Manifiesto por el progreso social. Helga Nowotny

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Manifiesto por el progreso social - Helga  Nowotny

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del texto, Nico Cloete, David de la Croix, Fernando Filgueira, Nancy Folbre, Jeff Hearn, Nora Lustig, Wolfgang Lutz, Anne Monier, Fabian Muniesa, Gian Paolo Rossini, Saskia Sassen, Erik Schokkaert, Simon Schwarzman, Noah Scovronick, Greg Shaffer, Christiane Spiel, Alexander Stingl, Lorraine Talbot, Peter Wallensteen, Finn Wölm y otros tres revisores anónimos hicieron comentarios con gran generosidad. Las instituciones que han apoyado todo el proyecto del IPSP también merecen reconocimiento especial, sobre todo el Center for Human Values [Centro por los Valores Humanos] de la Universidad de Princeton, el Collège d’Études Mondiales [Colegio de Estudios Mundiales] del FMSH, en París, y el Institute for Future Studies [Instituto de Estudios del Futuro], en Estocolmo, entre más de una treintena. Por último, pero de igual importancia, el apoyo del equipo de Cambridge University Press (en particular Karen Maloney, Stephen Acerra, Adam Hooper, Gail Welsh y Kristina Deusch) ha sido muy importante para que este proyecto viera la luz en conjunto con el informe.

      Introducción: el futuro está en nuestras manos

      En los tiempos que corren, mucha gente ha perdido la esperanza en el futuro y cree que la siguiente generación estará peor. No sólo ven aumentar las dificultades en la vida diaria, sino que ya no creen en las ideologías y sus promesas sobre el futuro, ésas que inspiraron los movimientos sociales y políticos del siglo XX. El comunismo perdió el alma en el gulag y ahora ya ni siquiera en China mantiene vivo el sueño de una sociedad radicalmente distinta y mucho mejor. Las ideas libertarias resurgieron bajo la etiqueta de “neoliberales” y tuvieron gran influencia en las últimas décadas en varios países, hasta que la Gran Recesión cimbró la fe en el libre mercado que muchos analistas mostraban.

      La muerte de las ideologías debería ser bien recibida. Ofrece una ventana de oportunidad para abandonar los viejos dogmas y repensar el camino a seguir. Tras la devastadora competencia entre el comunismo y el capitalismo rampante, ¿qué podemos inventar? Esta ventana también es, al parecer, la última oportunidad para ajustar nuestra forma de pensar y actuar antes de que estallen las inminentes catástrofes, como el colapso de los sistemas sociales y ecológicos. Este libro está animado por una sensación de urgencia y de gravedad. Los investigadores,1 los ciudadanos, los agentes de cambio: todos tenemos la responsabilidad de estar a la altura de los retos de nuestra época y de encontrar soluciones antes de que los problemas acumulados se conviertan en crisis vitales.

      Este capítulo introductorio resume los mensajes clave y el discurso principal de este manifiesto. Aclara nuestra concepción del progreso social y expone algunos de los errores comunes en la sabiduría convencional de nuestra época que deben disiparse para dar paso a un pensamiento mejor. El lector con prisa recibirá los elementos clave al leerlo.

      ¿QUÉ ES PROGRESO SOCIAL?

      Este libro está escrito por investigadores, pero va más allá de presentar datos y hechos científicos. Toma posturas en el debate sobre la dirección que deberían seguir las políticas públicas y los agentes de cambio, pues, bajo algunos supuestos básicos de lo que sería una buena sociedad, hay cosas que se deben hacer y otras que no, así como algunas ideas prometedoras que deben explorarse y con las cuales conviene experimentar.

      La idea nodal de una buena sociedad se inicia con que cada ser humano tiene derecho a una dignidad íntegra, sin importar el género, la raza, la religión, la educación, el talento ni las capacidades productivas. Esa idea de dignidad incluye la posibilidad de participar en la vida social en igualdad de circunstancias y de controlar las dimensiones importantes de su propia vida. Mientras que la dignidad igualitaria a veces se percibe como una noción mínima, nos basamos en la Agenda 2030 de la ONU y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y entendemos dignidad como una palabra poderosa, con implicaciones prácticas sustanciales. De hecho, cuando aparecen desigualdades estructurales en las relaciones sociales, la dignidad está en peligro. Si observas la sociedad que te rodea y te preguntas si todos realmente tenemos la misma dignidad, encontrarás repetidos ejemplos de dignidades desiguales que se derivan de desigualdades grandes o sutiles en el estatus, los recursos y el poder.

      Como el esfuerzo por construir una mejor sociedad debería ser amplio e inclusivo, este libro no se compromete con una teoría precisa de justicia social, pero sostiene valores y principios que pueden encontrarse en la mayoría de las culturas del mundo. Sin embargo, debemos admitir que el ideal de dignidad igualitaria choca con ciertas concepciones que atribuyen un nivel distinto de inclusión y de dignidad a los géneros, a los grupos étnicos o a la gente con orientaciones sexuales diferentes. Si crees que el papel de la mujer es servir a su esposo y criar a sus hijos, que hay una jerarquía natural de las razas o que los homosexuales son inferiores o repugnantes, este libro chocará con tus posturas. Si crees que es buena la dignidad igualitaria, pero que cada comunidad debería mantener su pureza y evitar la migración y el mestizaje, este libro también irá contra tus posturas, pues pone la dignidad y el florecimiento de la persona por encima de la preservación de los grupos y las naciones, y trata de evitar formas estrechas de individualismo.

      Los valores y los principios que subyacen a este libro incluyen bienestar y libertad, seguridad y solidaridad, pluralismo y tolerancia, justicia distributiva y equidad, conservación ambiental, transparencia y democracia.2 Cualquier proyecto que choque de forma severa con cualquiera de estos valores y principios se considera aquí objetable.

      IDEAS FALSAS Y ERRORES COMUNES

      No se espera que todos los lectores queden totalmente convencidos por los argumentos del libro, pero ojalá que todos se sientan orillados a deshacerse de esas partes de la sabiduría convencional que encarcelan la mente de la gente hoy en día y que se han convertido en obstáculos graves en el camino hacia una mejor sociedad.

      Margaret Thatcher, quien promovió de manera vigorosa una agenda de libre mercado, popularizó la primera idea falsa que debe enfrentarse: “no hay alternativa”. También la diseminó Francis Fukuyama (1992) con su tesis de “el fin de la historia”, según la cual la democracia liberal y el sistema capitalista eran la cúspide de los logros humanos. Es irónico que dicha idea fuera impulsada por Thatcher, política que hizo importantes y estratégicas maniobras de políticas públicas con consecuencias de largo plazo. En realidad, existen muchas posibilidades para el futuro, incluso sin innovar ni experimentar con nuevas ideas. Hay muchas variantes del capitalismo ya establecidas, algunas mucho mejores que otras para promover el florecimiento humano. La tesis de que “no hay alternativa” es engañosamente atractiva porque se funda en el evidente fracaso de las opciones socialistas que se intentaron en la antigua URSS, en China y en la ex Yugoslavia. Sin duda contiene una pizca de verdad: no hay alternativa que no incluya un papel central del mercado como mecanismo económico (con sus salvaguardas). El gran error, no obstante, es creer que mantener un lugar para las transacciones de mercado significa adoptar un capitalismo irrestricto. De hecho, como han afirmado muchos pensadores con el paso de las generaciones, el mercado sí es compatible con la idea de que la gente debería dominar las cosas, y no al revés. La mano de obra puede contratar al capital, en lugar de ser contratada por éste y servirle. En ese sentido, este libro incluso afirma que una economía de mercado no necesita ser parte de una sociedad capitalista. Así, se vuelven posibles muchas más alternativas que las variantes actuales del capitalismo. De hecho, ya se están experimentando por aquí y por allá, y pueden proliferar. En resumen, hemos identificado no sólo una, sino dos ideas falsas: 1] que no hay alternativa al sistema actual —de hecho, ni siquiera hay un solo sistema actual, sino muchas variantes alrededor del mundo— y 2] que la economía de mercado y el capitalismo son lo mismo, y que impulsar la primera implica aceptar el segundo; de hecho, el mercado es necesario, pero puede superarse el capitalismo.

      Sobre la misma línea, una idea falsa y perniciosa, especialmente extendida en los medios de comunicación, es que las causas sociales tradicionales han sido reemplazadas por objeciones más complejas y vagas al statu quo, relacionadas

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