E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras

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se acercó a Noelle y extendió la mano. La niña se la agarró con su habitual impulsividad y se la llevó a la boca. Daisy se la ofreció para que la tomara en brazos y dio un paso atrás para observar.

      Justice la abrazaba muy delicadamente, como si fuera a rompérsele en mil pedazos.

      –Es preciosa…

      –Gracias.

      –En realidad, yo diría que se parece a ti.

      –Yo diría que tiene una mezcla perfecta. Mírala, Justice. Su color de ojos está a medio camino entre el tuyo y el mío. Su cabello es más rojizo que rubio u oscuro. Es tan extrovertida como yo y tan inteligente como tú.

      La pequeña sonrió.

      –Pero si ya tiene dientes –susurró Justice–. Y has dicho que es muy charlatana. ¿Sabe andar?

      –Sí. Aún le cuesta un poco, pero eso no le impide llegar a donde quiere ir.

      –Tanto… me he perdido ya tanto –murmuró él mientras le acariciaba suavemente el cabello y la mejilla. La niña sonreía y le agarraba el dedo para volver a llevárselo a la cara–. No es nada tímida.

      –No. Es muy sociable.

      –¿Por qué está desnuda?

      –Me temo que a tu hija no le gusta ir vestida. No sé cómo lo hace, pero se desnuda. Si me doy la vuelta dos segundos, se ha quitado lo que le haya puesto. Ni las cunas, ni las tronas ni los parques son capaces de sujetarla.

      –Ah.

      –¿Qué significa eso?

      –¿Y los armarios? ¿Ha sido tu ama de llaves o la niña?

      –La niña.

      –Ah.

      –Es la segunda vez que dices eso y aún no me has explicado por qué. ¿Qué significa eso?

      –Indican que entiendo lo que hace Noelle y cómo piensa.

      –Veo que no te ha llevado mucho tiempo.

      –No, pero hay una razón para ello. En este caso, deberíamos hablar de propensión genética, algo que espero que aceptes con el tiempo. Es parte de los genes que ha heredado de mí. Espero que no se lo tengas en cuenta.

      –Dios santo, Justice. ¿Acaso crees que yo sería capaz de criticar a nuestra hija por algo tan natural y básico como la curiosidad humana? ¿Que la castigaría por explorar el mundo?

      –Bueno, algunas personas considerarían que eso debería corregirse.

      –Tal vez, pero yo no. Soy su madre y la adoro. Haría cualquier cosa por ella.

      –Perdóname… –susurró él–. Es que… he visto que ocurría antes.

      –¿Acaso te ocurrió a ti?

      –Sí. Noelle procesa el mundo desmantelándolo. Esa característica en particular me expulsó a mí de mis primeras seis casas de acogida.

      –¿Hablas en serio?

      –Sí. Yo no podía evitarlo. Me imagino que era muy molesto cuando uno se levantaba por la mañana y descubría que la cafetera o la tostadora estaban desarmados, pero yo necesitaba desmontar las cosas para poder estudiarlas y comprender cómo funcionaban. Era lo más lógico.

      –Por supuesto, suponiendo que podías volver a montarlas.

      –En eso tardé un poco más. Ahora que lo pienso, tu padre fue el único que animó mi curiosidad. Me encontraba máquinas rotas y me dejaba trastear con ellas.

      –Sí, me acuerdo. Tenías todo el garaje lleno de cosas…

      –Así es. El error que cometí con tus padres es que no me limité a enredar con las máquinas que tu padre me proporcionaba, sino que lo hice también con su hija…

      Daisy se acercó a él.

      –Te juro que no supe nunca cómo se enteraron de lo nuestro. No sabía que esa fuera la razón de que te hubieras marchado. Si lo hubiera sabido, te habría defendido. Se lo habría impedido. Les habría explicado lo ocurrido…

      –Tú tenías quince años. No había nada que explicar. Lo que hicimos estuvo mal y yo pagué el precio. Ahora comprendo perfectamente la reacción de tus padres –dijo mirando a su propia hija.

      Daisy no pudo responder. Se limitó a observarlo con una sombría expresión en el rostro.

      –Ahora –dijo él tras unos segundos–, tengo que ir a hablar con Pretorius. Va a tener mucha dificultad para aceptar los cambios. Justice contempló a la pequeña muy fijamente.

      –Ya anda, habla y tiene dientes. ¿Estás segura de que no es demasiado tarde?

      Los ojos de Daisy se llenaron de lágrimas.

      –No, Justice. No es demasiado tarde si tú no dejas que así sea.

      Justice la miró y asintió.

      –En ese caso, no lo permitiré.

      Daisy no debía sorprenderse de que no pudiera dormir. Había sido un día muy largo y lleno de emociones. Había vuelto a ver a Justice después de lo que le había parecido una separación interminable. Y él había conocido por fin a su hija. Era aún demasiado pronto para determinar si Justice y la pequeña podrían vivir juntos, aunque esperaba que así fuera. De lo que no le quedaba ninguna duda era de que él haría todo lo que estuviera en su mano para ser un buen padre.

      Kit, la gatita, acudió a su cama para acomodarse junto a ella. Daisy comenzó a acariciarle la cabeza, a lo que el animalito correspondió con un ronroneo. De repente, la gatita corrió hacia la puerta con las orejas erguidas. Daisy se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. Sin pensárselo, la abrió y siguió a la gata escaleras abajo, tratando de hacer el menor ruido posible. Tenía los pies helados, pero no tenía frío gracias al camisón de algodón que le llegaba casi hasta el suelo.

      No tardaron en llegar a la planta baja. Entonces, Kit desapareció en dirección a territorio prohibido.

      ¿Se aplicaba también la primera condición de Justice a la gata?

      Se quedó unos instantes al pie de la escalera, sin saber si debía bajar detrás de la gata. Dudaba que el animalito sufriera daño alguno, pero… ¿quién sabía lo que Justice guardaba allá abajo?

      Por fin, se rindió a lo inevitable sabiendo muy bien que si no bajaba no lograría dormir. Bajó la escalera y llegó a la planta inferior. Aunque sospechaba que aquella zona ocupaba la misma superficie que las plantas superiores, su distribución era muy diferente. Mucho más técnica. Las luces superiores estaban apagadas, pero había otras de bajo voltaje que iluminaban el suelo y reflejaban unas paredes blancas y un pasillo muy limpio, casi estéril. Se asomó hacia la derecha del pasillo y vio misteriosas habitaciones

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