Dijo el Buda.... Osho

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Dijo el Buda... - Osho Sabiduría Perenne

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      Si eres mala persona mientras estás despierto, te convertirás en un santo mientras duermes. Si eres un santo mientras estás despierto, te convertirás en pecador en sueños. Por eso tus pretendidos santos temen tanto dormir y reducen sus horas de sueño, porque durante el día se las arreglan para seguir siendo santos, pero ¿qué les ocurre de noche? Han sido célibes todo el día, no han mirado a ninguna mujer, han soslayado la vida. Pero, ¿y de noche? Todos esos rostros de mujer que han evitado resurgen en su ser.

      Brotan hermosos rostros de mujer, más hermosos que los que han visto de día. Piensan entonces que se trata de Indra, el dios del cielo, que les envía apsaras para destruirles. Pero nadie les está enviando ninguna apsara, nadie está interesado en esos pobres tipos. ¿Por qué debería interesarse Indra en ellos? ¿Con qué objeto?

      No, es compensatorio. Durante el día controlan su santidad. Por la noche, cuando se relajan –han de relajarse, han de descansar–, cuando descansan, todo se relaja, y su control también, De repente se manifiesta todo lo que reprimieron.

      El día y la noche están en constante diálogo. Los psicoanalistas dicen que observar la vida diaria no es tan significativo como observar la vida onírica, porque de día sois farsantes, hipócritas. Vais poniendo caras que no son ciertas. En sueños sois más reales; dejáis de ser hipócritas, de ser farsantes, no lleváis puesta la máscara. Por eso todos los psicoanalistas intentan analizaros los sueños.

      Es una ironía, pero es cierto: los sueños son más verdaderos que la vida de día, que mientras dormís sois más auténticos que cuando estáis despiertos. Es una desgracia, pero es así. El ser humano se ha vuelto muy falaz.

      Lo que os estoy diciendo es lo siguiente: a menos que os convirtáis en una unidad, todo eso continuará así. De día podéis controlar vuestro comportamiento, ser buenas personas. De noche, en los sueños, pasaréis a ser tipos malos, delincuentes. Haréis justo aquello que habíais intentado controlar todo el día, precisamente eso. Si habéis ayunado de día, soñaréis con un banquete. Vuestra parte negada se vengará. Y no podéis satisfacer ambas partes a la vez. Ésa es la indisposición, la afección llamada ser humano, ésa es la angustia del ser humano, que no puede ir en ambas direcciones a la vez. No puedes ser bueno y malo a la vez, no puedes ser santo y pecador a la vez. Ésa es la dificultad.

      Debes elegir. Y una vez lo haces quedas desgarrado, estás en un dilema, atrapado en un dilema. En el momento en que eliges aparece la dificultad. Por eso hay tanta gente que elige no elegir; viven una vida sin rumbo; lo que pasa, pasa. No eligen, porque en el momento en que eligen, aparece la ansiedad.

      ¿Te has dado cuenta de que siempre que has de tomar una decisión estás muy ansioso? Tal vez se trate de una decisión muy corriente. Estás comprando un par de zapatos y no te decides por ninguno, y aumenta la ansiedad. La situación es bien tonta pero, no obstante, la ansiedad va en aumento.

      Tu madre te dice que ese par está bien. Tu padre te dice que no la escuches, que dice tonterías, que el par que está bien es aquél otro. Tu energía masculina dice una cosa, y tu energía femenina, otra. Tu energía femenina mantiene actitudes distintas; se fija en la belleza del par de zapatos, la forma, el color, la estética… La energía masculina tiene una actitud distinta. Se fija en la durabilidad del zapato, el precio, la fuerza, si el zapato tiene una forma potente, para que cuando andes por las calles tu ego masculino se regocije.

      Cada cosa que elige el ego masculino tiene algo de símbolo fálico. El ego masculino elige un coche veloz… un símbolo fálico, vigoroso. A los volantes de grandes coches fálicos siempre va gente impotente. Cuanto más impotentes son, más potente es el coche que eligen. Han de compensar.

      El ego masculino siempre elige lo que colmará al ego masculino: «soy potente y poderoso», ésa sería la consideración de base. El ego femenino elige algo que proporcione otro tipo de poder: «soy hermoso-a». De ahí que nunca lleguen a un acuerdo. Si tu madre compra algo, tu padre seguramente no estará de acuerdo. No tienen por qué estar de acuerdo, sus visiones son distintas.

      Sucedió en una ocasión:

      El mulá Nasrudín lo intentó con muchas chicas, pero su madre las rechazaba a todas. Así que acudió a mí.

      –Por favor, ayúdeme –dijo él–. Elija a quien elija, mi madre es tan dominante y agresiva que las rechaza de inmediato. Estoy cansado. ¿Es que me voy a quedar soltero para siempre?

      Así que le dije:

      –Haga una cosa. Elija a una mujer teniendo en cuenta los gustos de su madre. Sólo entonces dará su consentimiento.

      Finalmente halló a una mujer. Estaba muy contento, y me dijo:

      –Camina como mi madre, viste el mismo estilo de ropa que ella, elige los mismos colores, cocina del mismo modo. Espero que le guste.

      –Pruebe a ver –le dije. Y a la madre le gustó, le gustó muchísimo, y el mulá regresó, pero muy triste, y le pregunté: –¿Por qué está triste?

      –Parece que me quedaré soltero para siempre –me contestó.

      –¿Qué ha pasado? ¿No le gustó a su madre?

      –Sí, le gustó muchísimo. Pero mi padre la rechazó. ¡Ahora sí que es imposible! Mi padre dice:

      –Es igual que tu madre. ¡Con una basta! Yo estoy harto, ¡no te metas en los mismos problemas que he tenido yo! ¡Estás cometiendo el mismo error!

      Estas dos polaridades son las que descansan en la base de tu ansiedad, y todo el esfuerzo de un buda, de un maestro, está dirigido a ayudarte a ir más allá de esta dualidad.

      Sobre Chuang Tzu se dice que una noche soñó que era una mariposa, yendo de flor en flor, revoloteando en el jardín. Al despertar por la mañana se encontró perplejo. Era un gran maestro, uno de los budas más grandes nacidos en la tierra. Sus discípulos se reunieron y le miraron, y descubrieron que estaba muy triste.

      –Maestro, usted nunca ha estado triste. ¿Qué ha sucedido? –preguntaron.

      Él les dijo:

      –Tengo un problema para que lo resolváis. El problema es que yo, Chuang Tzu, he soñado esta noche que era una mariposa.

      Los discípulos rieron a carcajadas, y dijeron:

      –El sueño ya no está, estáis despierto, ¿por qué preocuparse por ello?

      Chuang Tzu les dijo:

      –Prestad atención a la cuestión. Ahora ha surgido un problema: si Chuang Tzu puede soñar, y en sueños puede convertirse en mariposa, ¿por qué no puede ser al contrario? Una mariposa puede irse a dormir y soñar que se ha convertido en Chuang Tzu. ¿Quién es quién en realidad? ¿Ha soñado Chuang Tzu que se convertía en mariposa o ha sido la mariposa que ha soñado convertirse en Chuang Tzu? Ése es el problema que me entristece.

      Se dice que ninguno de sus discípulos supo resolver el acertijo, el koan. ¿Cómo resolverlo? ¿Cómo decidir quién es quién? Pero si hubiera habido alguien profundamente meditativo habría contestado. De hecho, Chuang Tzu hizo la pregunta para saber si entre sus discípulos había alguno muy meditativo. Porque entonces ni la mariposa es verdad, ni lo es Chuang Tzu, sino el que se queda perplejo, el que observó a la mariposa, el que observó a Chuang Tzu: el que observó a Chuang Tzu convertirse en mariposa y a la mariposa convertirse en Chuang Tzu. Esa vigilancia, esa conciencia, ese testigo,

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