando los ojos de cansancio, y ya no pudo más, se abandonó a seguir a aquello que estaba tirando de ella sin descanso.
Syn reapareció en el tejado del castillo. Había notado el breve destello de color amatista brillando en sus oscuros ojos y decidió no distraerla mientras buscaba entre sus pensamientos. Ya había visto cambiar el color de sus iris antes, pero sólo cuando ella usaba sus poderes. Parecía ser la única vez que ella se había permitido a sí misma el sentir de su poderosa alma que tenía encerrado en lo más profundo.
Comprendió por qué inconscientemente había protegido su alma de un mundo donde la muerte ocurría en un abrir y cerrar de ojos. Era un instinto básico pero ese miedo ya no era válido. En el momento en que ella lo llamó desde esa oscura cueva, él le envió su poder en forma de marca en la palma de su mano. Más tarde reforzó ese poder al insuflarle su fuerza vital en ella, aunque ella no era consciente de la importancia de ese intercambio.
Ahora ella tenía habilidades de las que ni siquiera era consciente y él no la había ayudado a descubrirlo por razones puramente egoístas. Ella ya era demasiado independiente para su gusto. Aunque el tiempo ya no era su enemigo y la mayoría de las heridas se curarían instantáneamente, todavía seguía en peligro por los poderosos inmortales