La gerontología será feminista. Paula Danel

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La gerontología será feminista - Paula Danel Proyectos de investigación

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base a la construcción del Estado de bienestar y el paradigma de derechos, entre otros: el derecho a la salud y el enunciado de sus particulares alcances.

      Al respecto en Fontenla y Tajer (2014:209), se cita a Fries y Matus (2001) en relación a la incorporación de la perspectiva de género en el campo de los derechos humanos: Existe una política que permite sostener que el parámetro de lo humano es el varón con el resultado de la exclusión de las mujeres y la invisibilización de las necesidades específicas de esta población.

      En esa invisibilización de la que hablan los autores, destacamos que, además, la protección de la salud de las mujeres ha estado arbitrada, históricamente, por el desarrollo del conocimiento médico que a través de su discurso hegemónico ha posibilitado el surgimiento de determinadas prácticas sobre los cuerpos como parte del ordenamiento que construye subjetividades, que performa a los sujetos a los que se dirige.

      Siguiendo a Foucault (1976), y, entendiendo la biopolítica como una forma de estatización de lo biológico, se observa, por ejemplo, que precisamente en la política sanitaria se desexualiza a los ciudadanos a medida que envejecen, donde no se conectan las políticas sanitarias reproductivas o de salud sexual con aquellas consideradas por el poder médico hegemónico más propias de la edad: las patologías crónicas y las degenerativas, naturales de los cuerpos viejos.

      Los imperativos sociales dirigidos a las mujeres: belleza, sumisión y heterosexualidad como atributos de la femineidad encarcelan a las mujeres más allá de la juventud y “niega a las mayores el derecho a ser definidas como mujeres transcurrida la menopausia” (Farré, 2008:51). Las alternativas de identificar a las mujeres mayores desde la diversidad resulta poco frecuente y en general hay una tendencia a homogeneizar a este grupo de edad con una visión de doble standard. (Sontag, 1982).

      Como señalábamos anteriormente la concepción de salud, y de enfermedad, al igual que las políticas de vejez son el resultado de las formas de interpretar y posicionarse frente a la realidad que asume el Estado a través de sus instrumentos normativos. La ausencia de políticas sanitarias de salud sexual dirigidas a las mujeres mayores da cuenta de una concepción sobre los cuerpos de estas mujeres y sus derechos (no) reproductivos.

      Brown (2014), define a los derechos (no) reproductivos como:

      ...un conjunto de prácticas ligadas al cuerpo y la sexualidad que antes eran consideradas privadas se han transformado en objeto de demanda por parte de actores sociales relevantes que los reclaman como derechos inherentes a la condición ciudadana.(Brown.2014)

      La autora a través de un exhaustivo estudio dirigido a establecer los debates en torno a los derechos sobre el cuerpo, dirige su interés específico al aborto como punto de confluencia entre cuerpo y política. Sus aportes nos han permitido confirmar nuestra perspectiva y afirmar que el derecho a decidir no se agota en la reproducción, y que conforma el derecho a la salud sexual a lo largo de toda la vida.

      Como ejemplo de esta especie de decreto de vencimiento de la sexualidad puede verse que, en general la salud sexual pos menopausia está dirigida a la prevención y tratamiento de enfermedades del aparato reproductivo (cáncer de mama, cuello de útero, ovarios), es decir los programas de salud sexual no se dirigen, no tienen como objetivo a las mujeres que pasaron la edad reproductiva, constituyendo un hecho de valor significante en la política sanitaria que de alguna manera invisibiliza la sexualidad de los mayores dejándola librada a las conductas individuales, condicionadas por una cantidad de prejuicios relativos a la edad.

      La idea de construcción social ha sido maravillosamente liberadora. Por ejemplo, nos recuerda que la maternidad y sus sentidos no son fijos ni inevitables, ni pueden verse como la consecuencia directa de la concepción y la crianza, que son el producto de acontecimientos históricos, fuerzas sociales e ideología. Ian Hacking (2001:12)

      De acuerdo a lo elaborado en los trabajos de Brown (op. cit.) podemos pensar que el de las mujeres mayores también (como en el caso de las mujeres en edad reproductiva) es un cuerpo expropiado, en el que se construye una cierta ajenidad que ellas deben desafiar para poder resistir ese interés homogeneizante de convertir poblaciones dóciles que tienen los dispositivos sanitarios.

      Pero eso no es todo, ya que de esta manera queda obturada la pregunta sobre las sexualidades y sus representaciones en la vejez. Los obstáculos para concebir un cuerpo envejecido erotizado son aún mayores para representar la diversidad sexual en este colectivo.

      Es preciso para avanzar en este análisis, identificar la lógica que ordena los cuerpos dentro del espacio social y las normas con las cuales son interpretados en el escenario público, de esta forma podemos vincular los efectos producidos por los diferentes discursos acerca de la vejez y las mujeres. Más allá de la forma en que la Medicina interviene los cuerpos y habilita o no el ejercicio de la sexualidad en las mujeres mayores nos interesa el carácter político que tiene la forma en que se desaloja a la mujer de la salud sexual luego de la reproducción.

      Este aspecto nos lleva a pensar que lo que está en juego es la gestión del placer en el ejercicio del erotismo.

      El hecho de librar esta circunstancia al ámbito de lo privado pone en juego de qué manera los prejuicios y las normativas sexo genéricas penetran en los cuartos de las personas mayores y se despliegan en favor o en contra del ejercicio de la sexualidad. Si la sexualidad continúa estando fuertemente vinculada a la reproducción, los cuerpos viejos en busca de placer sexual constituyen un impensable. De hecho, las herramientas de gestión en los dispositivos de institucionalización como los geriátricos, no dan cuenta de la sexualidad como aspecto fundamental reconocido en tanto parte integral de la salud de las personas.

      Plummer, (2003) propuso el concepto de “ciudadanía íntima” en referencia a un nuevo grupo de derechos acerca del cuerpo, las relaciones y la sexualidad y que conforman los hoy llamados derechos sexuales que las feministas lograron incorporar a las agendas políticas. Ligar vejez y sexualidad pone en escena un tema que continúa siendo tabú aún en un escenario de políticas públicas en el que fueron desarrollándose instituciones nuevas que revolucionaron la forma de dar una mirada política a la diversidad sexual como es el caso del matrimonio igualitario, un gran logro en materia de derechos humanos.

      Siguiendo este enfoque, sostenemos que el cuerpo de las mujeres mayores es moldeado y dotado de significado en virtud del marco socio histórico dentro del cual se lo comprende y donde la reproducción es sólo una manera de organizar y entender la sexualidad del cuerpo.

      La dificultad para comprender el cuerpo de las mujeres fuera de esta función, se expresa en esa especie de de-generización y des-erotización que se produce en torno a las mujeres mayores y que habla claramente de la concepción social de la mujer como portadora de un cuerpo reproductivo que no le pertenece totalmente.

      Este extrañamiento del cuerpo de las mujeres, en tanto un cuerpo para otros, como señala De Lauretis (1996), nos permite vincular claramente aquello que la autora señala como tecnologías del género en la articulación entre poder, subjetividad, género y deseo. Cuando esta ecuación sale de la lógica dominante surge la mirada que interpreta las sexualidades como desviadas de la norma.

      De manera que en tanto resultado de la performatividad de género y de edad, la vejez es, moldeada en las mujeres a través de diversos tipos de acciones dentro de las cuales se inscriben las normas de inteligibilidad de los cuerpos.

      La

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