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abrió los ojos cuando sintió que a ella le bajaba el calentón, y se quedó mirando la mano que agarraba el pomo de la puerta dispuesto a entrar. Sabía muy bien que perdería esa pequeña batalla de deseos con ella si salía desnuda como Storm había dicho. Se dio la vuelta y miró las bolsas de ropa que Storm había traído para ella.

      Lacey cerró el agua temblando de frío y miró el vestido mojado que Storm le había dado. De ninguna manera ella se volvería a contonear de nuevo con eso puesto. Ahora mismo solo podían pasar dos cosas si ella salía de ahí en cueros, o se acostaba con alguien o le daba ropa muy amplia.

      Ya podía imaginarse su cara y se sonrió, preguntándose por qué ocurría cada vez que decidía ser una buena chica, el destino le daba siempre oportunidades perfectas para ser muy mala.

      Al salir de la ducha, miró con disgusto las bolsas de compras en el largo lavabo de mármol. Sólo le llevó un momento el revisar el contenido y llegar a la conclusión de que era exactamente lo que habría comprado si hubiera ido ella misma de compras.

      Sus labios se separaron cuando se dio cuenta de quién le había impedido realizar el desnudo delante de Ren. Se puso rápidamente la ropa y pensó que si Storm quería que se vistiera, probablemente había una buena razón para ello. Finalmente se vistió y sintiéndose un poco más en control, miró al espejo y vio la puerta que había detrás de ella, y su mente volvió en el acto al hombre que estaba esperando justo al otro lado.

      Realmente debía tener cuidado en seguir actuando así. Además, no era muy divertido ya que él siempre terminaba teniendo razón. La inesperada ducha fría había sido un poco intensa, pero ella no era tonta, había sentido el fuego de su ira en cuanto se había burlado de él. Recordó sus palabras exactas.

      – Ya que tú eres el que me dio el poder de prenderme fuego accidentalmente de esta manera, ¿quieres ser el que me ayude a apagar este fuego, o necesito encontrar a otro que esté dispuesto a ser mi bombero?

      Lo dijo solo en defensa propia, ya que él la rechazó la primera vez que quiso tener sexo con él. Pero honestamente, ella también lo había dicho medio en broma, esperando que él decidiera ser su bombero. Vincent siempre la había seguido la corriente e incluso bromeaba con ella a menudo, pero entendió que había sido porque eran amigos más que verdaderos amantes, debería tenerlo en cuenta.

      Ren le había dado una parte de sí mismo para salvar su vida y ella podía sentir el fuerte vínculo que ahora los unía, más cerca de lo que ella y Vincent habían estado nunca. Ella sólo quería estar con Ren y se daba cuenta de que él también lo quería, la posesividad hacia ella lo había dejado muy claro. Respiró hondo levantándose el pelo para tomar una decisión de si lo quería, y entonces tendría que seducirlo hasta que no pudiera aguantarla más. Se lanzó un beso en el reflejo del espejo, se giró y se fue a la habitación con la cama grande.

      Su teoría de que ella necesitaba estar completamente vestida se demostró cuando salió del baño y vio como el dormitorio de Ren desaparecía a su alrededor.

      Capítulo 4

      Angelica atravesó la puerta de su dormitorio y rápidamente la cerró detrás de ella. Deslizó el pasador de la cerradura y apoyó su frente contra la gruesa madera deseando que estuviera hecha de algo mucho más fuerte, de titanio, por ejemplo.

      Soltando un pesado suspiro, se alejó enfadada de la puerta, mirando la cerradura como si fuera su única esperanza. En cierto modo lo era. Esa pequeña cerradura era lo único que se interponía entre ella y el ansia que tenía de ver a Syn ahora que no estaba aquí observándola, acechándola.

      Levantando la mano, se frotó en círculos la sien derecha tratando de entender el hecho de que acababa de escapar del hombre, o lo que fuera, sólo para ahora echarlo de menos de tal manera que le dolía el pecho.

      –No necesito a nadie —se recordó a sí misma Angelica, pero sus dedos se detuvieron a la mitad. Retiró la mano de su sien sabiendo que sus palabras estaban vacías. Considerando que lo que sentía era un auténtico síndrome de abstinencia, podría etiquetarlo como lo que era, una adicción.

      Lentamente se alejó de la puerta y cerró los ojos dejándose caer en sus propios pensamientos. No hacía falta ser muy listo para ver que Syn estaba jugando con su mente y que Dios la ayudara si no empezaba a dudar de sí misma. Era una peligrosa línea la que tenía que cruzar, porque si lo hacía, no habría vuelta atrás.

      No deberían ser compañeros, ¿por qué Storm no había previsto que ocurriera esto? Todo lo que Syn había hecho en ese túnel era ponerla en ridículo. No le parecía que necesitara un compañero cuando todo lo que tenía que hacer era poner una maldita valla alrededor de las salidas y el trabajo estaría hecho.

      El recuerdo volvió para atormentarla como una intensa pesadilla. Allí abajo en los túneles bajo el museo, había sentido una intensa sensación de claustrofobia, que la invadió cuando el techo del túnel retumbaba y se rompió de repente. Fue una terrible sensación el darse cuenta de que estaba en su propia tumba.

      Justo cuando las grandes rocas comenzaron a romperse y a caer a su alrededor, vio como unos cuantos demonios bajaban corriendo por la escalera oculta tratando de escapar a los túneles, y ella estaba justo en el medio. Y hubo una avalancha de escombros detrás de sus talones tragándose a algunos de los demonios que no fueron lo suficientemente rápidos para poder escapar.

      Se había quedado paralizado en el sitio, completamente aterrorizada, y de repente unos brazos la rodearon y la escalera se desvaneció en la distancia antes de desaparecer por completo. Angelica tembló de nuevo y se abrazó a sí misma recordando la sensación de como el túnel se derrumbaba a su alrededor, pero fue lo que pasó después lo que fue su verdadera perdición.

      Cuando su mundo se estabilizó de nuevo, se encontró con que estaban en el tejado de un edificio en lugar de estar debajo de uno. Aun sintiendo la ligera vibración bajo sus pies, giró la cabeza justo a tiempo para ver como el museo se colapsaba dentro de los túneles en los que había estado hace sólo unos segundos.

      Lentamente, miró el cálido pecho contra el que estaba apoyada, notó que sus manos estaban metidas en su camisa, delatando el hecho de que estaba asustada y lo necesitaba. En ese mismo momento, no deseaba nada más que quedarse entre sus fuertes brazos, donde nada pudiera hacerle daño.

      Entonces cometió el error de mirar al magnífico hombre al que se aferraba. Las puntas de su oscuro pelo se alzaron movidas por el aire ascendente del edificio al derrumbarse, pero él seguía impasible, o al menos así lo pensaba ella, hasta que su mirada se cruzó con esos ojos de amatista que la miraban fijamente, llenos de calor y poder indómito.

      La visión le había hecho recordar la primera vez que había visto su cautivadora imagen, dentro de la cueva esa misma noche en que el símbolo se la había aparecido en la palma de su mano.

      Su respiración se aceleró mientras bajaba la mirada hacia sus sensuales labios. Al darse cuenta de que lo deseaba, dio rápidamente un paso hacia atrás en un momento de negación. Syn dejó caer los brazos y ella se separó de su cuerpo, en ese instante sus ojos se volvieron oscuros y melancólicos, una sensación de peligro y ella tuvo que reprimir un escalofrío.

      Angelica levantó la palma de su mano cuando le volvió a su memoria que nada había cambiado desde su primer encuentro, el símbolo seguía ahí con un detalle impecable. Llevaba ahí un buen tiempo. Se estremeció cuando se dio cuenta de que nunca había hecho esfuerzo alguno para quitárselo.

      Syn le había dicho que se lo había dado para su propia protección y por alguna extraña razón ella le había creído. ¿Cuándo había empezado a confiar tan plenamente en él?

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