E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras
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Justice dejó el Rumi sobre la mesa y dio un último paso hacia ella. Entonces, tiró de ella y la tomó entre sus brazos.
–Tres. Quiero intentar crear un vínculo contigo. Para ver si podemos formar una unidad familiar.
–¿Por el bien de Noelle?
–Por el bien de todos.
–¿Eso de crear un vínculo incluye… el sexo? –preguntó.
–El sexo estará presente dado que parece ser uno de los pocos puntos de encuentro en el que nos comunicamos a la perfección.
–¿Y si yo no estoy dispuesta?
–Lo estarás. Te lo garantizo.
Justice le enmarcó el rostro entre las manos y lo levantó para poder besarlo. Ella no se resistió. En realidad, no quería hacerlo. El beso de hacía una semana había prendido de nuevo el anhelo y la pasión en ella. Pensaba que ambos habían muerto hacía mucho tiempo, pero se había equivocado. Cada vez que Justice entraba en su vida, le provocaba un deseo tan intenso que no sabía cómo podría sobrevivir si él no volvía a poseerla de nuevo.
Cuando por fin la besó, ella suspiró y se entregó a él con entusiasmo.
–¿Qué es lo que quieres de mí? –le preguntó sin que dejaran de besarse.
Justice se apartó de ella y le dio un beso en la frente antes de besarle la boca por última vez. Entonces, con los dedos, trazó los henchidos labios.
–Te deseo.
–No es tan sencillo –protestó ella–. Tratas este asunto como si fuera una simple ecuación sexual. Tú y yo igual a sexo.
–Y es así de sencillo.
Justice se apartó de ella y volvió a tomar el Rumi. Entonces, ella vio que, en algún momento, lo había transformado en una flor, una margarita.
Antes de que Daisy pudiera seguir preguntando, la voz de Pretorius resonó en los altavoces. El tono era frenético.
–Justice, ¿quiénes son esas personas que hay en la cocina? Están haciendo cosas… Tienes que detenerlas. Ahora mismo.
–Tranquilo –replicó Justice–. Yo me ocuparé.
–¿Harás que se marchen?
–Me ocuparé de todo.
Seguramente aquella no era la respuesta que su tío estaba buscando.
–Corta la comunicación –le ordenó Justice. Entonces, miró a Daisy–. Esto no ha terminado.
Con eso, ella salió del despacho. Justice no tardó en seguirla. Regresaron juntos a la cocina y allí se encontraron con el… caos.
–Hijo de…
–¡Alerta sobre la condición uno! –le dijo Daisy mientras le daba un codazo.
–¡Mira lo que le han hecho a mi cocina!
Daisy no podía culparle por sentirse disgustado. Si aquella hubiera sido su casa, ella también lo habría estado. Aggie había sacado todo de la enorme despensa y había colocado su contenido sobre cada superficie disponible. Tenía un cubo de agua con jabón en el suelo y con un estropajo iba frotando cada estantería y cada armario.
Jett estaba de espaldas a la puerta. Tenía los cascos puestos y estaba escuchando música de rock a todo volumen mientras tecleaba en su portátil. Junto al portátil estaba Kit, la otra mitad de la inspiración de los libros de Daisy. La habían sacado del transportín y estaba sobre la mesa acicalándose muy tranquilamente. Una voz de ordenador daba órdenes a diestro y siniestro y en tono desesperado y competía con las exigencias de Pretorius.
Además, estaba Noelle. Daisy suspiró.
Todas las puertas de los armario estaban abiertas. Su encantadora hija estaba sentada en medio del suelo completamente desnuda, rodeada de prendas infantiles y de todas las cacerolas, cazos y cazuelas que había podido encontrar en la cocina. Se entretenía golpeando las tapas contra las cazuelas e incrementando así el nivel de ruido.
Durante un instante, Daisy creyó que Justice iba a explotar.
–¡Ordenador, desactivado!
–¡Desactivado!
De repente, reinó el silencio. Noelle dejó de golpear, Jett de teclear y Aggie de limpiar. Daisy tomó a su hija en brazos y dijo:
–Maldita sea, Jett. Prometiste comportarte.
–En realidad, no prometí nada. Tú me pediste que lo hiciera. Sin embargo, dado que yo no respondí, técnicamente no prometí nada.
–¿Cuántas veces te he advertido que a mí no me vengas con formulismos?
–Novecientas cincuenta y dos.
–¡Basta ya! –gritó Justice mirando a su alrededor–. Que alguien me explique qué demonios está pasando aquí y ahora mismo.
Noelle sonrió desde la seguridad de los brazos de su madre y se dirigió a su padre.
–¡Demonios! –exclamó con tremenda claridad.
Daisy gruñó.
–Genial. ¿Qué parte de la condición número uno no has comprendido?
–La he comprendido perfectamente. Esto, sin embargo –dijo, señalando la cocina–, esto desafía mi habilidad de comprensión, pero no mi habilidad de corrección. Lo primero es lo primero.
Se dirigió hacia Jett y con unos rápidos movimientos la desconectó de su sistema informático.
–Vuelves a tener el control pleno, Pretorius.
–Se marchan ahora mismo, ¿verdad?
–Bajaré en breve a hablar del tema.
–Hablar implica que no se van a marchar. No quiero hablar –dijo la voz llena de pánico–. Quiero que se marchen.
–Dame cinco minutos.
A continuación, centró su atención en su hija, a la que tan solo había mirado durante unos segundos a su llegada. Hasta ese momento, no comprendió el profundo efecto que una personita tan pequeña podía tener sobre él. Parecía estar a punto de perder el control, algo que Daisy no iba a permitir que ocurriera delante de testigos.
–Aggie, ¿por qué no vais Jett y tú arriba a escoger los dormitorios?
El ama de llaves la observó y asintió, como si comprendiera perfectamente la situación. Entonces, agarró del brazo a Jett y las dos salieron de la cocina. Justice seguía de pie, incapaz de apartar los ojos de su hija. Dio un paso hacia ella, pero dudó. En aquellos momentos transmitía una profunda vulnerabilidad.
–¿Puedo?