Soledades. Liliana Kaufmann

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Soledades - Liliana Kaufmann

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el terror que se engendra en sí mismo, el horror paralizante del no ser inasible que no tiene forma y roe las fronteras de nuestro pensamiento (ibíd.: 126).

      Como alguien que se encontraba de pronto transportado a un desierto de arenas infinitas, de golpe cobré conciencia de la soledad profunda, gigantesca, que me separaba de mis semejantes (ibíd.: 79).

      El viejo criado me devuelve el sombrero y me dice: –Oigo su voz como si proviniera de las profundidades de la tierra (Meyrink, 2003: 29).

      Era una voz. Una voz que quería de mí algo que yo no captaba, por grandes que fuesen mis esfuerzos [...]. Pero la voz que pronunciaba esas palabras estaba muerta, no tenía resonancia [...]; no tenía ecos [...]; hace tiempo, mucho tiempo que se ha desvanecido y disipado (ibíd.: 29).

      Ya sabía cómo era el extraño [...] pero su imagen, la que yo había visto frente a mí, seguía sin poder representármela [...]. Es como un negativo, un molde hueco e invisible, cuyas líneas no puedo distinguir, en el que debo deslizarme si mi propio yo quiere tomar conciencia de su forma y de su expresión (ibíd.: 31; las itálicas son del autor).

      Desde que cerró la ventana, nadie ha vuelto a decir palabra (ibíd.: 46).

      Un poco más tarde parecía más calmado, pero bruscamente le volvía una inquietud insensata, y se ponía a correr en todas direcciones, se acumulaban en un rincón (ibíd.: 54).

      El análisis de las referencias textuales nos permite aventurarnos a establecer las siguientes relaciones.

El Golem según el GolemEl Golem según los demás
“Mi piel, mis músculos, mi cuerpo recordaron de pronto, sin que mi cerebro lo advirtiera. Comenzaron a hacer movimientos que yo no deseaba ni preveía, como si mis miembros hubieran dejado de pertenecerme.”“Un poco más tarde parecía más calmado, pero bruscamente le volvía una inquietud insensata, y se ponía a correr en todas direcciones.”
“Las ideas se perseguían en mi mente hasta el punto de que yo mismo apenas comprendía lo que decía mi boca: ideas fantásticas que se desintegraban apenas nacían.”“Ya sabía cómo era el extraño [...] pero su imagen, la que yo había visto frente a mí, seguía sin poder representármela [...]. Es como un negativo, un molde hueco e invisible, cuyas líneas no puedo distinguir, en el que debo deslizarme si mi propio yo quiere tomar conciencia de su forma y de su expresión.”
“Como alguien que se encontraba de pronto transportado a un desierto de arenas infinitas, de golpe cobré conciencia de la soledad profunda, gigantesca, que me separaba de mis semejantes.”“Era una voz. Una voz que quería de mí algo que yo no captaba, por grandes que fuesen mis esfuerzos [...]. Pero la voz que pronunciaba esas palabras estaba muerta, no tenía resonancia [...], no tenía ecos... hace tiempo, mucho tiempo que se ha desvanecido y disipado.”
“Pero estos pensamientos no pudieron expresarse en palabras.”“El viejo criado me devuelve el sombrero y me dice: –Oigo su voz como si proviniera de las profundidades de la tierra.”

      En suma, esta es la manera en que Meyrink, en su conmovedor relato, expresa cómo vivencia el Golem su cuerpo, sus pensamientos y sus intercambios con las personas, y cómo esas escenas se despliegan en el campo intersubjetivo:2 vinculadas a significaciones anudadas a la invisibilidad, a una imagen vacía difícil de representar, a señales complicadas de captar. A una representación corporal desvitalizada, maquinizada. A la soledad.

      Para algunos artistas, el imaginario del Golem es una fuente fértil de inspiración. El escultor alemán Rudolf Belling creó una obra cuya apariencia física es la de un hombre artificial que irradia extrañeza, un sentido de urgencias primitivas, cierta mecanización de los movimientos y comportamientos, como asimismo el potencial de emociones humanas. Por otra parte, Haron Goldeman, escultor y diseñador, se concentró en trasmitir la falta de comprensión que revela el rostro de un Golem, un sentido de dolor, especialmente en los ojos. Jennings Tonel también resaltó el tema de los ojos en sus dibujos: son grandes, de aspecto opaco y al mismo tiempo infantil; de mirada abierta, fija en el vacío. Destacó además unos labios congelados en una expresión que sonríe a la nada y que parece estar al borde de las lágrimas.

      El mito del golem también aparece mencionado en obras literarias que luego serían reconocidas como cuentos populares infantiles, tales los casos de Frankenstein, Aventuras de Pinocho y El pequeño soldadito de plomo.

      Podríamos citar muchísimos ejemplos más; sin embargo, tanto en la literatura como en el campo general del arte, el Golem se encuentra presente en personajes que recrean el nacimiento del ser humano a partir de infundir vida a un trozo de materia inanimada.

      Con la intención de señalar el momento preciso en que el hombre fue capaz de superar las limitaciones del pensamiento mítico para referirse al autismo, se incluyen a continuación diferentes especulaciones teóricas que intentan explicar sus causas y rasgos propios.

       Podemos decir que hemos cruzado el umbral del mito solo cuando advertimos una repentina coherencia entre incompatibles.

      CALASSO (1990: 88)

      El mito de la soledad del autista viene de la mano de Leo Kanner (1992). Este psiquiatra austríaco con residencia en Estados Unidos aisló y describió el autismo como una entidad nosológica con criterios diferenciales en relación con la esquizofrenia. Para él, el autista no es como el esquizofrénico, un sujeto que se retira del mundo, sino más bien un sujeto que no llega a entrar en él. Desde su perspectiva, es observable entre los 12 y 18 meses de vida, momento en que se produce una detención –a la vez que un retraimiento a momentos anteriores del desarrollo– de ciertos procesos vinculados a la experiencia interactiva: compartir la atención, la afectividad y los deseos.

      En 1943 Kanner publica un artículo en la revista Nervous Child titulado “Las alteraciones autistas del contacto afectivo”. Allí relata once casos de niños a los que tuvo ocasión de tratar. Los sigue con notable precisión en sus descripciones clínicas y pone en circulación un segundo trabajo sobre ellos, en el que no se muestra demasiado optimista ni se refiere a progresos concretos después del informe original. En uno de sus relatos distingue la especificidad de uno de sus pacientes de esta manera:

      Iba de un lado a otro sonriendo, haciendo movimientos estereotipados con los dedos, cruzándolos en el aire. Movía la cabeza de lado a lado mientras susurraba o salmodiaba el mismo soniquete de tres tonos. Hacía girar con enorme placer cualquier cosa que se prestara a girar. Cuando le metían en una habitación, ignoraba completamente a las personas y al instante se iba por los objetos, sobre todo aquellos que se podían hacer girar [...]. Empujaba muy enfadado la mano que se interponía en su camino o el pie que pisaba uno de sus bloques (Kanner, [1943] 1983: 3-5).

      En otros casos, cuando se refiere a los niños autistas, dice que son extraños pequeños que tienen en común peculiaridades fascinantes: pueden hacer rompecabezas de muchísimas piezas en poco tiempo, recuerdan de memoria recorridos que realizaron en auto o a pie, horarios de programas de TV, repiten una y otra vez diálogos de personajes de películas. A ello se agrega que parecen vivir en un mundo aparte, no comprenden las ironías y realizan con el cuerpo movimientos poco coordinados. También destaca que en todos los casos verdaderos de autismo se encuentran las siguientes características:

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