La gerontología será feminista. Paula Danel

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La gerontología será feminista - Paula Danel Proyectos de investigación

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que produce efectos diferenciales en conjunto, a su vez, con otras articulaciones posibles como la raza, la clase social, etc., que se opone a la visión de las mujeres mayores como un homogéneo que niega tanto la diversidad de opresiones en las cuales la vejez tiene un efecto potenciador, como la riqueza de las múltiples identidades producto de esta interacción durante el curso vital. En términos de impacto, la edad resulta particularmente interesante ya que su irrupción resulta esperable y por cierto, inevitable: de no morir antes, todas las mujeres envejecemos.

      Después de todo, género, raza, sexualidad y clase están estrechamente conectados entre sí. Mejor dicho, todos esos ejes de injusticia se interseccionan unos con otros en modos que afectan a los intereses e identidades de todos. Nadie es miembro de una sola colectividad. Y la gente que está subordinada a lo largo de un eje de división social puede ser dominante a lo largo de otro. (Fraser,1996:30)

      Ciertamente, no todas las mujeres mayores pueden ser consideradas igualmente oprimidas por el patriarcado, resultaría sumamente complejo determinar la situación de opresión en ciertos casos, pero, la edad, siempre afecta la posición social de las mujeres, mucho más que a los varones. Resulta más claro en sentido inverso: una mujer pobre racializada resulta ser más vulnerable en la vejez que otra de un sector económico de altos ingresos. Sin embargo ambas gozan de una mayor discriminación que un varón de su mismo estatus social.

      Más allá de pensarlo desde un análisis estructural, en los relatos de vida, las mujeres de mayor edad identifican claramente las diferencias de las condiciones de vida de las mujeres como colectivo en términos generacionales, es decir, producto de un proceso dinámico que ha afectado significativamente la forma de proyectar la vida y la vejez.

      Encontramos que tanto la vejez como el género han sido, mayormente, abordados como categorías analíticas desde enfoques epistemológicos diferenciados.

      Joan Scott (1986:45) indica que el concepto “género” comprende, entre otros elementos “conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos. Estos conceptos se expresan en doctrinas religiosas, educativas, científicas, legales y políticas, que afirman categórica y unívocamente el significado de hombre y mujer, masculinas y femeninas”.

      Para Judith Butler, por su parte, el género es concebido como efecto de actos repetidos en el marco de normas implícitas y explícitas dentro de un contexto social determinado y no sólo producto de la interpretación cultural del sexo, dado que -para ella- el sexo también es producto del género: “la performatividad debe entenderse como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra”. (Butler, 2002: 18).

      Estamos seguras que, de alguna manera, la vejez de las mujeres puede convertirse en un punto privilegiado para observar los resultados de esa práctica discursiva sobre los cuerpos en clave temporal.

      Recuperamos aquí lo señalado por Fraser (1987:243):

      …el enorme cambio en las mentalités, (todavía) no se ha traducido en un cambio estructural e institucional (.) Plantear que las instituciones van por detrás de la cultura, como si ésta pudiera cambiar sin cambiar las primeras, sugiere que sólo necesitamos hacer que las primeras se pongan a la altura de la segunda para hacer realidad las esperanzas feministas.

      Podemos decir, que el escaso desarrollo teórico sobre vejez femenina como tema en los estudios sobre el género puede interpretarse como ese destiempo del que habla Fraser o bien resultado del efecto perturbador que ocasiona la vejez, en tanto fruto de la intersección de dos sesgos: el género y edad.

      Consideramos fundamental la investigación de la experiencia de las mujeres mayores con perspectiva de género como un objetivo que puede cosechar aportes sumamente valiosos. Es necesario explorar, entonces, cuáles son los mecanismos que se ponen en juego en relación con movimientos emancipatorios de las mayores que resisten los mecanismos de normalización que las invisibilizan y de las herramientas de intervención en el campo de la edad que pueden orientarse en ese sentido profundizando, tanto en los mecanismos subjetivantes, como en las prácticas colectivas.

      La sexualidad de las mayores ¿un nuevo desafío para pensar el género?

      Inspirándonos en Rosalind Petchesky (2010) nos preguntamos ¿cómo construir un concepto afirmativo de Derechos Sexuales en la Vejez que no esté vinculado a las patologías y sí, en cambio, a la capacidad de gozar de un Derecho Humano, y no sólo en defensa contra la discriminación sino a favor de una mejor calidad de vida?

      Alguna vez alguien señaló: “...cómo si en las políticas de salud sexual y reproductiva se hablara de placer”. Mi respuesta fue que es verdad, efectivamente no se habla del goce sexual en la arena política, pero, si las mujeres reclamamos el derecho a decidir, al cuerpo como territorio propio, éste derecho no debiera tener límites de edad y esa también es una decisión política.

      Se destacan los trabajos de Iacub (2004); (2006); (2008);(2009); (2011) quien ha profundizado sobre la temática y desarrollado interesantes análisis sobre sexualidad, erótica y vejez que constituyen importantes aportes.

      Hablar de salud sexual, desde nuestro punto de vista, no significa sólo referirnos a las posibilidades de su ejercicio en esta etapa del curso vital en tanto desafío al prejuicio y el enfoque decremental que performa la vejez, sino que apunta, en nuestro caso, a complejizar la discusión respecto de las viejas en tanto mujeres y su derecho a una sexualidad plena sin discriminación.

      En el artículo 19 de la Convención Interamericana sobre derechos de las Personas Adultas

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