10 experiencias en Psicología Organizacional. Gustavo Giorgi
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Área Abierta: Lo que yo sé de mí. / Lo que los demás saben de mí.
Área Oculta: Lo que yo sé de mí. / Lo que los demás no saben de mí.
Área Ciega: Lo que yo no sé de mí. / Lo que los demás saben de mí.
Área Desconocida: Lo que yo no sé de mí. / Lo que los demás no saben de mí.
Al término de mi exposición apliqué la dinámica grupal en cuestión. Y los resultados fueron sorprendentes. Había cerca de un 70% de adjetivos previsibles (por ejemplo, Buen compañero / Mal humor en las mañanas; o buen Trabajador / Cerrado). Y un 30% en los que se priorizaba la agresividad de una manera muy clara. Recuerdo algunos calificativos tales como Alcahuete; Mala compañera; Amante… etc.
De esta manera, y llegado el momento de leer los cuestionarios, cometí la falla de hacerlo tal cual habían sido escritos. Y, dada mi inexperiencia, no llegué a ponderar los efectos que se iban viendo a nivel grupal.
Así, la clase finalizó y luego el plan de capacitación sufrió un impasse debido a la inundación que azotó Santa Fe en el año 2003, la que impidió el paso de automóviles en numerosas rutas, incluidas las que unían San Lorenzo con Santa Fe.
En ese intervalo, tuvimos una reunión con el Gerente de Recursos Humanos de la compañía para analizar los avances del programa y aquí es donde me entero de la real incidencia e impacto que había logrado la dinámica aplicada.
Según los dichos de este funcionario, había causado “Un revuelo bárbaro…”. Y resulta pertinente aclarar que lo comentó entre risas, restándole dramatismo al hecho.
Concretamente, dijo que durante muchos días posteriores al hecho de lo único que se hablaba en el trabajo era de la experiencia vivida en la jornada de capacitación. Que “Cómo se podía permitir algo así”; que “¿Te fijaste lo que dijeron de…?” o también “Me pareció espectacular. Ya era hora de destapar la olla y terminar con la falsedad”.
Como decía más arriba, eran ocho grupos y hasta ese momento había podido desarrollar dicho módulo para cuatro de ellos, restando exactamente la mitad.
A su reanudación, pos catástrofe hídrica, y tomando nota de las consecuencias acaecidas en los grupos anteriores, cuando tenía que leer los cuestionarios, resolví morigerar algunos comentarios y directamente eliminar los que consideraba más virulentos. De cualquier manera, era palpable la expectativa generada en estos participantes, quienes ya sabían lo que venía a lo último de la clase. Había una sensación que, si bien podían escuchar y atender en la primera parte de la charla, lo que más les interesaba estaba a su finalización. Incluso más de uno me lo comentaba durante los coffee breaks.
Y mi cambio de táctica brindó resultados relativos. Si bien como dije antes no leía los dichos más agresivos, la situación de irritabilidad [11] reinante era tal que muchas cosas que se escuchaban eran magnificadas, por lo que no podría afirmar que el rumbo había variado por completo. El barco había virado unos grados, pero el puerto al que se arribaba no era muy distante al ya conocido.
Resulta claro que había operado un mecanismo de sensibilización en los participantes, consistente en que algo nuevo vivido como amenazante o angustiante propició una reacción a mediano plazo, en el sentido de que aumentó la respuesta cualitativamente relacionada con aquella señal.
En estos casos la sensibilización (como refuerzo de neurocircuitos que participan en el miedo) propicia cuadros de ansiedad o malestar que dejan a la persona afectada en una condición de cierta vulnerabilidad emocional.
Dinámica 2: El gráfico de mi vida
Dentro del eje Trabajo en Equipo, uno de los principales objetivos que me planteé era que los colaboradores se encuentren mutuamente desde un lugar quizás más profundo que el que lo cotidiano permite. Como marco teórico de referencia, pensé en servirme de los registros lacanianos Imaginario y Simbólico; siendo el primero el de la completitud (la imagen, el semblante) y el segundo el de la falta (lo que uno carece). [12]
En una explicación rápida, mi intento era horadar un poquito el hábito de dar una imagen de sí mismo sin falencias ante los demás, y avanzar en eso que nos falta a todos, pero que también nos une y convierte en sujetos.
Dicho esto, encontré una dinámica que juzgué pertinente llamada “El gráfico de mi vida”. [13] La misma consistía en brindar un relato de los acontecimientos vitales más significativos, sirviéndose de un gráfico al estilo de los utilizados clásicamente para ilustrar la trayectoria de una empresa. Es decir, los momentos gratos deben situarse en un punto alto y los desagradables en un lugar inferior.
Por ejemplo…
El hecho que quiero relatar sucedió en una de las reuniones. Una vez dicha la consigna y entregados papel y lápiz a los participantes, veo que uno de ellos estaba en silencio, con el papel en la mano, y sin escribir siquiera una letra.
Pasado un buen rato, anoto que sus compañeros avanzaban en las tareas y él seguía así. Como petrificado y con un gesto de abstracción respecto de su realidad inmediata.
Luego de unos minutos, se retiró inmediatamente del salón, con lágrimas en los ojos y a la vista de todos.
Decido buscarlo en una sala contigua y dejar por un momento al grupo.
Lo encuentro llorando desconsoladamente y le pregunto por los motivos, suponiendo que estaba atravesando un mal momento personal, ajeno a la capacitación. Me cuenta que no iba a poder hacer el ejercicio. Que no podía. Que en su infancia había padecido una circunstancia por demás de traumática con una pareja de su madre, y no quería recordar tal hecho. Claramente, le dije que podía negarse con todo derecho y que lamentaba profundamente el haber revivido tales evocaciones en su memoria.
Recuerdo su angustia. Y mi sentimiento de culpa...
Tal como en una epifanía, mi revelación de ese momento fue vivenciar con toda claridad mi inexperiencia y los elevados riesgos de la falta de planificación en este tipo de ejercicios.
Si bien no temí por una potencial desestructuración psíquica de esta persona, reconozco que el haber causado tal malestar fue absolutamente innecesario y desafortunado.
Así, luego de escucharlo durante algunos minutos, le sugerí que si quería retirarse del curso podía hacerlo, a lo que se negó, volviendo al aula.
Es dable anotar en este punto cómo me dejé guiar (o mejor dicho, extraviar) por las apariencias. Este chico se mostraba en todo momento como alguien muy seguro de sí mismo, y con una tendencia seductora y narcisista muy marcada.
Sin duda que lo anterior solo sirvió para confundirme y para, en el futuro, no cometer errores de esa magnitud.
Y, otra vez, quien puede aportar algo en este punto, a los fines de encontrar explicación a lo sucedido es Freud quien, mediante su concepto de “Lo Ominoso” (o “Lo Siniestro”)