Dijo el Buda.... Osho
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Dijo el Buda... - Osho страница 34
La palabra cristiana “santo” es muy fea. Proviene de la raíz latina sanctus: “confirmado por la Iglesia”. ¿Cómo puedes confirmar nada? ¿Quién es quien confirma? Ningún gobierno emite certificados de santidad, ni siquiera el gobierno del Vaticano, ni siquiera el Papa tiene autoridad para hacerlo. Un santo no puede ser certificado, pero la palabra cristiana “santo” significa alguien certificado por el Papa.
Arhat no significa santo en ese sentido. Arhat significa uno que se ha perdido a sí mismo en el todo y que se ha vuelto “entero”.
«Es mejor alimentar a un pratyeka-buddha que a mil millones de arhatas.»
¿Quién es este pratyeka-buddha?
Arhat es quien ha seguido a los budas y ha llegado a casa. Pratyeka-buddha es quien nunca ha sido discípulo de nadie, que ha llegado buscando solo; su viaje ha sido solitario, ha recorrido el sendero a solas. Un pratyeka-buddha es un raro fenómeno. A lo largo de los siglos han existido millones de arhatas, pero muy pocos pratyeka-buddhas que hayan luchado totalmente a solas. Y claro, son necesarios, porque de otro modo los arhatas no existirían.
Los pratyeka-buddhas son necesarios para que otros puedan seguirlos; son los pioneros, son los innovadores, los que abren camino.
Recuérdalo: pratyeka-buddha es quien avanza en la jungla de la vida por primera vez y crea un sendero con su avance. Luego pueden seguirle los demás. Esos otros llegarán al mismo lugar, pero serán arhatas. No habrán creado el sendero, no son exploradores, no son los que abren camino. El pratyeka-buddha es merecedor de más respeto, porque antes no había sendero alguno, y él lo ha creado.
«Es mejor alimentar a uno de los budas tanto del presente como del pasado o del futuro que a diez mil millones de pratyeka-buddhas.»
Así pues, ¿cuál es la diferencia entre un pratyeka-buddha y un buda?
Un pratyeka-buddha es quien abre camino y nunca se preocupa de si alguien le sigue o no. Carece de compasión. Es un viajero solitario y ha llegado solo, así que piensa que todo el mundo puede descubrir lo mismo que él. ¿Qué sentido tiene ir a contárselo a la gente? No es un maestro.
Un pratyeka-buddha abre camino… pero no para los demás, recuérdalo. Se mueve y el sendero se crea a través de su movimiento… una vereda en la selva. Como él avanza, otros le siguen; es asunto de ellos, porque a él no le importa. Es un viajero solitario, y cree que lo que le sucede a él puede acontecerle a los demás.
Cuando el propio Buda se iluminó tuvo ambas opciones frente a sí: convertirse en un buda o en un pratyeka-buddha. Permaneció quieto durante siete días: ante él tenía todas las posibilidades para elegir ser un pratyeka-buddha. De haber sido así, toda la humanidad se habría perdido algo de inmenso valor.
Se dice que Brahma descendió con todos los dioses del cielo… es una hermosa parábola. Se postraron a los pies del Buda y le suplicaron: «Abre tus ojos y enséñanos lo que has descubierto». Pero el Buda dijo: «¿Qué sentido tiene? Si yo lo he descubierto, otros también podrán». Se inclinaba hacia la opción de ser pratyeka-buddha. Su lógica era perfecta: si yo lo he descubierto, también podrán los demás. «Y –dijo–, aunque enseñe, sólo me escucharán quienes quieran escuchar. Sólo quienes estén dispuestos a ir, vendrán. Pero también pueden ir sin mí. Y quienes no estén dispuestos a ir, no escucharán porque no acudirían ni aunque me pusiese a gritar desde los tejados de las casas. ¿Para qué molestarse?».
Los dioses hablaron entre sí acerca de qué podían hacer, sobre cómo convencer a este hombre. En el universo había aparecido una gran oportunidad, y si se convertía en pratyeka-buddha, el mensaje volvería a perderse. Sí, desde luego, habría unos cuantos que volverían a descubrir el camino, pero existía la posibilidad de hacer una superautopista de ese sendero. Una vereda puede desaparecer rápidamente comida por la vegetación. Debía prepararse de tal manera que la gente pudiera seguirla durante siglos, y que la vegetación selvática no la destruyese, no volviese a ocultarla. Hablaron y discutieron entre ellos, y dieron con un argumento.
Volvieron ante el Buda y le dijeron: «Has de enseñar, porque hemos estado observando este mundo. Sí, tienes toda la razón, son muy pocos los que te seguirían de inmediato. Y sabemos que precisamente son los que hallarían el camino, aunque no dijeses nada… un poco más tarde, tal vez teniendo que dar unos pasos más, pero lo descubrirían; estamos seguros, porque ya están buscando. Así que tal vez la enseñanza les haría llegar antes al objetivo, pero nada más… tienes razón.
»También están los que no escucharían –son millones, lo hemos visto, hemos mirado en los corazones de la humanidad–, los que hacen oídos sordos ante cualquier persona como tú. Así que hablar con ellos no tiene sentido. Pero también hemos visto a algunos que están entre ambas posturas, merodeando en la divisoria. Ésos no irán si tú no hablas. Y si les hablas te escucharán y reunirán el valor necesario. Así que, por favor, aunque sólo sea por esos pocos…»
Y el Buda no se lo pudo discutir, tuvo que admitirlo, y se convirtió en un buda y abandonó la idea de ser un pratyeka-buddha.
Buda es quien ha hallado su camino; no sólo eso: ha creado ese sendero de manera que otros muchos puedan recorrerlo… que siente una tremenda compasión por los demás, por todos esos seres humanos que luchan palpando en la oscuridad.
«Es mejor alimentar a uno de los budas tanto del presente como del pasado o del futuro que a diez mil millones de pratyeka-buddhas.
»Es mejor alimentar a uno que está por encima del conocimiento, de la unilateralidad, de la disciplina, y de la iluminación, que a cien mil millones de budas del pasado, presente y futuro.»
Y luego pasa al último punto, al punto cero, incluso más allá de un buda. Para el intelecto humano el último punto sería un buda. Por eso llamamos “el Buda” a Siddhartha Gautama, porque eso es todo lo lejos que llega el lenguaje. Pero hay un punto más allá del lenguaje, un punto inexpresable, más allá de los símbolos, inefable: el Buda lo llama ir más allá incluso de un buda.
Entonces uno ni siquiera piensa que está iluminado, no tiene disciplina, ni carácter. Entonces uno no es… uno es espacio vacío.
Porque en un buda al menos anida un pequeño deseo de ayudar a los demás, una compasión por los demás. Pero eso también sería una sujeción. Eso significa que el Buda todavía piensa: «Los demás son y yo soy, y yo puedo ayudar a los demás». Todavía existe la sutil divisoria entre “yo” y “tú”, entre “mí” y “tú”.
Dice el Buda que el último punto es un punto cero donde desaparece todo conocimiento, toda experiencia –incluso la del nirvana–, porque no hay nadie para experimentar. Es difícil hablar al respecto, sólo son posibles las descripciones negativas.
«Es mejor alimentar a uno que está por encima del conocimiento, de la unilateralidad, de la disciplina y de la iluminación que a cien mil millones de budas del pasado, presente y futuro.»
En ti están todas esas posibilidades. Por lo general existes como una mala persona, y por ello existes en el escalón inferior, en el más bajo. Intenta ser un buen hombre. Es mejor que ser uno malo, pero no creas que ése sea el objetivo…