10 experiencias en Psicología Organizacional. Gustavo Giorgi
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Cuando algo de lo siniestro aparece, la angustia se muestra de manera clara a través de un acto, sin intermediación de la palabra. Acto que podemos definir en este caso como Acting Outbautizado de esa forma por Jacques Lacan en su relectura del artículo freudiano.
Aplicando estos conceptos a la experiencia concreta vemos como una dinámica que vinculaba la actualidad con un pasado traumático, fue capaz de despertar en el sujeto una reacción sin regreso. Una acción pura. El sujeto actuó y no dijo. En términos freudianos sería: “Lo que no puede recordarse, se actúa”. [15] El perentorio intento por olvidar el hecho que me relató en forma muy escueta, hizo que su carga de angustia se manifieste en un lugar diferente al de la rememoración. Actuó una huida en la realidad, pero imposible en su psiquismo.
Y una vuelta más: en este acto también quiso mostrar al capacitador como una persona en falta. La ecuación sería la siguiente:
Estructura histérica de personalidad |
|
Deseo de poner en falta al Otro (Capacitador, con cualidades ligadas a lo paterno |
+
Episodio traumático
=
Actuar en lugar de Recordar
Además de lo antedicho, también cabe mencionar lo indispensable que resulta para el capacitador el hecho de conocerse a sí mismo.
Siguiendo la máxima socrática, la capacidad y el constante ejercicio de introspección más una terapia personal conforman una base sólida que, si bien no garantiza la desaparición total de síntomas en el capacitador, sí puede avisarle de antemano que son sus prejuicios o modelos mentales los que se están colando y no los de los participantes.
En el ejemplo concreto obsérvese como mi planteo y objetivo inicial eran lograr un desenmascaramiento del semblante del sabelotodo – sin fallas para asumir una posición más humanizada por parte de los asistentes, y fui precisamente yo el que terminó sucumbiendo ante esta lógica, debiendo reconocer mis propias debilidades antes que avanzar en las de los otros. Si hubiese actuado desde el principio bajo estas últimas coordenadas, es altamente probable que la aplicación de la dinámica mencionada hubiera sido hecha en forma más medida y cautelosa.
Durante las clases posteriores no se hicieron comentarios a este respecto, y esta persona continuó el cursado con normalidad.
Lectura de las situaciones
Estas viñetas muestran a las claras la necesidad de ser sumamente cauteloso al momento de decidir la aplicación de ejercicios que conlleven una alta carga emotiva.
Es dable observar que, a pesar de haberme graduado como psicólogo descuidé, o más bien, minimicé el impacto que pudiesen tener estas técnicas.
Sin duda que estas fueron circunstancias muy movilizadoras para mí, y me brindaron un saldo de conocimiento que los libros son incapaces de aportar.
Respecto de la primera experiencia, muchos trabajadores de la firma aún lo recuerdan, resaltando sus aspectos positivos. Con muchos de ellos logramos un acercamiento muy saludable y un grado de confianza verdaderamente elevado.
Luego de lo sucedido, volví a aplicar esta técnica en una o dos ocasiones más, modificando la columna de aspectos negativos por aspectos a mejorar. Y al momento de dar la consigna, establecía que no se iban a aceptar calificativos denigrantes o hirientes para con los compañeros. Que en el caso de encontrarme con algo así, no iba a proceder a su lectura.
Los resultados obtenidos no fueron extraordinarios, por lo que al día de hoy, ya no administro este ejercicio.
En lo que a la técnica “El Gráfico de mi vida” respecta, comprendí lo necesario que resulta respetar los tiempos de maduración grupales. Que es una dinámica compleja, y no puede ser utilizada en etapas iniciales. Así, a los dos años aproximadamente, recurrí a ella en otra empresa, con la cual habíamos trabajado durante un período, completando un programa de capacitación. En la misma, di la consigna a los participantes con la condición de elegir quién de los mismos quería mostrar su gráfico públicamente. Y aquí sí los resultados fueron espectaculares. De a uno se fueron animando, e incluso pasaron al frente a contarle a sus compañeros circunstancias personales muy significativas. Esto operó como un insight [16] para el equipo, modificando sustancialmente sus vínculos, y saliendo así fortalecidos.
Luego de analizar este cambio, también caí en la cuenta de la importancia clave que adquiere el modo de presentación de los ejercicios.
En la dinámica mencionada, durante la experiencia de la concesionaria vial, yo me ponía como ejemplo, relatando algunas de mis circunstancias vitales, pero de una forma bastante liviana. En cambio, en la otra empresa de marras, me animé a contar algo más de mí. Este punto lleva, indefectiblemente, a situar el verdadero lugar de…
El compromiso / implicancia del Consultor
Durante mi formación académica, se me enseñó que el lugar del analista era “el lugar del muerto”. Aquí, y sin ánimo de situarme como vidente, puedo con una alta chance de certeza, diagnosticar las posibles caras del lector en este momento.
a. Horrorizado, pensando qué podría implicar eso, y ligándolo con imágenes mórbidas o bien,
b. Tentado de la risa, y en medio de la carcajada, pensando “Qué manera de decir pavadas estos psicoanalistas”.
No estoy seguro en este punto respecto de otorgar o quitarle razones a ninguno de los argumentos previos ya que ambos resultan, es cierto, razonables.
En rigor de verdad, asumir el lugar del muerto quiere decir ofrecer un lugar vacío (o lo más parecido a ello, acoto) para que el paciente deposite sus identificaciones y así poder lograr el trabajo y consecuentemente los avances en el proceso terapéutico por medio de la creación y desarrollo de la transferencia. En tanto el analista se abstiene de tomar un lugar como sujeto, permite el surgimiento del sujeto del inconciente (o de su analizante, digámoslo más fácil).
Entonces, no se trata de sacar el cuerpo, ya sea como psicólogo organizacional o como consultor, bajo el paraguas de una supuesta lectura lacaniana. Sino más bien todo lo contrario. El posicionamiento ético de este profesional exige, desde mi punto de vista, la implicancia y el compromiso, traducidos en ir un poquito más allá de lo que podría adjetivarse como “políticamente correcto” o mostrarse como un ser impoluto, sin fallas ni dificultades.