Un mal comienzo. Stella Bagwell

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Un mal comienzo - Stella Bagwell Jazmín

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no sea la gran empresa para la que usted trabajaba en Houston, pero tenemos muchos pozos petrolíferos. Si usted ha venido aquí pensando que sería fácil, será mejor que se vuelva a Texas.

      Ella se acercó hasta estar solo a un paso, se cruzó de brazos y levantó la vista hacia él.

      –¿Qué edad tiene, señor Sanders?

      Él frunció el ceño como si no pudiera creer lo que le preguntaba.

      –Veinticinco. Pero no creo que mi edad tenga nada que ver con esta conversación.

      –Ajá. Bien, me sorprende que haya logrado aprender tanto en un período tan corto de tiempo. A la mayoría de los hombres les lleva muchos años más de los que usted tiene.

      Adam podía decir sin una gota de pedantería que tenía el don de la palabra, especialmente con el sexo opuesto. Algo que, según le habían dicho, había heredado de su padre de nacimiento, Tomas Murdock, quien había muerto poco tiempo después de que él llegase al mundo. Pero aquella mujer no se parecía a ninguna de las que había conocido hasta ese momento. Quería besarla y estrangularla. Quería hacer que la altiva confianza se borrara de su rostro.

      Ella dejó caer los brazos y la mirada de él descendió a la generosa curva de sus senos. Bajo la camisa de algodón color verde menta se podía distinguir el ligero borde de su sujetador de encaje. Intentó no pensar en el aspecto que tendría sin esa prenda.

      –Supongo que se puede decir que soy… un alumno adelantado –dijo.

      Al notar que sus ojos se detenían más abajo de su rostro, Maureen cruzó nuevamente los brazos sobre el busto y le lanzó una mirada relampagueante.

      –Se lo digo ahora mismo. El único motivo por el que me quedaré con Sanders Exploration es su padre. Es un hombre respetado en el medio y ahora que lo he conocido, me doy cuenta del motivo. Me siento honrada de poder trabajar para él. Y he decidido que resultaría tonto desaprovechar esta oportunidad por el orgulloso y sabelotodo de su hijo.

      –¿Significa esto que trabajaremos juntos, entonces? –preguntó él con una sonrisa maliciosa.

      –En contra de toda sensatez.

      También era en contra de lo que Adam consideraba sensato, pero no era un hombre que se arredrara ante un desafío.

      –Mi padre se alegrará de oírlo.

      Ella sonrió también, y el movimiento de sus labios tuvo suficiente poder para hacer que a Adam se le encogiesen los dedos de los pies.

      –No se moleste en decir que usted también se alegra –dijo ella.

      Como si considerase su conversación acabada, ella se dirigió a la silla en la que se había sentado antes y agarró un bolso de cuero. Se colgó la correa del hombro y se encaminó a la puerta. La mirada de Adam siguió el elegante movimiento de sus caderas.

      –¿Necesita ayuda para encontrar un sitio por aquí? –se le ocurrió preguntar a él.

      Ella miró su reloj y luego abrió la puerta.

      –Dentro de treinta minutos tengo una cita con un agente inmobiliario.

      –¡Un agente inmobiliario! ¿Quiere decir que piensa comprar más que alquilar?

      –Tengo intención de plantar raíces –sonrió ella nuevamente.

      –¿Sin período de prueba?

      –En cuanto vi esta zona, me enamoré de ella. Acabo de decidir que lo que tenga que soportar en el trabajo será un pequeño precio a pagar para establecer mi hogar aquí.

      Mi hogar. Le había dicho a Adam que no buscaba un hogar en el sentido tradicional de la palabra. Entonces, ¿qué era lo que estaba buscando? ¿Y por qué se la imaginaba todo el tiempo como madre y esposa? Era una científica. Una mujer que había estudiado rocas, estratos, períodos geológicos y cartas sismográficas.

      –Entonces, espero que no se desilusione, señorita York.

      –Lo único que me desilusionará es que me siga llamando señorita York. Mi nombre es Maureen –dijo ella con una sonrisa irónica y luego salió.

      Adam se pasó la mano por el pelo y lanzó un ronco gemido. Esa mujer era un trozo de dinamita ambulante. Solo mirarla era peligroso. ¿Trabajar con ella? Ya podía ver la explosión aproximándose.

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