Emilia Pardo Bazán: Obra literaria completa. Emilia Pardo Bazán
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Solía Miranda hacer, de pascuas a ramos, tal cual escapatoria a Madrid, y en una de las últimas encontró al Don Fulano del señor Joaquín—a quien llamaremos Colmenar por respetos a su incógnito—, amostazado y furioso con otro Don Zutano que se empeñaba en desbaratarle sus combinaciones todas y en echarle por tierra todas sus hechuras. No había manera de arreglarse con aquel diablo de hombre, que así cortaba y segaba en el granado campo de los adictos colmenaristas. El destino de Miranda, a la sazón, estaba comprometidísimo. Pegó Miranda al escucharlo un brinco en el muelle diván.
—Nada, hombre—prosiguió Colmenar—: así como te lo digo. Basta que yo tenga interés en conservar a uno, para que lo barra él.... Es cosa fija. Y no hay modo de evitarlo. El pega sin duelo.
—Yo—contestó Miranda—, si todo se redujese a salir de León.... Porque, la verdad sea dicha, aquel pueblo me encocora, aunque tiene sus ventajas... Pero si las cosas llegan más allá, lucido quedo.
—No, pues lo probable es que lleguen.... La fortuna es enemiga de los viejos, y nosotros vamos siéndolo ya.... Tú estás muy arruinado de algún tiempo a esta parte. Ese pelo.... ¿Te acuerdas qué famoso pelazo tenías? Pronto recurriremos ambos al aceite de bellotas, como remedio heroico.
—Hombre...—exclamó Miranda atusándose los mechones de las sienes con el ademán belicoso de los pasados días—. Cualquiera pensará que estoy calvo. Pues aún me defiendo muy bien. Los padecimientos me tienen así, un poco....
—¿Estás enfermo? ¡Goteras, chico, goteras!
—Una afección hepática, complicada con.... Pero en aquel pueblo anticuado de León di con un facultativo de lo más moderno, un sabio—apresurose a añadir Miranda viendo el gesto aburrido del prohombre, que temía el relato de la enfermedad—. Te aseguro que Vélez de Rada es un prodigio... Materialista cerrado, eso sí....
—Como todos los médicos...—Y Colmenar se encogió de hombros—. ¿Y... qué tal? ¿Haces muchas conquistas en León? ¿Son blandas de corazón las leonesitas?
—¡Bah! gazmoñillas—pronunció Miranda, que en confianza y reserva se permitía su poco de irreligiosidad—. Tráenlas los jesuitas embobadas con cofradías y novenas, y andan comiéndose los santos.... Sociedad, poca; cada uno en su casa y Dios en la de todos. No deja, por otra parte, de convenirme, puesto que he menester descanso y método....
Colmenar oía baja la vista, contando los arabescos de la tupida alfombra.
Alzó al fin la cabeza y diose una palmada en la frente.
—Me ocurre una idea sin ejemplar—dijo, repitiendo la célebre frase del ministro portugués.—Chico, ¿por qué no te casas?
—¡No está mala la ocurrencia! ¡Sí, que son baratas las mujercitas en estos tiempos... y lo que viene después! Al que no quiere caldo, taza y media: a quedarme sin destino voy quizás, ¡y de casamiento me hablas!
—Tonto, no te propongo mujer que te haga peso, sino que te traiga pesos.
Y el prohombre celebró su propio retruécano disparando larga risa. Miranda quedose pensativo mascando la miga de la proposición, cuyas ventajas le saltaron a los ojos prontamente. Ningún medio más acertado para prevenir las embestidas de la mala fortuna y asegurar el dudoso porvenir, mientras no emigrasen del todo los ya ralos cabellos, y no desapareciese el barniz de gallardía que aún abrillantaba su persona. Por otra parte, León era ciudad que involuntariamente sugería ideas matrimoniales. ¿Qué hacer sino casarse allí donde todo era calma y tedio, donde la soltería inspiraba desconfianza, donde la más insignificante aventurilla provocaba los furiosos ladridos del escándalo? Así es que dijo en voz alta:
—Es cierto, chico; en León le entran a uno ganas de casarse y de vivir santamente.
—Es que para ti—insistió Colmenar—es ya de necesidad el consorcio. Aparte de que eres mayor de edad... (aquí sonrió maliciosamente) y si no quieres llamarte solterón debes pensar en bodas, lo reclama tu salud... y tus pesetas. Si no puedes sostenerte, ¿cómo te las compones? Supongo que no tendrás economías.
—¡Economías yo! Au jour le jour —dijo Miranda, pronunciando con cierta soltura la frasecilla transpirenaica.
—Pues entonces, il faut faire une fin —replicó Colmenar, muy satisfecho de poder lucirse a su vez.
—El caso es dar con la mujer, con el ave fénix—murmuró Miranda meditabundo—. No, lo que es niñas casaderas no faltan; pero yo ahora perdí el rumbo aquí.... Dime tú....
—¡Niñas de aquí! ¡Líbrete de ellas Dios! Más temibles son que el cólera. ¿Sabes tú las exigencias que tiene cualquiera de esos angelitos? ¿Sabes tú cómo las gastan?...
—De modo que....
—La mujer que tú necesitas está